«Mi madre no es tu chacha» y el cuidado de las trabajadoras racializadas del hogar

Desde el bloque racializado de las marchas feministas por el Día de la Mujer Trabajadora que se celebra el 8 de marzo, se pueden oír cánticos muy significativos como aquel gritado por hijas de migrantes y racializadas que entona algo así como “¡Mi madre no es tu chacha!”.

Actualmente, las mujeres migrantes y racializadas, empujadas a los márgenes de un sistema que las irregulariza a través de las violentas prácticas que tiene la Ley de Extranjería, ocupan el mayor porcentaje de trabajadoras del hogar y de los cuidados. Este trabajo asalariado se realiza en condiciones muy precarias, donde muchas veces se carece de prestaciones y/o derechos laborales que dignifiquen la labor de los cuidados y garanticen unas condiciones dignas para aquellas que se encargan de ello. Todo ello avalado por un sistema que sigue teniendo a los cuidados como una labor indeseable y de segunda cuando es un imperativo social cuidar y ser cuidades. Las labores domésticas deben reconocerse en todos los sentidos porque sin las trabajadoras del hogar el capitalismo no podría seguir lucrandose.

La división de género, raza y clase del trabajo asalariado

Es imperativo reseñar también que la división del trabajo está atravesada por el género, la raza y la colonialidad. Con esta, hacemos referencia al modo en la que la sociedad organiza la distribución del trabajo entre las personas según su identidad y cómo la opresión patriarcal, capital y colonial hace una lectura de ella, entendiendo que no podemos hablar sólo de una división sexual del trabajo, debido a que hay muchos más motivos los cuales actualmente el trabajo de los cuidados se encuentra precarizado y las causas por las cuales se encargan en su mayoría de él mujeres pobres, migrantes y/o racializadas.

El trabajo del hogar y los cuidados intersecciona de manera directa con dinámicas de género, clase y raza, las cuales reflejan cómo son aquellas mujeres-otras: las empobrecidas, las racializadas, las migradas, etc. Las que, una vez que las mujeres blancas con cierto estatus social consiguen incorporarse al trabajo asalariado, se hacen cargo de los cuidados de la esfera privada de estas últimas siguiendo el orden jerárquico de la división del trabajo que nos brinda este sistema. De nuevo se crea una jerarquía en torno a las opresiones en las que las mujeres blancas van a tener siempre un estatus mejor que sus iguales racializadas, por supuesto, con colorismo de por medio. Se divide a la lucha feminista a través de esta jerarquización y señalarla no es una división, sino un análisis feminista indispensable.

El maltrato y la violencia que reciben estás trabajadoras, como las cuidadoras que se ven empujadas a trabajar en un régimen de interna, están invisibilizados. Ello se debe a la condición de mujeres migrantes irregularizadas de aquellas que lo realizan en una economía sumergida, que las sitúa en un vértice donde están expuestas a este tipo de violencias.

Una sindicalización racializada, emancipadora y combativa

En el 2020, las trabajadoras del hogar y de los cuidados crearon el Sindicato de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados para demandar derechos y condiciones dignas en su espacio de trabajo en España, siendo este uno de los países que aún no ha ratificado el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Dicho tratado intenta eliminar las condiciones que violentan y precarizan a las trabajadoras del hogar y los cuidaos, además de invitar a eliminar la división del trabajo que dignifica los derechos de unos por encima de las otredades.

El movimiento de las trabajadoras del hogar y los cuidados reclama derechos laborales para todes, derecho al paro y que se realicen inspecciones de trabajo como en otros espacios para garantizar que las condiciones de violencia y precarización que se están dando actualmente, dejen de darse en un futuro.

Una emancipación que no deja atrás a las que cuidan

El feminismo necesita escuchar los cánticos de las hijas de aquellas que nos cuidan, aquellas migrantes, empobrecidas y racializadas, las cuales no son nuestras “chachas”. Las cuales necesitan despojarse de las garras de la Ley de Extranjería que no les permite reclamar unas condiciones más dignas y las empuja a la precarización. Una ley de extranjería que beneficia a los explotadores y deja indefensas, una vez más, a las víctimas de la explotación. ¿Cómo denuncias que no te hacen contrato si no pueden hacerte contrato sin tener los papeles en regla? Pero al mismo tiempo los papeles no se consiguen sin que tengas trabajo, lo que conlleva a una paradoja infinita de vulnerabilidad e indefensión administrativa y laboral.

La división del trabajo intersecciona con diferentes opresiones que el feminismo tiene que tener en cuenta; cuando se trata de luchar por la emancipación social de todas y cada una de las mujeres. Las madres, hijas, mujeres y niñas necesitan que este feminismo sea radicalmente decolonial, antirracista, anticapitalista y antiimperialista; impidiendo así que las condiciones de aquellas personas que se ocupan de la labor de los cuidados, siga siendo precarizada, cuidando así de quiénes nos cuidan, sin invisibilización ni maltrato.

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