La burguesía del techo de cristal

El techo de cristal es una cuestión que está en boca de prácticamente todo el mundo durante estos días debido a las vicepresidenta de EEUU Kamala Harris. Pero debemos recordar que todo lo concerniente a esta metáfora del machismo en el ámbito laboral, no es lo único que debemos enfrentar o el último gran objetivo. El acceso a este tipo de puestos más prestigiosos no es algo que se dé en el día a día de millones de mujeres, lo es ver cómo sus compañeros masculinos pasan por encima de ellas sin poder hacer nada o los pluses que no cobran por ser mujeres. Al final volvemos a lo de siempre, crear meritocracias falsas que crean la falsa idea de que si se está oprimida es porque no te esfuerzas lo suficiente, porque mira Kamala Harris, Beyoncé, Ana Botín o similares. El techo de cristal, como ya hemos hablado otras veces, se convierte en una reclama del feminismo burgués que no apela a la realidad de las mujeres, si no a los intereses de una clase adinerada.

El techo de cristal

Se denomina techo de cristal a los impedimentos que encuentran las mujeres a la hora de acceder a puestos de importancia en organizaciones o empresas de todo tipo (desde empresas destinadas a los cuidados, consideradas femeninas, hasta los puestos gubernamentales de cualquier país.) 

Si bien el concepto existe y es algo que nos debe preocupar, no debemos caer en la trampa de pensar que, por el mero hecho de tener a una mujer al frente de una organización, esta se convierte automáticamente en más feminista o mejor. El capitalismo brutal en el que viven inmersas las empresas con ánimo de lucro y las organizaciones que no lo tienen pero que se ven afectadas por él, van a seguir impregnadas independientemente de que su dirigente sea una mujer. Y esa mujer se beneficiará a su vez de sus privilegios de clase y los utilizará en contra de otras mujeres. El sistema no cambiará porque lo haga la persona al mando si esta sigue el mismo camino, que ya sabemos lleva a la discriminación.

Si bien el concepto #TechodeCristal existe y es algo que nos debe preocupar, no debemos caer en la trampa de pensar que, por tener a una mujer al frente de una organización, esta se convierte automáticamente en más feminista o mejor.

El suelo pegajoso 

El suelo pegajoso se refiere tanto a la dificultad del acceso al trabajo, como a la diferencia que hay en este acceso, mayor precariedad, temporalidad, mayor carga de trabajo en el hogar… Debemos ser conscientes desde el feminismo, que la opresión de clase no desaparece cuando se sufre machismo, una cosa no anula a la otra, sino que se hace aún más patente. 

La realidad que de verdad afecta a todas las mujeres y no sólo a la cúspide más privilegiada, es el suelo pegajoso: una metáfora que describe cómo se nos relega a las mujeres siempre al mismo tipo de empleo, a menudo mal pagado y altamente precarizado. Se puede reconocer el techo de cristal como un factor que nos puede llegar a afectar por el hecho de ser mujeres, sin embargo, no es algo generalizado pese a ser de los que más se habla. El discurso no ha sido construido en torno a una realidad predominante, si no que ha sido articulado por una clase dominante que ha antepuesto sus intereses a los de la mayoría de las mujeres, una vez más. Una clase dominante que copa la academia y los medios extendiendo discursos de odio y esgrimiendose como únicas verdades en torno al feminismo mientras pisan y explotan a otras mujeres a su vez.

El debate de la mujer burguesa 

Si bien es cierto que las mujeres sufrimos machismo por serlo, no es lo mismo cómo este puede afectar a una mujer burguesa que a una mujer de clase obrera, incluso como muchas veces hemos mencionado no es lo mismo lo que sufrimos todas las mujeres obreras porque nos atraviesan a su vez otras identidades que pueden precarizar nuestra situación aún más. Empezando por que los contextos en los que nos muevemos no son los mismos, la formación a la que pueden tener acceso y los trabajos que puedan conseguir con ese privilegio de clase o de lo que sea, tampoco. Así como el apoyo familiar que se tenga será, cuanto menos, diferente. Pero si hablamos de la mujer burguesa, hablamos de alguien que se está nutriendo necesariamente de otras mujeres para mantener su posición privilegiada. La sororidad, recordemos, no es una vía de un solo sentido. No puedes pretender que te ayude a romper tu techo de cristal cuando estás explotando a la limpiadora que barre tus oficinas por el sueldo mínimo. No puedes pretender que apoye un discurso a ciegas por el simple hecho de que eres una mujer sin criticar las realidades materiales que te llevan a construir dicho discurso obviando las realidades del resto de mujeres.

Conclusión

Cuando hablamos de feminismo en el ámbito laboral no debemos olvidar que la clase está ahí. El capitalismo no es algo que nos pase por encima sin tocarnos, y, por tanto, debemos saber hasta qué punto los objetivos que nos marcamos como feministas están influidos por él. Nuestra resistencia y nuestro cambio no puede ser, ni pasar, por cambiar a nuestro explotador de un hombre a una mujer.

Porque por mucho que el capitalismo se pinte de rosa, siempre acaba teñido del rojo de la sangre de nuestras hermanas explotadas aquí y en otras partes del mundo para mantenerlo. El feminismo este debe ser crítico con este tema y debe tener siempre conciencia de clase, porque si no solo es una herramienta más del capitalismo para alienar a las masas y que piensen que todo ya está conseguido.

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