Existe un gran desconocimiento sobre las infecciones de transmisión sexual y la importancia de realizar el cribado de cáncer de cuello de útero en las personas con vulva que tienen sexo con personas con vulva, además de los propios prejuicios de los profesionales sanitarios que las atienden. Las mujeres lesbianas y bisexuales siguen siendo invisibles en las consultas ginecológicas, y algunos hombres trans, personas intersexuales o personas no binarias pueden tener dificultades para conseguir, incluso, una cita en las mismas. Esto desemboca en una peor atención a la salud sexual de estas personas.
Es imposible hablar de sexualidad y de placer sin hablar de todas las formas de sexualidad. Eso incluye aquellas que seguimos en los márgenes de la sociedad y los debates sociales. Sí, es cierto que los últimos años las sáficas se han ido haciendo hueco en la lucha Queer y han comenzado a hablar de sus problemáticas específicas, pero aún queda mucho camino por recorrer. Aún quedan espacios donde las realidades no binarias, intersexuales o de chicos trans; no llegan ni siquiera a mencionarse. Produciendo un desconocimiento en toda la sociedad respecto a todos estos grupos.
Mujeres lesbianas y bisexuales
Puedes tener pene o sexo con penes, siendo lesbiana o bisexual, sin embargo y según algunos estudios, las mujeres lesbianas y bisexuales acuden con menos frecuencia que las mujeres heterosexuales a revisiones ginecológicas. Esto se produce por factores tales como la desinformación, dificultades para encontrar profesionales de atención médica adecuadas/os, desinformación sobre nuestras prácticas, temor a reacciones lesbófobas o bifobas, percepción de que no tenemos riesgo, experiencias negativas en el pasado, etc.
Además, el cribado de cáncer de cérvix se realiza con menos frecuencia. Algunas veces por el propio desconocimiento de las pacientes, otras por el prejuicio de algunos profesionales, tanto de profesionales de la ginecología como de matronas, que creen que si una mujer jamás ha tenido sexo con un hombre, no tiene la necesidad de hacerse citologías. Aquí también influye esa idea generalizada de que si no hay riesgo de embarazo, como que la salud sexual pasa a un segundo plano.

Pero no solo hay un déficit en la formación de les profesionales, sino también en la investigación médica. Tras realizar una búsqueda en PubMed (base de datos de acceso libre, especializada en ciencias de la salud) introduciendo los parámetros “virus de papiloma humano y mujeres que tienen sexo con mujeres”, “virus de papiloma humano y mujeres lesbianas”, “cribado cáncer de cérvix y mujeres que tienen sexo con mujeres” y “cribado cáncer de cérvix y mujeres lesbianas” no se obtiene ni un solo resultado, lo cual favorece mantener la idea errónea de que el virus del papiloma humano se transmite solo o en mayor medida a través del semen. Lo cuál resulta paradójico al pensar que a los hombres cis que mantienen sexo únicamente con mujeres, no se les vacuna de esta afección. A pesar de que a ellos también les puede afectar en forma de cáncer de ano, por ejemplo.
A la presunción de heterosexualidad y una visión coitocéntrica, hay que sumarle una escasa percepción de riesgo de transmisión de este tipo de enfermedades. Por lo que hay un infradiagnóstico y una mayor dificultad en el acceso de medidas de barrera de prevención de ITS orientados a estas mujeres y disidencias mencionadas.
El acceso y la atención sanitaria de las mujeres lesbianas y bisexuales se ve influido por falsos mitos acerca de su sexualidad muy extendidos entre el personal profesional de la salud, como es, por ejemplo, la teoría del bajo riesgo de las relaciones sexuales entre mujeres. En el imaginario de los profesionales, las relaciones entre mujeres excluyen las prácticas que puedan representar un riesgo de infección por transmisión sexual. La penetración como práctica que condensa el riesgo en el imaginario profesional, suele aparecer en un segundo plano cuando se habla de relaciones entre mujeres. En consecuencia, la preocupación por los riesgos disminuye. Además, esta teoría presupone que las mujeres lesbianas tienen menor número de parejas sexuales, por tanto, no son “promiscuas”, en comparación con el referente de los hombres cis-gais.
En el imaginario de los profesionales, las relaciones entre mujeres excluyen las prácticas que puedan representar un riesgo de infección por transmisión sexual. #saludsexual #sexovulvavulva
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Sin embargo, si revisamos los pocos estudios que existen sobre la prevalencia de ITS en mujeres que tienen sexo con mujeres, observamos que esta es similar respecto a mujeres que se declaran heterosexuales e, incluso, en algunos subgrupos parece que la prevalencia es mayor. Hay que tener en cuenta, además, que muchas de estas infecciones se manifiestan de forma asintomática en mayor proporción en mujeres que en hombres, lo cual favorece el infradiagnóstico. La creencia de que las mujeres lesbianas no practican “verdadero sexo” y, por lo tanto, no están expuestas del mismo modo a infecciones de transmisión sexual condiciona las políticas de prevención dirigidas a ellas.
Hombres trans y personas no binarias
Todo lo referido hasta ahora hace referencia a la problemática de las mujeres cis que tienen sexo con mujeres cis. Sin embargo, los hombres trans o personas no binarias e intersexuales con vagina y útero presentan los mismos riesgos de infecciones de transmisión sexual y la necesidad de realizarse citologías de cérvix para la detección precoz de cáncer de cuello uterino, siendo necesario la incorporación de estas personas a los protocolos de prevención, diagnóstico y tratamiento.
Los hombres trans, personas intersexuales y personas no binarias sufren, también, discriminación en su acceso y atención médica. De hecho, si el sexo legal reconocido es el de hombre, el sistema no permite dar una cita para la consulta de ginecología. Imagínate no poder ir a cardiología simplemente porque el programa de citas no te lo permite por no reconocerte como persona con corazón, es ridículo. Aquí vemos claramente cómo afecta la cisnorma y el diadismo en el ámbito sanitario, lo cual puede costar muchísimas vidas.
Según el último informe de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) sobre la relación de las personas trans con el sistema sanitario, el 33% de las personas trans encuestadas no acuden a los centros de salud ante un problema sanitario. Entre otros motivos, se debe a que se sienten incómodes, no tienen tarjeta sanitaria o las nombran por el necrónimo (nombre asignado al nacer). Este último motivo aparece de forma reiterada. El 48% ha sentido alguna vez un trato discriminatorio o poco adecuado por el personal sanitario y de nuevo casi la mitad ha retrasado o anulado una cita por miedo a no ser nombrado por su nombre, por miedo a que no le trataran con respecto, por miedo a tener que visibilizarse y/o por no saber a qué especialista acudir debido a su proceso de transición. Respecto a si habían tratado la salud sexual y la prevención del VIH y otras ITS, el 68% de las personas contestaron que nunca habían tratado este tema con el personal sanitario.
Infecciones de transmisión sexual en sexo vulva-vulva
Como venimos comentando, existe un desconocimiento y un escaso abordaje, tanto desde la asistencia como desde la creación de protocolos, de la transmisión de infecciones en sexo entre vulvas. Desde hace unos años, se recomienda abandonar la idea de «grupo de riesgo» y comenzar hablar de prácticas de riesgo. Entre las prácticas sexuales que pueden pueden realizar durante el sexo dos personas con vulva se encuentran el beso con lengua, la masturbación, el cunnilingus, el anilingus, el tribadismo, la penetración vaginal, la penetración anal, el masaje erótico o el uso de juguetes eróticos. Con las relaciones sexuales con penetración y el sexo oral, se transmiten infecciones como la gonorrea, la clamidia (su infección es, en la mayoría de los casos, asintomática), las tricomonas (con la penetración vaginal especialmente), y el virus del papiloma humano. Otras, se transmiten a través del contacto directo con las lesiones como la sífilis o el herpes genital. Además, las prácticas sexuales que implican sangre o practicar sexo durante la la menstruación aumentan el riesgo de transmisión, especialmente de infecciones como el VIH o las hepatitis virales.
Por lo tanto, es recomendable realizarse un estudio microbiológico de exudado endocervical y análisis de sangre si aparecen síntomas (cambio en aspectos del flujo, picor, dolor con la penetración, etc.) o de control cada 3-5 años si se practica sexo con diferentes parejas sexuales.
Por otro lado, incidimos en la importancia del cribado del cáncer del cuello del útero, que debe realizarse en personas sexualmente activas desde los 25 a los 65 años cada 3 o 5 años (dependiendo si se realiza test que analiza la presencia del virus del papiloma humano). Además, está indicada la vacunación del VHP para niñes de entre los 11 y 12 años, personas de entre 13 y 26 años que no hayan sido vacunadas previamente o que no la hayan completado, personas con lesiones premalignas en cuello de útero detectadas en una citología, y recomendada para adultes de hasta 45 años (aunque para esta recomendación, la vacuna no está financiada).
Conclusiones
Dado que la salud es un derecho humano fundamental, la salud sexual debe ser un derecho humano básico. La salud sexual es el resultado de un ambiente que reconoce, respeta y ejerce los derechos sexuales, entre los que se incluye tener acceso a información y recursos para decidir libre y responsablemente sobre nuestra sexualidad, el derecho a no vernos sometidas a ningún tipo de discriminación o violencia por razones de género, identidad u orientación sexual y el derecho a una atención clínica de la salud sexual que permita la prevención y tratamiento de todos los problemas, preocupaciones y trastornos relacionados con la sexualidad. Para asegurar el desarrollo de una sexualidad saludable, los derechos sexuales deben ser reconocidos, promovidos, respetados y defendidos por todas las sociedades con todos sus medios.
El sistema sanitario debe garantizar que la política sanitaria sea respetuosa hacia las personas LGTBI e incorporar servicios y programas específicos de promoción, prevención y atención para disfrutar del derecho a una atención sanitaria plena y eficaz que reconozca y tenga en cuenta sus necesidades particulares.
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Así pues, el sistema sanitario debe garantizar que la política sanitaria sea respetuosa hacia las personas LGTBI e incorporar servicios y programas específicos de promoción, prevención y atención que permitan a las mismas, así como a sus familiares, disfrutar del derecho a una atención sanitaria plena y eficaz que reconozca y tenga en cuenta sus necesidades particulares.
Bibliografía
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