El pasado lunes 8 de marzo, por el día de la mujer trabajadora, Daniela Santiago, una de las actrices protagonistas de la serie «Veneno» fue invitada al acto institucional que organizaba el Ministerio de Igualdad.
Durante su discurso Daniela recitó un fragmento de la obra de Audre Lorde, reconocida activista feminista negra y lesbiana que, junto a Angela Davis y bell hooks, desarrolla los postulados principales del feminismo afroamericano. Dicho extracto era una demanda por los derechos y la liberación de las mujeres que se encuentran en los márgenes. Este acto, grabado en vídeo y publicado posteriormente en redes sociales por múltiples medios, recibió una respuesta casi inmediata por parte de la caverna fascista y trans excluyente, derivando en discursos de odio que dejaban clara la total invisibilización de las autoras y activistas racializadas por parte de aquellas que abogan por un feminismo blanco, hegemónico y normativo.
De nuevo, en el día del año en el que más se debe reclamar por la liberación de la mujer, nuestras vivencias fueron acalladas, y las realidades, marginalizadas y silenciadas. La reproducción de las palabras de Audre Lorde por parte de Daniela Santiago no fue bien acogida por la reflexión a la que invitaba, sino que recibió comentarios tanto tránsfobos como racistas por parte de la bancada que decide ignorar conscientemente el daño que hace el feminismo hegemónico a la lucha contra el patriarcado. Porque Audre en la boca de Daniela les daba justo en el privilegio de clase, porque por una vez las reclamas leídas no les servían a ellas, porque por una vez no se beneficiaban de ese discurso.
Las violencias impuestas por el feminismo hegemónico comienzan por la homogeneización de la mujer en una sola idea de ella: cisblanca, normativa, heterosexual, burguesa, no discapacitada y/o neurotípica. Toda aquella realidad alejada de esa idea de mujer, ha sido constantemente ignorada por los debates feministas ejecutados en espacios dominantes donde las subalternidades no eran escuchadas. Por eso ha molestado tanto que se preste atención por primera vez.
«Quienes somos pobres, lesbianas, trans, negras, viejas… sabemos que la supervivencia no es una asignatura académica, es aprender a mantenernos firmes en la soledad y a hacer causa común con otras que también están fuera del sistema”.
Daniela Santiago citando «La hermana, la extranjera», de Audre Lorde
Pese a que las olas del feminismo que categorizan la narración histórica del movimiento no mencionan de forma ardua a aquellas figuras alejadas de la hegemonía, esas mujeres no normativas ya se encontraban ahí desde hace mucho tiempo. Siempre hemos estado aquí, en medio de la tormenta. Un ejemplo de ello podemos encontrarlo mucho antes del auge de los feminismos negros o afroamericanos en la academia teórica, donde nos topamos con la voz de Sojourner Truth y su célebre discurso abolicionista: «¿Acaso no soy una mujer?», el cual suponía la enunciación de realidad de una mujer negra afroamericana del siglo XIX que acababa de ser liberada del dominio esclavista. En él encontramos muchas similitudes con los actuales reclamos debido a que las presentes demandas enunciadas por las pobres, las racializadas, las trans, las neurodivergentes, las discas, las disidentes de género; no difieren mucho de lo reclamado por Sojourner Truth debido a que las mujeres de la otredad seguimos estando fuera del debate.
Se continúa hablando de nosotras pero sin nosotras, se continúa simplificando nuestra identidad hasta el punto de llegar a negarla. Invisibilizar nuestras realidades múltiples y la complejidad que ellas suponen ocultar la intersección de opresiones dentro de una misma identidad y cómo ello puede llegar a interponerse en la emancipación colectiva de las mujeres. Todo ello se produce mediante la continua universalización de la mujer reduciéndola tan solo a una realidad y/o una idea de mujer por parte del feminismo hegemónico. Una idea construida socialmente por el mismo sistema patriarcal para seguir manteniendo la opresión.
Otro #8M2021 en el que nos avergonzamos de las declaraciones transexcluyentes y del odio lanzado contra compañeras en nombre de un feminismo que nunca será exclusivo de la hegemonía.
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Tanto el discurso de Sojourner Truth como el de Audre Lorde recitado por Daniela Santiago, tienen cabida a día de hoy dentro de una sociedad que continúa invisibilizando la realidad de las mujeres no hegemónicas. Donde se pretende romper el techo de cristal para unas pocas mientras que las otras seguirán recogiendo los restos de las violencias sistémicas producidas por el patriarcado y amparadas por la conservación de un sistema racista, clasista y colonial. Hasta que no seamos escuchadas y tomadas en consideración todas, la liberación colectiva de las mujeres no llegará y al final es lo que le interesa a esa parte del feminismo hegemónico, mantener sus privilegios de clase para que las marginadas cuidemos a sus vástagos por una miseria en condiciones infrahumanas y que todavía crean que les debemos dar gracias por ello, como han demostrado los últimos días.
Necesitan que nuestros derechos no sean reconocidos para seguir explotandonos laboral, sexual, reproductiva y moralmente. Nos necesitan en los márgenes para seguir nutriendo sus reclamas con nuestras desgracias y con nuestro dolor. Nos necesitan desposeedoras de visibilidad para seguir haciendo pasar su discurso como nuestro. Se benefician de forma directa de nuestras opresiones, por eso nunca serán compañeras.
Por un feminismo Interseccional, decolonial, anticapitalista, anticapacitista, anticuerdista, transinclusivo y con todas las compañeras y compañeres a nuestro lado.
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