AVISO DE CONTENIDO: DIETA, COMIDA, TCA
Muchas veces, después de una larga temporada de estrés, malestar, ajetreo y una maravillosa pandemia mundial; la gente con la que nos encontramos comenta: «¡Qué bien te veo!». A lo que nosotras por dentro solo podemos pensar: «¿dónde me lo ve?». Han sido varios años en los que nuestra vida ha estado patas arriba en muchísimos sentidos. Donde la precariedad laboral, económica y social se han acentuado. Acompañadas también de una indefensión e inestabilidad tanto física como emocional terrible. Hemos aguantado muchísimo, es normal que no podamos más.
Y precisamente es ahora cuando salen a flote muchas cosas que no llevábamos tan bien y que con todo esto han estallado. Sobretodo con aquello que tiene que ver con nuestra corporalidad. Hemos peleado mucho por autoengañarnos, decirnos que no es para tanto, que esos pensamientos ya se pasarán cuando bajemos de peso y nos veamos mejor. Pero no mejora.
Nos decimos que no pasa nada por no comer un día, que tenemos reservas de sobra para vivir en nuestro cuerpo. Y así nos tiramos una semana, dos, tres… Mal comiendo o comiendo a días alternos. Nos justificamos la obsesión insana con lo que comemos en que hay que cuidarse, que durante la pandemia no nos hemos cuidado nada (¿Cómo que no? Sigues viva, has tenido que cuidarte). Todo esto aderezado con una respuesta social que te felicita por adelgazar y te juzga si has engordado. Sin importar ninguno de los motivos.
Mis lorzas y yo
Nuestra relación con nuestro cuerpo no es algo innato, es algo aprendido. Aprendemos a querernos y, de la misma forma, aprendemos a odiarnos. Tenemos que soportar que se nos juzgue a diario por cómo somos y lo que hacemos. Es normal que algunas cosas nos calen. Pero eso no significa que esté bien. Eso no significa que estemos bien. La sociedad nos manda un millón de mensajes sobre lo que es correcto para nuestra imagen y nosotres peleamos por sobrevivir sin rompernos en mil pedazos. Y puedes creer que todo lo que te está pasando no es para tanto, pero lo más probable es que sí lo sea. Que odiarse a una misma, odiar nuestro cuerpo, hacernos daño no comiendo o comiendo poco, etc. No es sano. No es algo inocente que ocurra sin una motivación insana por detrás.
La sociedad nos manda un millón de mensajes sobre lo que es correcto para nuestra imagen y nosotres peleamos por sobrevivir sin rompernos en mil pedazos.
Tweet
Hemos normalizado hasta el extremo comportamientos que son terriblemente nocivos para nosotras y nuestro entorno. Hemos normalizado que nos machaquen a diario solo por no ser normativas. Hemos normalizado contar calorías y controlar hasta el extremo nuestra alimentación, sin pensar en las consecuencias emocionales. Normalizamos y aconsejamos incluso, coartar nuestros deseos respecto a la comida solo por no ser lo adecuado. Y por supuesto que hay que tratar de comer de todo en proporciones saludables según tu metabolismo, asegurarnos de aportar todas las vitaminas y necesidades nutricionales a nuestro cuerpo. Pero no es saludable tener una relación punitivista con nuestra alimentación, en la que nos castigamos por haber comido «mal». Estas dinámicas son motivos de sobra para preocuparnos sobre cómo estamos educando en salud alimentaria. Porque comer «sano» no debería ser una tortura, sino un placer. Deberíamos querer comer de todo (en cuanto a nutrientes, no es necesario comer carne o pescado si sé es vegane). Hay mil formas de suplementar aquellos nutrientes que por lo que sea no podamos comer, pero no hay soluciones tan fáciles cuando el problema es un exceso de esos nutrientes. Tampoco interesa tener soluciones porque la primera solución que se nos impone es la de la dieta restrictiva. Lo primero que se nos dice cuando estamos gordas y tenemos el colesterol alto o cualquier problema similar, es que la culpa es nuestra. Nunca se busca un foco orgánico, siempre es culpa de la persona gorda. Pero la realidad es que estar gorda no tiene por qué ser indicativo de malos hábitos alimenticios o mala salud. Y creer que sí por defecto, es gordofobia.
Cuando existe un problema real respecto a nuestra salud, tampoco podemos creer que la persona es culpable de todo y que la única responsabilidad reside en ella. Muchas veces hay detrás comportamientos nocivos para sí misma que no puede evitar. Desde compulsiones hasta TCA. Porque no olvidemos que no todas las personas que conviven con un Trastorno Compulsivo de la Alimentación, somos delgadas. Y tampoco existe únicamente el trastorno por atracón cuando se es gorda. Hay muchísimas realidades y, actuar de forma punitivista con las personas gordas solo hace más posible desarrollar TCA y/o cronificarlos. Tratar como personas de segunda a las personas gordas, es una forma de discriminación que daña seriamente nuestro bienestar emocional. Y lo primero que necesitamos es aceptar que nuestro cuerpo no es el problema, que ser gordas no devalúa nuestros logros.
Que merecemos ser amadas y reconocidas independientemente de nuestra talla y nuestras lorzas, pero también que nuestras lorzas son bonitas y que no necesitamos cambiar si no es lo que realmente deseamos. Y esto no pretende ser un discurso bodypositivity, porque no nos parece necesario caer en un discurso de automotivación capitalista. Esto es una reclama de nuestros derechos humanos como personas.
Los Trastornos de alimentación no especificados
Estas formas de TCA son las más habituales cuando se trata de personas gordas, trastornos que no han tenido estudio suficiente para ponerles un nombre por puro estigma. Hablamos de un nuevo cajón de sastre donde nos meten con calzador a múltiples realidades disidentes que, evidentemente, no tenemos una buena relación con la comida. Pero que no encajamos en ninguno de los parámetros diagnósticos utilizados para definir otras formas de TCA. Estos trastornos no tienen una definición tan concreta como otros más conocidos, y se asocian principalmente a personas con obesidad. Aunque también se dan en personas en normopeso. Estas categorías diagnósticas, como la propia categoría del TCA, es una forma de ignorar el problema de base: Una sociedad gordófoba a la que no le interesa que tengamos una adecuada relación ni con nuestro cuerpo ni con la alimentación.
Se nos venden todas las cosas que nos envenenan como geniales, poniéndolas a todas horas en todos los medios de comunicación y, al mismo tiempo, se nos dice que es horrible estar gordas. Nos venden la conducta dañina y luego nos responsabilizan por ser «demasiado débiles» y no resistir la tentación. Pero sólo si nuestro cuerpo se sale de los cánones establecidos como correctos. No importa cómo sea tu alimentación si eres delgade. Y esa es otra forma de gordofobia que es dañina también con las personas delgadas, ya que se ignoran los indicativos de otras formas de TCA por resultar en cuerpos «deseables».
Conclusiones
No queremos que las realidades en torno a la alimentación se conviertan también en una forma de patologización, pero es necesario hablar de los sufrires asociados a la propia alimentación. Necesitamos hablar de cómo nos afecta nuestra propia imagen y cómo esta está influenciada de forma directa por las construcciones sociales. Necesitamos pelear contra el estigma en torno a los cuerpos gordos, poder habitar nuestros cuerpos sin sentir la necesidad de pedir perdón por existir. Queremos cambiar los paradigmas capitalistas y patriarcales que nos empujan hacia esos TCA que tantas veces hemos oído mentar. Pero no podemos tener herramientas adecuadas para ello en una sociedad donde la solución al cuerpo gordo siempre sea la dieta restrictiva y el punitivismo.
Necesitamos pelear contra el estigma en torno a los cuerpos gordos, poder habitar nuestros cuerpos sin sentir la necesidad de pedir perdón por existir.
Tweet
No podemos habitar un cuerpo que nos dicen que debemos odiar y cambiar por encima de todo. Lo ideal es que, si cambiamos nuestro cuerpo, sea porque ese es nuestro deseo. Que no se nos imponga el deseo normativo de encajar en la talla de pantalones que esté a la orden del día en cada momento.
Deja una respuesta