Los últimos días nos hemos encontrado en redes sociales un debate sin parangón respecto a la nueva propuesta de ley que pretende regularizar el consumo de cannabis en nuestro país. La premisa es simple: se pretende regular un consumo que ya existe y que actualmente está en manos de mafias que en muchos casos cortan con otras sustancias ese cannabis. Obviamente lo ideal sería la abolición del consumo (no medicinal) de drogas de todo tipo, sin embargo se ha demostrado que la prohibición no es una garantía de esta abolición, todo lo contrario.
Tampoco pretendemos que esto sea un debate sobre las cuestiones morales respecto a las drogas. Eso se lo dejamos a otras pensadoras críticas que ya han hablado del tema. Aquí vamos a hablar de un tema que parece haberse ignorado por gran parte de la izquierda una vez más: Las discas seguimos siendo clase obrera y tenemos derecho a acceder a tratamientos que nos alivien nuestros sufrimientos con la mínima cantidad de efectos adversos posible. Es responsabilidad del Estado y de la sociedad poner a nuestro alcance todo aquello que mejore nuestra calidad de vida.
Las discas seguimos siendo clase obrera y tenemos derecho a acceder a tratamientos que nos alivien nuestros sufrimientos con la mínima cantidad de efectos adversos posible.
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¿Qué es el cannabis medicinal?
Esta forma de cannabis es una forma muy concreta de la sustancia. No vale cualquier planta, ya que en las capacidades medicinales intervienen los procesos químicos que tiene cada especie en particular. En concreto se trata de Cannabis sativa, ya que contiene muchos compuestos activos. De los cuales, dos son de interés para fines médicos: el THC (delta-9 tetrahidrocannabinol) y el CBD (cannabidiol). El THC es el ingrediente principal de la marihuana que hace que la gente esté «drogada». Esta forma de la marihuana está recomendada para múltiples situaciones, entre las que se encuentra el alivio de los efectos secundarios de la quimioterapia o el dolor crónico. Por supuesto esta forma de tratamiento debe ser recomendada y asesorada por un profesional, ya que no se puede saber a ciencia cierta cómo responderá tu cuerpo a ello si no se presta suficiente atención.
A día de hoy en España es legal la venta de derivados del cannabis que contengan CBD y menos de 0,3% THC que se supone que son sustancias completamente seguras y que no producen alteraciones en la salud. Muchas personas utilizan estos derivados para tratar los dolores crónicos, gastando mucho dinero en el camino, ya que debido a que no están reconocidos como tratamiento médico no está financiado por la seguridad social y son terriblemente caros. Tratamientos que no suelen durar más de un mes y que tienen un precio aproximado de 50€. Nos parece muchísimo más reaccionario no querer acabar con esta especulación de nuestra salud y bienestar. No darnos opciones que no signifiquen tener efectos secundarios, tolerancia y dependencia como ocurre con los tratamientos analgésicos con opiáceos que sí son recetados actualmente en nuestro país.
Esta forma de medicación no es perfecta, ya que también puede producir efectos secundarios, sin embargo estos efectos son muchos menos que los que incluyen los opiáceos. Entre ellos podemos encontrar: Aumento de la frecuencia cardíaca, Mareos, Alteración de la memoria y la concentración, Tiempos de reacción más lentos, Interacción negativa con otros medicamentos, Mayor riesgo de ataque cardíaco y accidente cerebro-vascular, Aumento del apetito (efecto beneficioso en el caso del cáncer), Potencial de adicción, Síndrome de vómito cíclico, Alucinaciones o padecimientos psíquicos y Síndrome de abstinencia. Ninguno de estos síntomas está ausente en los tratamientos con opiáceos y de hecho son más frecuentes en esos tratamientos que en los que se llevan a cabo con cannabis medicinal.
¿Por qué no es legal?
La razón por la cual el consumo de cannabis medicinal no se ha regularizado todavía en España, es que todavía muchos profesionales son escépticos de su aplicación sanitaria. Esto puede ser influenciado por la imagen marginal y peyorativa que tenemos a día de hoy de la marihuana y cómo ésta afecta a las personas. Es cierto que se han reportado casos de psicosis relacionados con el consumo de marihuana, pero no hay estudios suficientes para poder saber si es el CBD o el THC quién ocasiona ese efecto. Lo curioso es que a pesar de que no siempre ocurre, la mayoría de la gente sabe que este efecto secundario existe. ¿Cómo es posible entonces que no se sepa que otros tratamientos más comunes pueden producirlo también? La cuestión no es tanto por qué legalizar el cannabis medicinal, como por qué le tenemos tanto miedo a algo que en cuestión de resultados parece haber demostrado ventajas significativas respecto a otros tratamientos.
Es hora de que el control de la marihuana no caiga en manos de mafias que se enriquecen a costa de las necesidades de las personas más vulnerables y empobrecidas precisamente por sus condiciones materiales. Además, se ha demostrado que la prohibición no reduce el consumo, solo lo lanza a la periferia y lo marginaliza. La abolición del uso de drogas (sin fines médicos) debe pasar necesariamente por una regularización que garantice la seguridad de las personas que consumen a la vez que se da información sobre los riesgos y consecuencias del consumo. La abolición debe ser un proceso por el cual en nuestra sociedad resulte absurdo el uso de sustancias nocivas sin fines medicinales.
Conclusiones
El discurso prohibicionista queda muy bien cuando se habla en abstracto y en términos teóricos, la realidad es muy diferente a como la pinta dicho discurso. El consumo de drogas existe, es un hecho, ya sea de forma recreativa o medicinal. Es necesario legislar en materia de derechos para las personas que generan ese consumo, sobre todo hablando en términos de cannabis medicinal. No es lógico que mientras se criminaliza el consumo de CBD y otras variantes de derivados del cannabis, el estado se esté lucrando de los altos precios que estos derivados tienen en el mercado.
Un discurso de izquierdas, tiene en consideración las realidades materiales de todas las personas: Las enfermas, las discas y las locas también somos clase obrera y nuestras necesidades deben tenerse en cuenta. No se puede articular un discurso revolucionario dejándote a un porcentaje de la población fuera porque no conviene en tu desarrollo. Nosotras estamos hartas de que nuestras vidas sean ignoradas y tomadas como cuestiones de segunda o con menos importancia simplemente por no ser serviles al capitalismo. Eso también es reaccionario y también es contraproducente a la revolución. Necesitamos tratamientos que de verdad nos pongan en el centro, que hablen de la perspectiva de género, de la perspectiva trans y de las dificultades económicas de nuestros tratamientos. Que se tengan en cuenta todas las realidades y se busque por encima de todo que podamos vivir una Vida Digna y no tanto luchar porque podamos morir. Todas aplaudimos la aprobación de la ley de la eutanasia, sin embargo esta ley es capacitista en sí misma si no incluye además la aprobación de otras leyes que garanticen nuestra calidad de vida a todos los niveles: La Renta básica universal, la reforma de la ley de dependencia, la ley de regulación de la vivienda, la reforma de la ley de accesibilidad y, por supuesto, la ley de Cannabis Medicinal.
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