El cishetero patriarcado ha moldeado la imagen que tenemos de nuestros cuerpo, valorando ciertos rasgos como elementos de belleza. Los rasgos deseables pueden pasar desde ojos más o menos rasgados, nariz más o menos grande, pelo de una longitud o densidad determinada y un peso específico. Aunque todas estas características, este canon de belleza, ha ido cambiando dependiendo de la época. No obstante, esos rasgos valorados como indicadores de belleza, también incluyen tener dos brazos y piernas, 10 dedos en manos y pies y no tener ninguna enfermedad o discapacidad o, por lo menos, que esta sea perceptible por la sociedad.
El feminismo hace un gran esfuerzo por ayudar y poner en perspectiva los cánones estéticos, nos anima y da herramientas para ir hasta la raíz de los mismos y analizar nuestro “ideal de belleza” pero, desgraciadamente, no es suficiente. Y no lo es porque no solo el patriarcado machista asienta dichas características, también el capacitismo determina “lo bello”.
Las discas quedamos fuera de la deseabilidad: no es deseable la «imperfección» y en ningún caso se preocupan de si las personas discas sentimos o deseamos.
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La belleza.
A lo largo de la historia se han tenido en cuenta distintos rasgos para determinar lo que resultaba atractivo, homogeneizando los gustos, ya que cuando un rasgo se pone de moda, a todo el mundo le tiene que gustar lo mismo. Atendiendo a estas modas, podríamos establecer varios rasgos siempre presentes en “la belleza” que además siempre va orientada a la deseabilidad femenina:
- Es un concepto racista y occidental. Son las pieles claras y occidentales las que “triunfan”, las que resultan deseables. Para que una persona no blanca sea considerada guapa, ha de tener unos rasgos extremadamente armónicos, simétricos y llamativos. Incluso incluyendo algún rasgo «occidental». Un ejemplo de esto son las personas racializadas con ojos de colores claros, que resultan bellas porque incluyen un rasgo de la belleza blanca.
- Es un concepto machista que somete a las mujeres a diversas torturas para encajar en el molde: tacones o pies de loto, operaciones estéticas, arrancarse vello, etc. mientras que a los hombres, prácticamente, se les exige una higiene adecuada.
- Es un concepto LGTBIQ+fóbico. Una mujer con rasgos considerados como masculinos o viceversa, personas con rasgos indeterminados, andróginas, trans, etc. generan más rechazo, miedo y curiosidad que deseo.
- Es una capacidad, ya que cuanto más se aleja una persona del ideal, más capacidades le son negadas. Es común que a personas “feas” se les etiquete automáticamente como “tontos”. La belleza se asocia a la perfección y lo que se aleje de ello, no es deseable.
La belleza, por lo tanto, podemos asumirla como concepto fascista, ya que clasifica y excluye sin piedad a quienes no encajan en las proporciones perfectas del hombre de Vitrubio. Una vez más, el hombre es la medida y las mujeres sufren las consecuencias. Si nos fijamos en esos cánones de belleza históricos, la discapacidad no entra en ninguno, y es necesario introducir en la reflexión sobre la belleza y la sexualidad el capacitismo, ya que de forma paternalista y condescendiente las personas discapacitadas quedan fuera de la deseabilidad y no hay problema en ello: el canon no tiene discapacidad y quienes no la viven no se paran a pensar en ello, no desean la imperfección y en ningún caso se preocupan de si las personas discapacitadas sentimos o deseamos. Todo lo contrario, se nos desexualiza de forma sistemática como una forma de apartarnos del ámbito sexual. Se nos envían cientos de mensajes respecto a nuestra identidad disidente para que entendamos que no somos ni seremos jamás deseables.
La belleza, la imagen corporal y el deseo.
Según la definición de imagen corporal que nos expone Thomson (1990), esta consta de tres componentes: perceptual, cognitivo-afectivo y conductual. El componente perceptual es cómo percibimos nuestro propio cuerpo, el cognitvo-afectivo son las valoraciones que hacemos sobre nuestro propio cuerpo y el conductual se refiere a las conductas derivadas de los dos componentes anteriores. Simplificando estos conceptos, podríamos definirlos por cómo nos vemos, lo que sentimos sobre cómo nos vemos y lo que hacemos con ello. La imagen corporal que tenemos es la causante de los trastornos alimenticios o de las conductas de riesgo que se realizan con el objetivo de ser más deseables, con los peligros que eso pueda conllevar.
A la mayoría de la gente le gustaría ser deseable y gustar, ya que nuestra autoestima ha sido construida para basarse en gran medida en cómo nos ven les demás. Hay muchas razones por las que intentar acercarse a esa norma, a esos cánones: por presión, por gusto o por estrategia de superviviencia (cis passing, por ejemplo). Las formas en las que acercamos la discapacidad a ese canon no son menos invasivas que las de otras opresiones, pero se disfrazan de necesidades por salud. El ejemplo más obvio es el de las prótesis, como se intenta imitar al máximo una apariencia humana para que no se note que nos falta un brazo, una pierna o un ojo. Estas adaptaciones no son por nuestro bienestar en la mayoría de los casos, son una forma de esconder nuestra existencia y nuestra realidad a un mundo que prefiere seguir ignorando que estamos aquí.
Conclusiones
Cuando alguien nos atrae sexualmente o simplemente nos llama la atención su «belleza», necesitamos plantearnos por qué para poder cuestionar nuestros propios sesgos, estereotipos y nuestra propia sexualidad. No se trata de obligarnos a tener relaciones o considerar guapes a todo el mundo, si no valorar hasta dónde llegan nuestros prejuicios y de qué forma pueden convivir o no con la belleza.
Necesitamos cuestionarnos en todos lo ámbitos de nuestra vida, incluida la intimidad de nuestro deseo, porque ese deseo ha sido construido por un sistema que no quiere que se siga manteniendo la disidencia. Ese sistema reproduce en cada une de nosotres una imagen de lo que quiere que seamos, de lo que quiere que nos guste y de lo que quiere que hagamos. Cuestionarnos es parte del crecimiento y de la deconstrucción necesaria para poder luchar contra ese sistema huyendo de ese deseo normativo.
Bibliografía.
- Sonya Renee Taylor. Ed. Melusina, 2018. El cuerpo no es una disculpa.
- Bel Olid. Ed Capitán Swing, 2020. A contrapelo, o por qué romper el círculo de la depilación, la sumisión y el autoodio.
- Florence Given. Ed. Lunwerg, 2021. Mi belleza no es cosa tuya.
- Sexo y capacitismo, guía práctica.
- El género y la imagen corporal.
- Imagen corporal.
- La evolución del canon femenino a través de los tiempos. Yorokubu.
- Los cánones de belleza a través de la historia. Cultura bizarra.
- Proyecto Fénix, nadie se ríe de nadie. Nuestros cuerpos no van a pedir perdón.