Cambio climático: una mirada interseccional entre género y discapacidad

Unos pocos días tras la publicación del último informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, vemos en las noticias cómo las imágenes de incendios en toda Europa se suceden en las noticias, alternándose con medidas para aguantar la ola de calor. A pesar de esta cobertura en los medios, a menudo los efectos del cambio climático que se describen no tienen en cuenta a ciertos grupos de población (más allá de las personas mayores) cuyas necesidades e inquietudes son pasadas por alto, como por ejemplo las mujeres, personas discapacitadas o racializadas.

A menudo los efectos del cambio climático que se describen no tienen en cuenta a ciertos grupos de población (más allá de las personas mayores) cuyas necesidades e inquietudes son pasadas por alto.

El informe, elaborado por el Grupo de Trabajo 1, está centrado en los procesos que nos han traído hasta aquí y en la posible evolución teniendo en cuenta las diferentes variables y ha traído poca novedad en el contenido; lo que ha cambiado es el tono, ya que los científicos que lo elaboran han cerrado la puerta a los discursos que niegan la relación entre el cambio climático y la actividad humana, y reconocen que ya se han producido cambios irreversibles en nuestro planeta.  Dentro de unos meses, el Grupo de Trabajo 2 publicará su informe enfocado en los impactos del cambio climático, y el Grupo de Trabajo 3 se centrará en las medidas a tomar. Más adelante, se publicará el Documento de Síntesis de los anteriores.

En relación con los impactos mencionados, tanto los informes anteriores como estudios realizados por otres autores y organismos ya describían diferencias en la vulnerabilidad a los desastres climáticos en función de diferentes ejes de desigualdad, tales como el género, la pobreza pero también la racialidad o la discapacidad (FAO, 2008; Hayward y Joseph, 2018; IPCC, 2007; FAO, 2018). Estos impactos se sumarán a los riesgos generales asociados al cambio climático, que afectarán especialmente a las personas de regiones con menor acceso a recursos básicos, y que, por tanto, ya se encuentran en situaciones socioeconómicas vulnerables. Así, los cambios en los patrones de temperatura y precipitaciones generan y generarán una gran incertidumbre en la obtención de cosechas y la disponibilidad de agua potable o incluso de vivienda debido a las inundaciones, tifones o incendios y, por tanto, la provisión de alimentos, provocando problemas de malnutrición, la propagación de enfermedades y la pérdida del hogar a extensos grupos de población.

Género

En el informe del IPCC (2007) sobre impactos y vulnerabilidad se destacaba el efecto del género en el Box 8.2. (Género y desastres naturales), incluyendo los siguientes puntos: (a) Los hombres y mujeres se ven afectados de forma diferente en todas las fases del desastre, desde la exposición al riesgo o la percepción de este; las conductas de preparación, comunicación de avisos y respuesta; los impactos sociales y económicos; la respuesta en emergencias; y finalmente la recuperación y reconstrucción; (b) se ha demostrado que los desastres naturales resultan en un aumento de la violencia de género, y trastornos de estrés postraumático en mujeres; y (c) las mujeres contribuyen de forma importante en la disminución de estos impactos, a menudo de forma informal participando en la gestión de los desastres climáticos y actuando como agentes de cambio social. Debido a su resiliencia y sus redes, se convierten en agentes clave para la recuperación de los hogares y las comunidades.

Al fondo, un incendio forestal en un bosque. En primer plano hay un río de aguas tranquilas por el que dos niñes intentan escapar. Esta imagen recuerda los recientes incendios en la isla griega de Eubea, donde los habitantes y visitantes tuvieron que ser rescatados en ferry.

Así, en relación con los impactos, se considera que las mujeres son un grupo vulnerable debido a factores socioeconómicos, como la falta de control sobre los recursos naturales (incluyendo el agua), los medios de producción y la información, o la falta de participación en las decisiones, la falta de educación y la exposición a condiciones insalubres por la contaminación o la falta de higiene (UNWomenWatch, 2011). En un artículo de la BBC, los datos mostraron que a nivel global el 80% de las personas que se ven desplazadas son mujeres. Por poner un ejemplo, en los Estados Unidos, tras el huracán Katrina, el 83% de las mujeres que eran madres solteras y que recibían pocos ingresos no regresaron a sus hogares en Nueva Orleans. Además, en los refugios de emergencia que se crearon tras el desastre, no había disponibles suficientes productos sanitarios para las mujeres que se alojaron allí.  

La desigualdad en los roles sociales de mujeres y hombres también juegan un papel determinante en la percepción de los riesgos y la respuesta a los mismos. Así, por ejemplo, diferentes estudios destacan que en los desastres relacionados con el cambio climático, como inundaciones o incendios, los hombres tienen más tendencia a morir durante el evento al intentar proteger su hogar y sus bienes, por un concepto de masculinidad que promueve las acciones arriesgadas y “heroicas”; mientras que las muertes de las mujeres ocurren al refugiarse en casa o al tratar de escapar, a menudo demasiado tarde por la falta de información, por no haber podido aprender habilidades como nadar o trepar a los árboles, o porque no se les ha permitido abandonar el hogar sin el consentimiento de los hombres de la comunidad (Bradshaw y LInneker, 2014; Dankelman y Jansen, 2010). En relación con la violencia mencionada, durante y tras estos desastres las mujeres son también más vulnerables al tráfico organizado y a la explotación con fines de trata algo que han destacado diferentes organizaciones (Nellemann et al., 2011; Rogers, 2021).  

Sin embargo, hay que tener en cuenta que  no consideramos adecuado considerar a las mujeres solamente como víctimas o agentes pasivos como suele hacerse en la mayoría de estudios y políticas derivadas, que a menudo agravan el problema en vez de solucionarlo, por ejemplo a través de las llamadas “ayudas para el desarrollo” (Alston, 2014). Así, las representaciones simplistas y polarizadas  de las mujeres como un grupo homogéneo de  personas, a la vez víctimas y virtuosas han sido criticadas como un enfoque esencialista y binario, que no se corresponde con la diversidad de relaciones de poder existentes en diferentes contextos (Arora-Jonsson, 2011).   

Así, mientras que las mujeres del Sur global y de zonas rurales sufren más los impactos del cambio climático y de la degradación medioambiental por su mayor dependencia de los recursos naturales, las mujeres en el Norte global a menudo juegan un papel como consumidoras, sin que ello conlleve una influencia en la toma de decisiones financieras en el hogar (Röhr, 2007). Lo mismo ocurre cuando pensamos en estrategias de adaptación, donde las mujeres del Sur global a menudo disponen de menos recursos (económicos, educación, información) para prepararse ante los efectos del cambio climático.

Discapacidad

En los últimos años ha surgido el concepto de “ecocapacitismo”, que puede definirse como la forma de discriminación contra las personas discapacitadas a través de una lente ecológica y ambiental (Wolbring y Lisitza, 2017). Como ya señalábamos en nuestro post sobre ecofascismo, esto puede observarse en las políticas de reducción de residuos, donde la prohibición de envases de plástico o pajitas ha convertido muchos bares y supermercados en lugares poco accesibles.

En el caso del cambio climático, su impacto en las personas con discapacidad está relacionado con las consecuencias de las temperaturas extremas, la sequía, incendios e inundaciones, que pueden ir acompañadas de fallos en los sistemas eléctricos. Aquellos hogares con bajos ingresos son especialmente vulnerables, debido a la llamada “pobreza energética” (Escandón et al., 2019), no solo por no permitirles el uso de calefacción o sistemas de aire acondicionado, sino porque muchos dispositivos que necesitan en su vida diaria (sillas de ruedas o carritos eléctricos, nebulizadores, aparatos de oxígeno y otros dispositivos) dependen de la electricidad. Además, en caso de un desastre, estas personas pueden requerir de ascensores o sistemas alternativos para desplazarse a un lugar seguro (Gaskin et al., 2017).  

Un duro ejemplo lo encontramos en las tareas de rescate tras el huracán Katrina que tuvo lugar en el sureste de EEUU en 2005, donde muchas personas discapacitadas no pudieron ser evacuadas, debido al ecocapacitismo que no tuvo en cuenta sus necesidades a la hora de planificar su rescate, tales como la adecuación de señales de alerta o de medios de transporte adecuados. Otro ejemplo de este ecocapacitismo es el de los incendios en Australia, no se tuvieron en cuenta las necesidades de las personas discapacitadas a la hora de organizar la huida: la provisión de centros accesibles, la información en formatos que pudieran leer y entender tales como folletos y señales para personas ciegas o sordas, entre otros aspectos.  Además, cuando las personas discapacitadas se convierten en migrantes climáticos, sus dificultades para encontrar un lugar adecuado o las redes de apoyo necesarias son mayores que para las personas que no tienen una discapacidad. Por otro lado, el aumento de la frecuencia de estos fenómenos extremos relacionados con el cambio climático pueden conllevar un sufrimiento psíquico y emocional al exponer a las personas a sensaciones de peligro, daño, falta de recursos o muerte para sí mismos o para los demás, aumentando los casos de ansiedad y depresión, incluso con finales fatales (Berry et al., 2010).

Durante el huracán Katrina, un grupo de personas espera a ser evacuada en una carretera bajo la lluvia. Uno de los hombres a la izquierda va en silla de ruedas, y lleva un perrito marrón sobre sus piernas, dos personas le atienden. Algo más lejos, una mujer avanza con andador ayudada por un voluntario hacia el otro grupo. Fuente: https://www.hrw.org/news/2019/07/15/un-climate-resolution-emphasizes-protection-disability-rights

Es también importante destacar que el cambio climático también dificultará (aún más) el acceso de las personas discapacitadas al mercado laboral, y empeorará las condiciones laborales, tal y como reconoce la International Labour Organization (2018): las crisis económicas reducirán aún más las ofertas de empleo, aumentando la exclusión.

Pero no solo se trata de los efectos directos del cambio climático o el deterioro del planeta; a menudo, las medidas planteadas para su mitigación o para la adaptación no se planifican o implementan teniendo en cuenta a las personas discapacitadas. En el caso del cambio climático, esto ocurre en el sector del transporte, donde cada vez más se priman los medios que no dependen de combustibles y que generan pocas emisiones, como pueden ser ir a pie, la bicicleta, o el transporte público en lugar del vehículo privado. Sin embargo, estas opciones a menudo no son accesibles para personas discapacitadas. Un interesante ejemplo es el de Elizabeth Wright (2020), una mujer discapacitada física que narra cómo a pesar de sus esfuerzos, se siente culpable por no poder hacer más por el medio ambiente, ya que necesita su coche adaptado para desplazarse, aunque ya ha reducido gran parte de los  residuos que genera, y trata de realizar un consumo responsable de la ropa y productos de higiene que utiliza. Otro ejemplo que menciona es el de la planificación urbana: en las ciudades europeas las soluciones de adaptación y mitigación del cambio climático pasan por la creación de comunidades donde las calles sean seguras y libres de tráfico; Elizabeth (y muchas otras personas discapacitadas) estarían encantadas de vivir en esas comunidades, pero precisan que sus medios de transporte estén junto la puerta de su casa, y a menudo estos lugares no les ofrecen alternativas adecuadas.

Aunque desde entonces se han llevado a cabo actividades de formación por parte de grupos de personas discapacitadas, este tema no forma parte de las tendencias mayoritarias. La experiencia de estas personas a la hora de generar alternativas más inclusivas y accesibles nos beneficia a todes, pero choca con barreras sociales a pesar de los eslóganes y los objetivos de desarrollo sostenible de “no dejar a nadie atrás” y reducir las desigualdades (Leipoldt, 2006; Wolbring, 2009; Wolbring et al., 2013). Estas desigualdades se dan no solamente entre los países del Norte y el Sur global, sino también dentro de los países del Norte global, y a menudo solamente son abordadas a través de soluciones tecnológicas, que como hemos indicado, pueden quedar inservibles en situaciones de desastre o emergencia climática.

Conclusiones:

A la hora de generar estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático, que es ya un problema presente y de relevancia global, debemos hacerlo desde un cambio de paradigma, teniendo en cuenta esta perspectiva interseccional que no solamente incluya el género, sino también otros ejes de poder, como la clase social, la discapacidad, la raza o la ruralidad. Para ello, es necesario analizar y entender las dinámicas que se producen en las diferentes comunidades, sin recaer en sesgos de “salvador blanco” y permitiendo que sean ellas la que tomen las decisiones y construyan su propia resiliencia.  

Tanto las mujeres como las personas discapacitadas pueden contribuir enormemente al desarrollo de estrategias de mitigación y adaptación del cambio climático para toda la comunidad.

Tanto las mujeres como las personas discapacitadas, a través de su experiencia, pueden tener un mayor conocimiento, comprensión y aceptación de los conceptos de cuidados y de la interdependencia, y pueden contribuir enormemente al desarrollo de estrategias de mitigación y adaptación del cambio climático para toda la comunidad.

Relacionado:

Ecofascismo: La madre naturaleza y la cultura indígena.

Ruralidad, raza, género y COVID-19: una perspectiva anticapitalista y decolonial

Referencias

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Arora-Jonsson, S. (2011). Virtue and vulnerability: Discourses on women, gender and climate change. Global Environmental Change, 21(2), 744-751. https://doi.org/10.1016/j.gloenvcha.2011.01.005

Berry, H. L., Bowen, K., y Kjellstrom, T. (2010). Climate change and mental health: A causal pathways framework. International Journal of Public Health, 55(2), 123-132. https://doi.org/10.1007/s00038-009-0112-0

Bradshaw, S., y LInneker, B. (2014). Gender and Environmental Change  in the Developing World. [IIED Working Pape]. IIED. https://pubs.iied.org/sites/default/files/pdfs/migrate/10716IIED.pdf?

Dankelman, I., y Jansen, W. (2010). Gender, Environment and Climate Change: Understanding the Linkages. En Gender and Climate Change: An Introduction. Routledge.

Escandón, R., Suárez, R., Sendra, J. J., Ascione, F., Bianco, N., y Mauro, G. M. (2019). Predicting the Impact of Climate Change on Thermal Comfort in A Building Category: The Case of Linear-type Social Housing Stock in Southern Spain. Energies, 12(12), 2238. https://doi.org/10.3390/en12122238

FAO. (2008). Climate Change and Food Security: A Framework Document (p. 107). Food and Agriculture Organization of the United Nations. http://www.fao.org/3/a-au035e.pdf

Gaskin, C. J., Taylor, D., Kinnear, S., Mann, J., Hillman, W., y Moran, M. (2017). Factors associated with the climate change vulnerability and the adaptive capacity of people with disability: A systematic review. Weather, Climate, and Society, 9(4), 801-814. https://doi.org/10.1175/WCAS-D-16-0126.1

Hayward, R., y Joseph, D. (2018). Social Work Perspectives on Climate Change and Vulnerable Populations in the Caribbean: Environmental Justice and Health. Environmental Justice, 11, 192-197. https://doi.org/10.1089/env.2018.0008

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Wright, E. (2020, febrero 20). Climate Change, Disability, and Eco-Ableism: Why we need to be inclusive to save the planet. Medium. https://uxdesign.cc/climate-change-disability-and-eco-ableism-why-we-need-to-be-inclusive-when-trying-to-save-the-88bb61e82e4e

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