Afganistán, el capitalismo y las mujeres

Ha sido noticia, desencadenante de múltiples comentarios racistas, que los talibanes han tomado la capital de Afganistán. Ese país, que hasta ahora estaba asediado por el ejército estadounidense con el apoyo de nuestro país, ha sido invadido por el grupo terrorista armado por los propios Estados Unidos. Lo más aterrador es que no han tardado en llegar comentarios racistas e islamófobos para criticar esa invasión que lleva gestándose décadas.

Muchas activistas afganas y antirracistas han señalado, con razón, que parece que desde Occidente solo queramos ver que las cosas en Afganistán están mal ahora que USA se retira del país. Pero esta situación de indefensión de grupos vulnerables, en especial de las mujeres del país, lleva ocurriendo desde mucho antes. Durante la ocupación estadounidense, dos tercios de las jóvenes afganas no estaban escolarizadas, el 80% de las mujeres siguen siendo analfabetas, más de la mitad han sufrido violencia machista en el seno de su propia familia y el 75% afrontan matrimonios forzosos, en muchos casos antes de cumplir 16 años. Todo esto ha sido señalado por múltiples periodistas y activistas que allí se encuentran. Pero parece que solo importe cuando sirve como excusa para seguir dando un discurso sesgado y racista que responsabiliza a una religión de la violencia perpetrada por unos intereses socio-económicos.

Muchas activistas afganas y antirracistas han señalado, con razón, que parece que desde Occidente solo queramos ver que las cosas en Afganistán están mal, ahora que USA se retira del país. #AfganistanLibre

Situación Previa

Afganistán lleva en guerra dos décadas, durante las cuales muchas activistas han denunciado violencias machistas por parte del sistema del país, pero también por parte de las tropas de ocupación extranjeras. Violencias de todo tipo que han puesto en peligro la libertad de las mujeres del país desde el principio; pero que parece que no nos importaban hasta que han sido otras fuerzas quiénes las han perpetrado. Casi parece que Estados Unidos busque una excusa para volver a tomar el país bajo asedio militar con la excusa de que ahora las mujeres viven peor y están en peligro. Desde la invasión en 2001, Europa consideró que Afganistán era un país seguro para ellas y prefirió no aceptarlas como personas refugiadas que asumían riesgos si eran deportadas. Casi nadie puso el grito en el cielo entonces, a pesar de que muchas huían de agresiones sexuales, violencia de género sistematizada, discriminación y ausencia de futuro. Pero es que estas cuestiones se hacen aún más aterradoras cuando vemos los datos de asilo político de nuestro país. Durante el pasado año, España, solo concedió el 5% de las solicitudes de asilo político que se solicitaron.

Es bastante hipócrita por nuestra parte ignorar a las mujeres afganas hasta que los talibanes toman su país, mientras llevamos dos décadas beneficiándonos del asedio de su país por parte de nuestros gobiernos; expoliando sus territorios y lucrándonos a costa de seguir condenando a los países empobrecidos a la pobreza extrema.

“El cierre de fronteras provocado por el coronavirus ha generado un importante descenso en las personas que han podido llegar hasta nuestro país para pedir asilo. Estamos muy preocupados por las miles de personas que se han quedado atrapadas por las restricciones de movilidad provocadas por la pandemia, en países donde su vida corre peligro, sin poder acceder al derecho de asilo”.  

Paloma Favieres, portavoz de CEAR.

Por supuesto que la organización criminal es la peor solución posible para las mujeres afganas. Pero resulta curioso que solo importe ahora y no cuando España armaba a las tropas militares que ahora pertenecen a esos talibanes. Las mujeres van a ver mermados sus derechos, igual que los vieron mermados cuando fue tomado por Estados Unidos. Sin embargo, estas violencias se multiplican cuando hablamos de otras intersecciones además del hecho de ser mujeres.

En 2020 la organización HRW documentó, en entrevistas con 26 mujeres discapacitadas de tres de las ciudades afganas más importantes, las barreras a las que se enfrentan en uno de los países más pobres del mundo y con unas infraestructuras diezmadas tras décadas de guerra. En un país donde la guerra ha dejado una población altamente discapacitada y teniendo en cuenta que el 60% de las personas discapacitadas en el mundo somos mujeres, las mujeres discapacitadas se enfrentan al doble de violencias desde hace décadas.

«Fui a un ministerio para recoger un certificado (de ayuda) y me dijeron que podrían encontrarme un marido. Cuando me negué, el funcionario me dijo que solo podría conseguir el documento si me convertía en su novia»

Mujer con discapacidad residente en Kabul que prefirió guardar el anonimato.

Las mujeres afganas están aterradas ante la situación en la que se encuentra el país, más aún si son discapacitadas o pertenecientes al colectivo LGTBIA, pues las violencias a las que se arriesgan se multiplican potencialmente. Es nuestra obligación exigir, desde los países occidentales, el merecido asilo político de todas las personas que así lo soliciten, con especial hincapié en aquellas que estén especialmente en peligro por parte del gobierno talibán. Y recordar que no se trata de un favor, que el asilo no es un premio que damos desde occidente por nuestra buena fe. El asilo es reparación del daño que los países occidentales han generado en los países de las personas solicitantes de dicho asilo.

«Hace once años las fuerzas estadounidenses asesinaron a ocho miembros de mi familia, mientras dormían en plena noche. ¿Qué nueva miseria aguarda ahora? La mayoría de la gente es incapaz de darse cuenta de que 20 años de guerra produjeron el peor resultado posible. Entonces, ¿por qué ayudaría más violencia y muerte?»

 Activista afgana Fatima Ayub 

Situación Actual

Tras la caída de Kabul ante el ejército talibán, se hicieron virales las imágenes de los establecimientos, sobretodo de estética, que estaban retirando las imágenes de mujeres que promocionaban sus negocios. El verdadero borrado de las mujeres se hizo patente en las calles de la capital afgana a las pocas horas de declararse la derrota del país. Las amenazas contra las mujeres activistas, por parte de los talibanes, ha causado que la mayoría de activistas afganas hayan tenido que esconderse ante la inminente violencia a la que se las someterá por ser contrarias a las leyes islámicas.

Sólo en Kabul, las agencias humanitarias estiman que viven 100.000 viudas de una población total cercana al millón de habitantes. Eso significa que casi la mitad de las familias de la capital tienen como cabeza de familia a una mujer. Estos datos, por sí solos, ya contradicen las leyes islámicas, que no permiten a las mujeres hacer prácticamente nada sin que un hombre que sea hermano, padre o marido autorice dichas acciones. ¿Qué futuro les espera a estas mujeres ahora? La mayoría de las mujeres tienen prohibido trabajar, las familias que no tienen otra forma de sustento, quedan a merced de las ONGs de la zona. No sólo es el trabajo. Las mujeres tienen prohibido asistir a los centros oficiales de enseñanza de cualquier nivel. Tampoco pueden acudir a la consulta de un médico varón, aun cuando en su lugar de residencia no haya una mujer médico. Aún no queda claro si el régimen talibán va a permitir que las profesionales sanitarias continúen trabajando; de no ser así, las mujeres afganas quedarían vulnerables sin posibilidad de atención sanitaria. Además, las disminución de las donaciones internacionales tendrá un importante impacto en el ya precario sistema de salud afgano y, en consecuencia, en la salud de las mujeres afganas, pues más del 75 % de los presupuestos de Afganistán dependen de la ayuda exterior. Ni siquiera se les permite salir a la calle sin la escolta de un pariente masculino, e incluso en ese caso está prohibido que lo hagan sin burka, esa especie de tienda de campaña individual que les cubre de la cabeza a los pies, con un leve enrejado a la altura de los ojos, y las convierte en fantasmas azules (el color predominante en las calles de Kabul). Ante todas estas violencias, son muchas las mujeres activistas que se han rebelado contra las violencias sistemáticas y han inundado las redes sociales de vídeos, dejando muy claro que no van a rendirse y que, si les impiden estudiar, buscarán otras formas de acceder a los estudios. Se ha preguntado mucho en redes sociales por dónde estaban las feministas ante la toma de Kabul, bien, aquí están. Las mujeres afganas no necesitan que ninguna de nosotras las salve: ellas se bastan y se sobran para plantarle cara al machismo.

En las zonas ya definitivamente controladas por los talibán han cerrado 176 escuelas. Se ha prohibido el acceso de las niñas a la educación, y muchas de ellas son casadas a la fuerza a partir de los 15 años. Se reparten a las mujeres como botín de guerra, las violan y las azotan en público por sorprenderlas sin burka. Mientras, los niños son reclutados a la fuerza como soldados. El único recuerdo que dejan tras de sí los talibán es su violencia y el trato inhumano a las mujeres. Volverán a convertir otra vez en sufrimiento la vida de cientos de miles de mujeres. Rukhshana Media invita a las mujeres y niñas que viven en Afganistán a compartir con nosotras sus experiencias de vivir bajo los talibanes.

Pero las protestas en las calles tampoco se han hecho esperar: apenas unas horas después de la toma de Kabul, un pequeño grupo de mujeres afganas protagonizó la primera protesta feminista. Las activistas han desafiado el retorno del régimen talibán mientras defendían sus derechos al grito de frases como «la educación y la participación política es el derecho de toda mujer afgana»«las mujeres son la mitad de la sociedad». La imagen de la protesta fue difundida por la agencia de prensa afgana Pajhwok Afgan News y divulgada por Basir Fitri. En la fotografía aparecen cinco mujeres, cuatro de ellas sosteniendo carteles en los que, en dos, puede leerse el mensaje en inglés de «hay mujeres afganas». Pronto el vídeo de estas protestas se hizo viral en las redes sociales y pudimos ver a esas 5 valientes enfrentándose a un grupo de hombres armados hasta los dientes con tan solo sus pancartas improvisadas y su valor. Está claro que las feministas afganas no se van a rendir ni someter ante nadie, como llevan haciendo todo este tiempo, luchando por sus derechos y por los de toda la sociedad afgana al completo.

Conclusiones

Lo primordial ante esta situación es apoyar y difundir las voces de las activistas afganas, tanto las que están allí como todas las activistas migrantes que tenemos a nuestro alrededor y que hablan de las violencias que han vivido en primera persona. Ninguna feminista blanca tiene derecho de invisibilizar el discurso de estas mujeres por imponer su visión sobre las vidas de otras, eso tiene un nombre. El colonialismo también se ha hecho hueco en el feminismo y es hora de eliminarlo de nuestros espacios, escuchando y aprendiendo de nuestras hermanas afganas pero también gitanas, negras, latinoamericanas, asiáticas, etc.

Desde Rebelión Feminista, como de costumbre, ofrecemos nuestro espacio a cualquier compañera que quiera hacer pública su experiencia en torno a lo que está ocurriendo, y todo nuestro a apoyo a las luchadoras que siguen peleando por los derechos de todas. Nosotras como occidentales, tenemos la obligación de exigir a nuestros gobiernos la abolición de la racista ley de extranjería y la rápida eliminación del neocolonialismo de los territorios del Sur global. Al mismo tiempo que pedimos la reparación de los daños causados a través del asilo político de aquellas que lo necesiten.

Bibliografía

Un comentario sobre “Afganistán, el capitalismo y las mujeres

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  1. Lo que ha pasado en los últimos 40 años en Afganistán y especialmente ahora que queda bajo el control de los talibanes, es que frente a la igualdad que trae la modernidad, son impuestas normas que perpetúan los sistemas más patriarcales de organización. Las personas que no respondemos a lo que el heteropatriarcado esperaría de nosotras tenemos que estar más organizadas, al menos tanto como la gente que se reúne un rato todos los fines de semana en sus templos. En torno a una nueva religión atea/agnóstica, no dogmática, feminista, antirracista, ecologista y aliada de los movimientos LGTBIQ, lo conseguiríamos, y seguramente se formarían muchas comunidades. En infinito5.home.blog escribo sobre ella

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