Neologismo acuñado por María Soledad Arnau Ripollés, directora de la Universidad Abierta Iberoamericana Manuel Lobato, cofundadora y excoordinadora de la Oficina de Vida Independiente en Madrid, filósofa, feminista, bioeticista, sexóloga, escritora de relatos eróticos y defensora de los Derechos Humanos. Ha estudiado sobre diversas cuestiones críticas relacionadas con la Discapacidad.
Dícese de la experiencia de las mujeres discapacitadas para acceder a los puestos de trabajo más básicos, como una barrera invisible que no es que no les permita escalar en el mundo laboral, que se hace llamar techo de cristal, sino ni siquiera acceder a él pese a, en algunas ocasiones, poseer la formación requerida.
El término se refiere a la imposibilidad de acceder incluso de forma horizontal a los trabajos, por lo que tampoco puede ser vertical. En este contexto se entiende que el techo de cristal es un privilegio de clase, ya que afecta únicamente a aquellas mujeres que tienen una posición de clase acomodada para poder ascender pero no se les permite por ser mujeres. De hecho, este concepto sigue sin beneficiar a todas las mujeres, puesto que para unas asciendan, la mayoría ha de quedarse para ocupar los puestos más bajos.
En muchas ocasiones, la barrera se pone incluso a la hora de recibir formación, y hasta puede traducirse en barreras físicas, como horarios inflexibles, capacitismo en las aulas o requisitos de asistencia difíciles de seguir, de modo que no se dan las condiciones de igualdad necesarias con las personas no discapacitadas. Muchas mujeres deben renunciar a su formación por no ser accesible o porque la educación que reciben en centros especializados se enfoca en poder llevar una vida con una calidad mínima, que en muchos casos les lleva a no tener estudios superiores, y en otros a no tener ni siquiera estudios básicos. En esta situación, el paro se incrementa enormemente, especialmente en personas jóvenes, quienes ya de por sí ven sus oportunidades laborales bastante bajas. Incluso teniendo en cuenta los datos de desempleo, habría que estudiar también cuántos puestos de trabajo ocupados por discas se adaptan a sus necesidades, dado que las empresas aprovechan la situación precaria de estas personas a la hora de conseguir empleo para evitar que les denuncien por no cumplir los derechos de accesibilidad de las personas discas y aprovechándose de las ayudas que se conceden por tener a estas personas contratadas para utilizarlas en otras cosas en vez de para adaptar los puestos de trabajo a sus condiciones. Y puesto que la mayoría de los trabajos no están adaptados a las necesidades de las personas discas, esta situación las lleva a tener que elegir entre su salud y tener dinero para su independencia.
No es solo que se nos niegue el acceso a los puestos de trabajo sino que cuando accedemos nos enfrentamos a una explotación y una violencia sistemática desmedida para ganar el sueldo mínimo, e incluso, en múltiples ocasiones, mucho menos. Todo para que las empresas den una imagen de inclusividad irreal que no es más que puro marketing.
Paredes de Cristal: Discapacidad y Trabajo, por nuestra compañera Ari Celorio.
La única forma de acabar con dichos abusos sería aboliendo el sistema capitalista que crea y fomenta jerarquías basadas en una meritocracia que no existe y en una supuesta utilidad a una sociedad que no ve a las mujeres discapacitadas ni siquiera como personas pertenecientes a ella.
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