Se define como aquella que es ejercida por el agresor sobre personas cercanas a la víctima con el único objetivo de causarle el mayor daño psicológico posible. El foco de la ira del agresor puede ser cualquier persona que sea lo suficientemente cercana a ella; hablamos aquí de familiares o amigos, aunque especialmente de les hijes. Es importante reconocer que en esta violencia existen dos víctimas, aquella sobre la que se ejerce la violencia directa y aquella que recibe la violencia de forma indirecta, pero lo que la define es que el objetivo último de la violencia ejercida o de las amenazas es el sufrimiento indirecto. Esto se explica muy bien con un ejemplo, como puede ser la sustracción de menores a la madre por parte del padre con el objetivo de hacerla sufrir. En este caso, por supuesto que los menores van a sufrir las consecuencias directas de la violencia y son víctimas de la misma, pero jamás debemos olvidar que está enmarcada en un cuadro de violencia de género que también afecta a su madre. Hay varias víctimas en la violencia de género y es hora de hablar de ello para poder crear leyes útiles que protejan a los menores de dichas acciones.
La Violencia Vicaria surge desde la imposibilidad de seguir ejerciendo violencia directa sobre las exparejas y como método de seguir produciendo dolor a las mismas. Así se ataca a aquello que la mujer más quiere, que pueden ser sus hijes, sus animales o familiares cercanos; la violencia de género no termina con la separación que tanto cuesta a menudo conseguir, sino que es alargada al extremo a través del sufrimiento de sentirse responsable de la violencia ejercida sobre aquellas partes de la familia que aún guardan relación con el agresor. La más habitual es aquella ejercida contra los menores en común, pues aún con denuncias de por medio, los agresores siguen manteniendo derechos de visita y la custodia parcial de los mismos que aprovechan para seguir maltratando a esa parte de la familia y, al mismo tiempo, a la mujer.
En la mayoría de legislaciones, los animales no forman parte de esta violencia; pero es algo que vemos a menudo cuando se trata de relaciones en las que no hay hijes: El agresor secuestra o hace daño de alguna manera al perro, gato, conejo, etc. que tienen en común o se mete en una disputa por decidir de quién es ese animal con tal de ejercer violencia sobre su víctima ahora que esta ha logrado huir de él.
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