Aviso de contenido: Mención de maltrato, violencia machista, autolesiones y suicidio.
Los últimos días hemos visto un «debate» en redes sociales donde se ponía en entredicho una realidad, la cual, desde las asociaciones orientadas a las víctimas de violencia, vemos a diario: Los agresores que golpean a las paredes, rompen cosas cerca de ti o se lesionan a sí mismos con la intención de meterte miedo. Para muchas de nosotras, este tema es un desencadenante de muchísimos traumas. Lamentablemente hemos visto como hacían esto con la única intención de controlar la situación y a nosotras. Eran amenazas veladas.
Sin embargo, también ha salido a la palestra otra realidad, la de las personas que tras una discusión nos autolesionamos por sentirnos culpables. Por creer que no merecemos vivir después de lo ocurrido o por algún otro sentimiento catastrofista derivado de los padecimientos psíquicos y los traumas. Esto es una realidad que ocurre, es innegable, y no tiene absolutamente nada que ver con los maltratadores que amenazan a sus víctimas de forma velada. En una situación así, el contexto cambia por completo la acción. Cambia por completo la situación incluso. Pasamos del agresor a la víctima haciendo prácticamente lo mismo pero con un contexto y circunstancias completamente diferentes. Ese es el punto.
No podemos ignorar los estudios de profesionales que sabemos y hemos visto suficientes casos de maltrato. Es una realidad que los maltratadores, cuando creen perder el poder sobre la situación, la recuperan a golpe de violencias. Explícitas e implícitas. No necesita meterte una paliza para que te esté maltratando, basta con que sus acciones vayan dirigidas a anular tu legítimo enfado o a hacerte sentir en peligro. Hablamos de manipulación y amenazas, no de una respuesta desesperada a una situación que nos despierta traumas.
Las demostraciones de poder de los agresores no son una forma de autolesión, son una forma de infundir miedo en sus víctimas para controlar la situación. Si pega a las paredes, rompe cosas o es violento: Huye. #ViolenciaDeGenero #25N
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Hablemos de maltrato.
Queda muy poco para el 25 de Noviembre, donde se conmemora el Día contra las violencias contra mujeres, feminidades no binarias y niñas. Este tema viene genial para visibilizar la realidad que ocurre en el maltrato, porque es muy compleja. Muchísimas veces nos dicen que el maltrato es que te peguen, que te humillen, que te insulten o que te hagan sentir una mierda. Y por supuesto que esto es maltrato. Pero falta muchísimo más detrás para poder comprender cómo se llega a ese estallido de violencia. Hay un proceso largo y más o menos gradual en el que el maltratador influye en tu comportamiento. Hay una manipulación previa de la situación hasta que tú, en una relación de vulnerabilidad, te encuentras de cara con la violencia. Con lo que en el título hemos adornado como «el monstruo». No, la realidad es que no es ningún monstruo, eso es alejar al maltratador de su humanidad. Es apartar el espejo de tu cara para no ver los comportamientos que compartes con él. Es ignorar que es un problema sistémico. Queda muy bonito usarlo como reclamo, pero no es la realidad.
Detrás del maltrato no hay un loco, no hay un monstruo, no hay un animal. Hay un ser humano que se ha valido de los roles de poder que tiene sobre su víctima. Que ha utilizado esos roles para doblegarla y someterla. Hay un ser humano servil al sistema. Un sistema que nos enseña que esto está bien; y que pobrecito que si le dejamos se va a suicidar. Hay un agresor que te vende la historia de que está atormentado para justificar cualquier cosa que le puedas reprochar. Y no podemos caer en hacer exactamente lo mismo.
Por supuesto que el contexto es primordial aquí. Eso no se ha dudado jamás. La cuestión es que siempre se tiende a querer hablar de cosas imprescindibles en contextos donde no tocan, como forma de deslegitimar el discurso. Por supuesto que hay personas que en una discusión se autolesionan. Las víctimas de aquellos que revientan las paredes a tu alrededor hasta causarte el ataque de ansiedad que te lleva a ello. No podemos meter a víctimas y verdugos en la misma generalización sesgada. Hay un contexto claro y pretender sacar otra lectura es intencionadamente malicioso. Y no digo que no haya que hablar de las realidades de las personas psiquiatrizadas o con padecimientos psíquicos que nos autolesionamos. Eso sería meterme un tiro en el pie. Hablo de que no hay ninguna justificación posible a meter miedo a la persona con la que estás discutiendo. Que todas las banderas rojas que podamos inventarnos, palidecen ante la sola idea de alguien que con su lenguaje corporal te está diciendo: «Cuidado, el siguiente puñetazo puede ser en tu cara.» Es muy difícil acotar las situaciones en las que se dan ambas situaciones si no nos fijamos en el contexto. Pero también es muy fácil caer en justificar a un agresor que nos está vendiendo una imagen de víctima. Porque también lo hacen.
Ignorar que el discurso de víctima se lo apropian los agresores continuamente es también un peligro. Todos los maltratadores van a ir de pobrecitos que lo han pasado muy mal en su pasado o que siempre acaban con «locas». Siempre van a jugar esa carta, porque a nosotras nos han educado para sanarlo todo. Nos han educado como las salvadoras de todo y de todos. Pero no es nuestro papel salvar ni sanar a nadie. Acompañar y cuidar no es salvar, es algo que tenemos que aprender porque si no la frustración puede ser terrible. Porque no somos superheroínas, pero se ha vendido la paciencia como una virtud ante cualquier forma de opresión y violencia. Nos han dicho que para ser buenas mujeres tenemos que ser los vertederos emocionales de nuestras parejas masculinas; mientras ellos no nos dan ni los cuidados básicos. Y eso contribuye a otras formas de maltrato en la que nuestros sentimientos, problemas y padecimientos psíquicos no importan. Porque lo suyo es más importante, porque siempre tenemos que estar dispuestas a pararlo todo para sanar sus heridas. Mientras a nosotras nos desborda a borbotones los traumas y los dolores que arrastramos. Los mismos que luego utiliza para tildarnos de locas. Cuando se da una autolesión real, no una amenaza, es una situación en la que muchas veces quién va a estar en inferioridad va a ser quien se autolesiona. Es una situación en la que la persona que está siendo violentada no encuentra otra forma de escapar de esa situación. O de llamar la atención del agresor. Y acaba por hacerse daño tratando de encontrarla.
Hablemos de Autolesión
Esto no deja de ser completamente imprescindible en este contexto. Aunque no como se ha planteado. La autolesión existe, es una realidad demasiado extendida e ignorada por la mayoría de la gente. No, no es una cuestión aislada de las locas. Todas las personas nos autolesionamos en mayor o menor medida. Cuando haces algo que te daña a sabiendas de que te hace daño, es una forma de autocastigo o autolesión. Pero se convierte en un problema (para nosotras mismas) cuando esto es el único mecanismo que tenemos para salir de ciertas situaciones o pensamientos. Cuando hacernos daño se convierte en la única autodefensa que tenemos ante los padecimientos psíquicos y/o las violencias que nos atraviesan. Cuando una víctima de violencia sistemática se siente desbordada, es habitual canalizar este sentimiento de frustración a través de la autolesión. Sientes que todo a tu alrededor se desmorona, que todo se te escapa de las manos, o incluso que eres la culpable de la situación. No hay una única realidad de autolesiones, cada cual tenemos nuestro disparador y no eres menos porque aquí no hayamos reflejado el tuyo. La cuestión es que el comportamiento autolesivo tiene una intencionalidad de hacerse daño y escapar de unos sentimientos o pensamientos que duelen más. Y hay que tener claro que no es una forma sana de gestionarlo, pues nadie merece hacerse daño. Nadie merece odiarse tanto como para hacerse daño. Pero existe y muchas veces es resultado del maltrato, no el causante de éste.
Y sí, a veces te autolesionas delante de tu agresor. Sobre todo cuando estás tratando de llamar su atención para que deje de hacerte daño. Pero es muy diferente arañarte el brazo mientras lloras y él te grita, que un pavo que se está reventando los nudillos contra la pared al lado tuyo para que lo veas. Lo de ellos es una demostración de poder. Que puede hacerte exactamente lo mismo si no dejas de insistir en la situación que le desagrada. La diferencia parece obvia: hablamos de una desigualdad de poder. Incluso se puede dar ambas situaciones a la vez, es decir, que una parte de la discusión esté autolesionándose y la otra esté ejerciendo violencia a través de las amenazas veladas. Y aquí muchas veces tendemos a pensar que ha sido culpa de ambas partes, que ambas partes han actuado fatal y que no ha habido una desigualdad de poder. El contexto de nuevo es importante. ¿Has tirado ese vaso porque él te estaba castigando con el silencio? ¿Te has hecho daño después de que él te dijera que si seguías así se iba a suicidar y te has sentido una mierda? No es una situación de violencia entre iguales. Es una situación en la que la violencia de otra persona te ha llevado a ejercer violencia por desesperación. Las relaciones interpersonales son complejas, hay que analizarlo todo con muchísimo cuidado. No se puede simplifar todo a «hay gente que se autolesiona». Sí, claro, pero el problema no es ese. El problema son las personas que ejercen poder enmascarado en formas de autolesión.
Pero es aún más claro cuando hablamos de «violencia cruzada», porque realmente no es cruzada. Un maltratador va a utilizar todos los mecanismos que tiene a su alcance para hacerse la víctima. Incluido provocarte hasta que estallas y rompes con el molde de la víctima perfecta. Entonces ya no vale que te quejes, porque la mala eres tú. Pasas a ser la verdugo de la historia simplemente por responder a su violencia en los términos que se te han permitido. Te conduce hasta el estallido de violencia para después poder hacerte luz de gas y que creas que el problema lo tienes tú. Le da la vuelta a la tortilla y se victimiza, incluso cuando pasa por destrozar cosas por el camino. Tú eres la mala que le ha llevado a esa situación porque no te has comportado como la víctima perfecta. Esta forma de abuso, se llama Abuso Reactivo y es una forma de hacer que la víctima crea que el problema ha sido su respuesta a las provocaciones y no las provocaciones en sí. Él nunca pide perdón (o si lo hace, no es sincero), la culpa es siempre tuya porque le has tratado de la forma incorrecta según los estándares que ha impuesto. Él siempre tiene el control de la situación, siempre define los términos de la discusión. Ridiculiza tus sentimientos para que tú los acabes poniendo en duda, te dice que las cosas no han pasado así o que directamente no han pasado y te lo estás inventando. Te hace dudar de tu propia mente para volver a tener el control sobre la discusión. Porque no se puede discutir sobre algo que no estás segura de que haya pasado.
Al final él consigue lo que quería: hacerte dudar y ponerte como la mala de la situación después de haber ejercido violencia sobre ti. Más aún cuando has actuado de una manera cuestionable en respuesta a su agresión. Te hace creer que lo más grave es que tú tiraras ese vaso, no que él causase el problema y ejerciera abuso reactivo. Te hace dudar de tu mente y de tus sentimientos. Incluso hace que minimices lo que sea que haya llevado a esa discusión. Y entonces lo que sea que tú hayas hecho, se magnifica. Entonces hasta tú te ves como la mala de la historia. Aquí es donde muchas veces ocurre la autolesión, te ves desbordada y crees que eres un ser humano despreciable. Pero todo eso ha sido construido por tu maltratador para poder seguir ejerciendo violencia contra ti.
Conclusiones
La violencia tiene muchísimos matices, por eso existen los agravantes por vulnerabilidad. La violencia que ejerce un maltratador jamás debe compararse con los padecimientos psíquicos de la gente que vulnera. Nos parece una falta de sororidad pretender igualar los comportamientos abusivos de un maltratador con las respuestas autolesivas a los padecimientos psíquicos. No son lo mismo. No están alimentadas por las mismas dinámicas. Y por supuesto no van orientadas a los mismos resultados.
Con la Autolesión, la única persona damnificada es quién se hace daño. Un maltratador que rompe cosas, pega paredes, te amenaza de forma velada y demuestra su poder: no es víctima. Lo eres tú de sus violencias. Necesitamos visibilizar estas situaciones y hablar de ello, no que se cuestione la realidad de las víctimas cuando deciden alzar la voz. No que se criminalice a las víctimas cuando por fin hablan de las violencias que ha sufrido. El discurso de comparar nuestras autolesiones con la violencia que ejercen sobre nosotras, es nocivo y dañino para toda la comunidad loca. Es volver a situar a las locas como las culpables de la vinolencia y no como las víctimas de esta que solemos ser. Volvemos a dar la idea equivocada de que los maltratadores, violadores y asesinos son locos. Volvemos a justificar las acciones violentas. Las autolesiones y el maltrato son dos cosas completamente diferentes. Querer mezclar ambos temas hace que se mezclen conceptos de forma errónea si no se conocen las dinámicas que se dan en estos tipos de violencias.
Bibliografía
- Violencia económica de género
- TLP y Violencia de Género
- Violencia de Género y Transtorno de Estrés Post Traumático.
- Ley contra la Violencia de Género.
- Violencia de Género, una mirada Global al Patriarcado.
- Comunicado: Real Decreto Ley contra la Violencia de Género.
- Violencia de Género y Discapacidad.
- Violencia de Género
- ¿Cómo denunciar una agresión machista?
- La loca era yo.
- Violencia Vicaria, la tercera violencia.