Antirracismo en España

La ciudad de Mineápolis ha anunciado que va a indemnizar a la familia de George Floyd con la suma de 27 millones de dólares, lo cual no nos parece que compense en absoluto el asesinato de un ser humano. Esto en medio del mes del juicio de Chauvin, el agente que le asesinó el 25 de mayo del año pasado. Este homicidio causó una oleada de protestas contra la brutalidad policial y el racismo que sufre toda la comunidad de personas racializadas en el país norteamericano. Los medios de todo el mundo pusieron su foco en estas protestas que duraron meses, y seguimos esperando por la sentencia del ex-policía, que de momento está en libertad. Esto a la vez ha causado que cientos de casos de brutalidad policial hayan vuelto a resurgir para buscar su merecida justicia. Como el asesinato de Breonna Taylor, Tamir Rice o Eric Garner, debido a que, la mayoría de veces, el homicida no debe enfrentarse a ninguna consecuencia por sus actos y/o siguen ejerciendo su profesión.

Medios estadounidenses destacan que el 36% de las personas desarmadas que han sido asesinadas por la policía son negros, a pesar de ser el 13% de la población del país. Esto es una consecuencia directa del racismo exportado de Europa, traído por los colonos al robar el continente entero a los nativos, con la diferencia que aquellos que se quedaron en el norte eran los puritanos que salieron de Reino Unido, que tenían un fuerte discurso religioso extremista en el que se creía en la pureza de la sangre y en la supremacía de su raza y creencia espiritual. Esa retórica se implementó en la cultura que se estaba formando en el país, manteniendo la esclavitud como piedra angular de su economía y modo de vida. Cuando esta fue abolida, la segregación se encargó de recordar a esta población que los consideraban menos que ellos, no permitiéndoles escolarizarse o tener trabajos con condiciones laborales dignas.

Tantísimos siglos de dolor han creado una cicatriz en los ciudadanos afroamericanos, la cual ha dejado unas grietas en su sociedad que se extienden hasta el día de hoy y que pueblan toda la sociedad estadounidense. Sin embargo, creer que el racismo es exclusivo de Estados Unidos simplemente porque sea más visible, es absurdo. En España existe una historia de racismo estructural que también ha dejado una impronta social que llega hasta nuestros días, por ejemplo las consecuencias de «La Gran Redada» antigitana que se dio en nuestro país, siguen vigentes aunque de formas más disimuladas. No es ningún misterio España es un país, como todos, racista en el que existe brutalidad policial contra las personas racializadas, asesinatos contra estos y cárceles exclusivas para estos, llamadas Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs) donde vulneran derechos fundamentales de todo ser humano.

El #racismo en España no es una cosa que haya quedado en el pasado, ni mucho menos, y va siendo hora de dejar espacio a los discursos #antirracistas

Racismo en España

A pesar de que el mundo tenía puesta la mirada en los asesinato racistas en Estados Unidos, España ignora los propios. Mientras la humanidad entera hablaba de las protestas por el asesinato de Floyd, en España se acabó con la vida de un joven llamado Ilyas, de tan solo 18 años por asfixia al usar fuerza excesiva tratando de contenerlo, al igual que a George Floyd. En 2018 falleció Mame Mbaye, que, a pesar de haber vivido más de 10 años en España, nunca se le concedieron los papeles y, tras una persecución policial, murió de un infarto. Esto es un asesinato social porque el racismo institucional que tenía a este hombre sin sus derechos humanos, lo llevó hasta la muerte.

En 2011, Samba Martine murió tras negársele atención médica adecuada en un CIE y un joven de la misma edad que Ilya fue declarado muerto en un centro para menores no acompañados por un infarto al corazón a pesar de que la familia de este dijera que se le habían encontrado arañazos y moratones en su cuerpo. Los casos de muertes violentas en cárceles de todo tipo, con explicaciones ridículas, se multiplican cuando hablamos de personas racializadas. No son los únicos en morir por culpa de un sistema racista que convive con la sociedad española, que persigue, criminaliza, agrede y daña a todas las personas racializadas. Pero, a pesar de eso, el movimiento antirracista se ignora y criminaliza en este país aunque se organicen manifestaciones, se creen asociaciones y se trate de educar y deconstruir a la gente. Tanto los políticos, los medios y gran parte de la población se centra en repetir el discurso de “España no es racista”.

La población racializada en España es reducida cuando se compara con Estados Unidos, la población negra solo constituye el 2,4% de España, por lo tanto, resulta más fácil para los medios invisibilizarlos y tratar de acallarlos cuando tratan de hablar de sus experiencias. Y al mismo tiempo esta cifra es instrumentalizada por el sistema racista en todas sus formas: el poder judicial lo instrumentaliza para no hacer el único trabajo que tiene; dar justicia, y los políticos para dar la espalda a parte de su pueblo, llegando incluso a cierta ultra derecha que trata de eliminar el delito de odio por razones de raza o religión.

¿A qué se debe este bajo porcentaje?

No podemos olvidar que, hasta hace poco tiempo, España vivía en una dictadura. En esa época había una persecución de todo aquel ciudadano que no formara parte del ideal fascista de Franco, por lo que aquella población extrajera tuvo que huir o enfrentarse a penas de cárcel o incluso el asesinato. Hoy en día, España tampoco es el país más fácil al que entrar: conseguir el permiso necesario para acceder a España fuera de la Unión Europea no es fácil. Y más desde países donde la población no es blanca. La burocracia necesaria es excesiva y muy costosa, y a pesar de tener familia directa en el territorio español que pueda escribir una carta de recomendación, pueden negar la entrada incluso al estar ya en el aeropuerto en España, llevando a esas personas al CIE o siendo extraditadas al momento. La mayoría de las personas que tratan de llegar al país deben hacerlo desde otros países europeos o desde otros medios no convencionales, arriesgando sus propias vidas para llegar al país.

Desde una perspectiva más personal, no hay día que recuerde al amigo de mis padres que se quitó la vida al volver a Colombia tras múltiples rechazos del gobierno Español, siendo deportado, estafado y forzado a tener trabajos basura en las que no se le permitía subsistir. No podemos ignorar a las 15 vidas asesinadas intentando cruzar el Estrecho de Gibraltar en 2017, ni las cientos de vidas que se ha cobrado la violencia policial o la terrible Ley de Extranjería. No podemos olvidar que aún a día de hoy seguimos siendo testigos de asesinatos sociales a personas migrantes que se ven abocadas a la marginalidad o a trabajos contrarios a los derechos humanos para poder comer. No podemos ignorar que esto es el día a día de nuestro país y que esto no es algo único de Estados Unidos. De nada sirve apoyar los movimientos del Black Lives Matter fuera de tus fronteras, mientras financias y sostienes un sistema racista que asesina y encarcela a cientos de personas por el hecho de no ser blancas, que criminaliza sus formas de vida y les arroga a la indefensión más absoluta.

Como pueblo, debemos unirnos para combatir el racismo, acudiendo a manifestaciones, exigiéndoles a nuestros políticos que escuchen a las personas racializadas, escuchando a nuestros compañeras y, sobre todo, crear espacios seguros para que se expresen sin ser juzgadas por su condición.

La Revolución será antirracista, o no será.

Bibliografía:

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