La repronormatividad en las vidas trans

Estamos rodeadas de expectativas sobre qué tenemos que hacer y quiénes debemos ser. Estas expectativas forman parte de nuestras vidas tanto como las cosas que hacemos y las personas que somos, porque dan forma a la concepción que nos hacemos de ello. En los feminismos, por ejemplo, nos referimos a las distintas formas de masculinidad y feminidad para hablar de cómo estas expectativas cruzan con nuestros modos de construir nuestras vidas según nuestro género, o de cómo rompemos estas expectativas (en el caso de la masculinidad feminina y la feminidad masculina). Hablamos también de como los supuestos de la heterosexualidad y sus dinámicas son factores de los que partimos para poder entender nuestra sexualidad, y con los que nos relacionamos inevitablemente.

Más especialmente, existen supuestos sobre la reproducción que nos marcan. Es claro que son supuestos, expectativas, y no realidades naturales, porque la reproducción biológica ─es decir, genética─ de las personas se asienta sobre un sistema de parentesco dado para una sociedad concreta. En otras palabras: la reproducción está socialmente organizada, es social o, mejor, es una construcción social. Desde las esterilizaciones forzadas a la comunidad gitana o a la comunidad disca (entre otras mil comunidades) al mito de la familia heterosexual nuclear pasando por la prohibición y la instrumentalización estatal del aborto, la reproducción está socialmente regulada por normas en torno a la raza, la capacidad, el género y la sexualidad, y relacionada estructuralmente con las condiciones capitalistas. «La repronormatividad hace referencia a la simbiosis entre Estado, reproducción y sexualidad para liminar y controlar el parentesco», de acuerdo con Weissman (2016).

Según Weissman, «la #repronormatividad hace referencia a la simbiosis entre Estado, reproducción y sexualidad para liminar y controlar el parentesco».

En este artículo trataré la regulación social de la reproducción relacionada con las vidas trans.

Repronormatividad y sexualidad

Aunque el trabajo feminista y antirracista sobre la reproducción lleva en pie medio siglo (en textos como los de Gayle Rubin o Angela Davis), la primera autora que propuso el concepto de «repronormatividad» fue Katherine M. Franke. Franke no da una definición concreta de lo que entiende por «repronormatividad», sino que discute los enfoques feministas en torno a la reproducción y la sexualidad, codificados normalmente ─según ella─ desde la dependencia y el peligro (del acoso sexual). El objetivo de su artículo es «Teorizar el », en una especie de revisión de la “guerra de los sexos” ─ mejor conocida en inglés como “sex wars”. Es evidente para ella que se trata de

«sugerir que reconozcamos la procreación como una preferencia cultural en lugar de como un imperativo biológico, y explorar a continuación modos en los que disminuir, o por lo menos modificar, las exigencias de adaptarse a esa preferencia».

Traducción libre de Theorizing Yes, Franke, 2001.

Aunque su discusión está más relacionada con la institucionalización de la maternidad a partir de la dependencia, Franke recuerda que la repronormatividad se establece ocultando en sus márgenes políticas anti-inmigración y contrarias a las «mujeres racializadas y otras mujeres cuya reproducción ha sido obstaculizada estructuralmente, si no prohibida». La conversación tiene que incluirnos a todas, en la medida en que estamos afectadas, de una forma o de otra, por la repronormatividad. Anna L. Weissman explica en su estudio de forma más clara el concepto de «repronormatividad»:

«Empleo el concepto de repronormatividad para referirme al paradigma limitado a los actos heteronormativos de reproducción legitimados y aprobados por el Estado a través de la familia heteronormativa patriarcal, y sirve a la reproducción del Estado-nación heteropatriarcal».

Traducción libre de Repronormativity and the Reproduction of the Nation-State, Weissman, 2016.

El trabajo de Weissman explora la posibilidad de que la repronormatividad en general y sus dinámicas expliquen mejor la tolerancia hacia el colectivo LGTBQ que la religiosidad. Trabajando sobre indicadores de opinión pública y política y legislaciones relacionadas con el aborto, el colectivo LGTB y el control sobre la migración en Francia, Polonia y Reino Unido, la autora concluye que «el control sobre la reproducción está íntimamente relacionado con una constelación de etnonacionalismo, homofobia y xenofobia». Como siempre, sin embargo, los análisis mencionan la heteronorma y olvidan la cisnorma.

Repronormatividad y vidas trans: eugenesia pasiva

Es raro encontrar en estos estudios el término “cisnorma”, o incluso la palabra “transfobia”; parecen ser relevantes sólo cuando el trabajo se centra en la comunidad trans. En cambio, la cisnorma (basada también en la regulación de la conducta sexual y de los cuerpos) permea de forma muy intensa la heteronorma, es la base ideológica sobre la que se asienta. Y, con ello, condiciona las normas sobre la reproducción genética y los espacios sociales en los que se mueve. Sin embargo, sólo se hace visible a la crítica trans, intersex y queer, igual que antes la heteronorma sólo se hizo visible a partir de la crítica gay, lésbica, bi y queer. (Y a pesar de que la crítica bi ha sido enormemente ignorada hasta la actualidad).

La repronormatividad afecta a las vidas trans de varias formas. En primer lugar, se nos presupone un desinterés inmediato en la reproducción genética, por lo cual es habitual que no se nos informe (más allá de la esterilización) sobre los efectos de los tratamientos que muchas seguimos en nuestra capacidad reproductiva. En muchos países la legislación fuerza la esterilización por métodos permanentes (ver: Informe de Mapeo Legal Trans, 2019). En todo caso, el tratamiento hormonal que siguen muchas personas trans gestantes no afecta necesariamente a la capacidad reproductiva; y los tratamientos hormonales basados en estrógenos, aunque suprimen la espermatogénesis cuando sitúan la testosterona al nivel medio en mujeres cis (Vereecke et al., 2020), en muchos casos sólo necesitan ceder unas semanas para volver a mantener capacidad reproductiva (Schneider et al., 2016).

Ideológicamente, se presupone que las personas trans no estamos interesadas en la reproducción genética; políticamente, en muchos países la legislación nos fuerza a esterilizarnos.

Más concretamente, tener un sexo legal masculino supone para muchas personas trans gestantes la negación de atención sanitaria especializada en salud sexual y reproducción, ya que se presupone que un hombre no debe necesitar de ella. Es el «borrado institucional» de las experiencias trans, tal y como lo describen las revisiones de Besse et al. (2020) y Sbragia y Vottero (2020), producido por la cisnorma. Besse et al. destacan que

«… en el caso de la atención a la salud reproductiva, las personas transgénero a menudo experimentan formas significativas de discriminación, estigma y borrado en los espacios médicos por parte de sus médicos, el personal administrativo y las infraestructuras. […] Los supuestos cisnormativos sobre el estatus y las experiencias de la persona embarazada excluyen a menudo a hombres trans y personas no binarias con una expresión de género masculina».

Traducción libre de Besse et al., 2020.

Estos supuestos cis repronormativos también condicionan la ignorancia general de les especialistas sobre las realidades trans y el cisexismo de la terminología más popularizada. Esta situación exige a las personas trans tomar una decisión: o bien no se acude a la consulta, o bien se hace y se opta ─en el mejor de los casos─ por tener que educarles, por esconder que se es trans o ─en el más común de los casos─ por resignarse a aceptar la autoridad médica del profesional de salud, que tiene la última palabra (FELGTB, 2020; Jaffee et al., 2016; White-Hughto et al., 2015). En este ámbito, el trato discriminatorio y la falta de reconocimiento en general son habituales. La revisión que hacen Besse et al. (2020) de las experiencias de las personas trans interesadas en la gestación y las estrategias que adoptan destaca tres posturas principales:

  1. Se “detransiciona” provisionalmente en ciertos contextos, obteniendo los posibles beneficios relativos de adaptarse a la repronorma cis a costa del sufrimiento que produce el armario;
  2. O bien se intenta esconder el embarazo mientras sea posible, limitando el acceso a apoyos y posibles recursos sociales (como la atención médica especializada);
  3. O bien se opta por ser visiblemente trans y gestante, opción que supone enfrentarse a discriminación y agresiones en todos los ámbitos debido a la transfobia social.

La revisión de Sbragia y Vottero (2020) identifica una serie de factores clave que se repiten en las experiencias asociadas a la atención especializada para las personas gestantes:

  • La negociación inevitable con el binarismo en distintos aspectos. En primer lugar, en relación a la identidad sexual legal: las personas no binarias no quedan reconocidas en ningún caso o bien, junto a algunos hombres trans, son reconocidas legalmente como mujeres (faltando a sus derechos) o, en el caso de las personas gestantes reconocidas legalmente como hombres, se les niega atención especializada en salud reproductiva y sexual (faltando de nuevo a sus derechos). Estas son también dificultades derivadas de los supuestos cis y hetero, aunque el estudio las diferencia de manera tajante.
  • Conductas adaptadas en respuesta a la atención sanitaria: «ansiedad, estrés, miedo e incomodidad», experiencias que en general son compartidas con las mujeres cis en la consulta ─el demográfico más extendido en esta especialidad─ pero que en el caso de las personas trans es más acusado, en parte por los factores mencionados antes, así como por la ignorancia de les especialistas en relación a las realidades y necesidades de la persona trans y, finalmente, por la conjunción entre el estigma que sufrimos y la probabilidad mayor de incomodidad en relación a los genitales.
  • Discriminación verbal y no verbal, más acusada en especialidades marcadamente más generizadas, como es la especialidad en salud sexual y reproductiva. Esto incluye no sólo falta de reconocimiento básico (trato con un nombre o un género gramatical que no se usa) o la patologización sino también, con ello, la práctica de exámenes físicos innecesarios (una forma de abuso evidente) o, directamente, negarse a atender o tratar a la persona trans. «Prácticamente todos los estudios identificaron que a los hombres trans se les había negado atención médica o habían tenido experiencias de rechazo por parte de algún médico».
  • Una ignorancia general acerca de las necesidades de las personas trans por parte de los médicos, habiéndose documentado que es habitual que las propias personas tengan que educar a los profesionales de la salud ─ así lo indicaron un 24-56% de personas trans (según el estudio). Esta ignorancia está asociada al trato discriminatorio y a la falta de confianza en les especialistas. La ausencia de las potenciales necesidades de las personas trans en los currículos de formación en ciencias sanitarias suprime «las vidas y experiencias trans de las narrativas en torno a la atención sanitaria».

Otros trabajos importantes son los del proyecto internacional Trans Pregnancy, que se dedica a investigar en torno a las experiencias y necesidades de las personas trans gestantes, presentando revisiones de políticas y recomendaciones en materia de atención sanitaria. Hay también que mencionar las dificultades relacionadas con el acceso a técnicas de reproducción asistida y la fuerte brecha por clase social; he preferido dejar este tema fuera del artículo por longitud, por tiempo y por no haber suficiente bibliografía para tener una idea clara de cuál es la situación de las personas trans en España (el artículo de Boada et al., 2014, tiene un punto de vista totalmente cisnormativo [y por eso no merece la pena citarlo en la bibliografía final]; el artículo de Martínez, 2017, citado en la bibliografía ampliada junto a otros, no trata el tema más que de forma muy tangencial).

Conclusiones. ¿Eugenesia pasiva?

Blas Radi (2020) rescata el concepto de «eugenesia» de Bowman (1996), que distingue entre la «eugenesia activa» y «pasiva» para hacer referencia en el primer caso a «las políticas que fomentan u obstaculizan la reproducción entre ciertos grupos» y, en el segundo caso, a las «políticas que, aunque no tratan abiertamente de obstaculizarlas, tienen los mismos efectos”». Radi se apoya en este concepto para entender mejor las medidas políticas relacionadas con la reproducción en las personas trans. Recuerda que «retirar las exigencias de la esterilización forzada no es equivalente a desarrollar políticas para la preservación de la fertilidad y para la planificación familiar». Mientras se asuma el esquema cis repronormativo que se asienta en los mitos del “cuerpo equivocado” y la “disforia de género”, se mantendrá esta eugenesia y su imaginario político: «(1) el embarazo trans es ilegal; (2) si no es ilegal, es inviable; (3) si no es inviable, es invisible».

Los resultados del trabajo de la FELGTB (2020) son muy limitados, de forma que no se sabe con claridad si efectivamente la presión para asumir modificaciones corporales alcanza a la mitad de la gente (¿abiertamente?) trans o a una parte más grande; tampoco se conoce si les especialistas ofrecieron a las personas trans acceso a técnicas de preservación de gametos (en la actualidad, en España, esta opción está limitada a las opciones privadas) o les informaron sobre las consecuencias para su capacidad reproductiva más allá de los mitos científicamente falsados. Es evidente que el estigma sobre la reproducción trans es auténtico, y que a buena parte de nosotres se nos presiona para renunciar a esa posibilidad. El acceso a la reproducción es fundamentalmente un indicador de a qué grupos les está permitida la pervivencia social. Es por ello que la brecha de clase está asociada al género y a la sexualidad, a la capacidad y a la raza.

Bibliografía usada

Besse, Lampe y Mann (2020), “Experiences with Achieving Pregnancy and Giving Birth Among Transgender Men: A Narrative Literature Review”, en Yale Journal of Biology and Medicine, v. 93(2020), pp.517-528.

FELGTB, Las personas trans y su relación con el sistema sanitario, 2020.

Franke, K. M. (2001), “Theorizing Yes: An Essay on Feminism, Law, and Desire”, en Columbia Law Review, v. 101, pp. 181-208.

ILGA, Informe de Mapeo Legal Trans. Reconocimiento ante la ley, 3ª edición (2019).

Jaffee et al. (2016), “Discrimination and delayed health care among transgender women and men Implications for improving medical education and healthcare delivery”, Medical Care, v. 54(11), pp.1010–1016.

Radi, B. (2020), “Reproductive injustice, trans rights, and eugenics”, Sexual and Reproductive Health Matters, v. 28(1).

Sbragia y Vottero (2020), “Experience of transgender men in seeking gynecological and reproductive health care: a qualitative systematic review”, en JBI Evidence Synthesis, 2020, v. 18(9), pp.1870–1931.

Schneider et al. (2015), “Testicular Functions and Clinical Characterization of Patients with Gender Dysphoria (GD) Undergoing Sex Reassignment Surgery (SRS)”, en The Journal of Sexual Medicine, v. 12(11), pp. 2153-2159.

Vereecke et al. (2020), “Characterisation of testicular function and spermatogenesis in transgender women”, en Human Reproduction.

Weissman, A. L. (2016), “Repronormativity and the Reproduction of the Nation-State: The State and Sexuality Collide”, en Journal of GLBT Family Studies, v. 13(3).

White-Hughto et al. (2015), “Transgender stigma and health: a critical review of stigma determinants, mechanisms, and interventions”, en Social Science & Medicine, v. 147, pp. 222–231.

Bibliografía ampliada

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Davis, A. (orig. 1981; trad. 2005), Mujeres, raza y clase, Akal, Madrid (2005); especialmente el cap. 12, «Racismo, control de la natalidad y derechos reproductivos», pp. 203-220.

De Nie et al. (2020), “Impaired semen quality in trans women: prevalence and determinants”, en Human Reproduction, v. 35(7), pp. 1529-1536.

Grant et al. (2011), “Injustice at every turn: a report of the National Transgender Discrimination Survey”, National Center for Transgender Equality and the National Gay and Lesbian Taskforce.

James-Abra et al. (2015), “Trans people’s experiences with assisted reproduction services: a qualitative study”, en Human Reproduction, v. 30(6), pp. 1365-1374.

Lampe, Carter y Sumerau (2019), “Continuity and change in gender frames: The case of transgender reproduction”, Gender & Society, v. 33(6), pp. 865-887.

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