La imagen corporal ha tenido un gran peso en las mujeres y en lo que concierne a los roles de género femeninos, ya que siempre se nos ha impuesto tener que estar “perfectas” y aspirar a una figura idealizada de nuestro cuerpo, ajustada a los cánones del sistema patriarcal, que poco tiene que ver con la realidad. Dejando por un momento de lado los tiempos actuales y echando la vista al pasado, podemos remontarnos a la época medieval, donde el maquillaje se asociaba a la vulgaridad a la vez que se consideraba que el epítome de la belleza femenina era una cara blanca e inmaculada (el clásico “arréglate, pero no mucho, no vayas a parecer una puerta”). Es decir, que ya en aquellos tiempos querían mujeres inmaculadas, sin una arruga, un grano o una mancha, pero sin usar productos de maquillaje o cuidado. En la época victoriana podemos encontrar auténticos venenos que servían como maquillaje y tratamientos de belleza a las mujeres de la época, como los ungüentos de plomo u óxido de zinc para la piel y la belladona para dilatar las pupilas. Estos recursos provocaban enfermedades e incluso la muerte (algunos, como el óxido de zinc, se usan hoy en día en algunos tratamientos blanqueadores). Hoy en día la presión estética hacia las mujeres es más que evidente, y, aunque el número de productos tóxicos y métodos desaconsejados ha disminuido considerablemente, el mensaje es el mismo de siempre: la mujer tiene que ser inmaculada y perfecta, según los cánones del patriarcado y al servicio de un capital que utiliza esa imagen constantemente para su propio beneficio.
El mensaje es el mismo de siempre: la mujer tiene que ser inmaculada y perfecta, según los cánones del patriarcado y al servicio de un capital que utiliza esa imagen constantemente para su propio beneficio.
Tweet
La distorsión de la imagen corporal.
Antes de que procedamos a hablar de la presión estética como tal, queremos comentar cómo la imagen corporal suele estar distorsionada.
“Las teorías socioculturales, según Mora y Raich (1992), confirman que sobre las mujeres hay una mayor presión sociocultural en relación con el ideal estético corporal propuesto socialmente. Los medios de comunicación, así como el ámbito familiar y educativo, entre otros, trasmiten de múltiples y subliminares maneras dicho modelo, originando una asociación entre autoestima y atractivo físico. El mayor interés de la mujer por asemejarse a los cánones de belleza imperantes facilita la discrepancia entre el tamaño corporal real y el ideal, ocasionando insatisfacción corporal.”
Cruz, S. y Maganto, C citando a Mora y Raich
Para que todo resulte más visual y práctico queremos enseñar una prueba que se usa para medir esta distorsión y, además, comentar los resultados que le salió a la autora de este artículo cuando llevó a cabo la prueba con su compañera, Natalia López. En realidad, existen muchas pruebas para estudiar la distorsión de la imagen corporal, siendo una muy conocida los test de siluetas (y lo decimos así, en plural, porque hay varios Test de siluetas). Consisten en una serie de figuras ordenadas en función del tamaño corporal. Hay muchas variantes en cuanto a la forma de pasar el test, en función de lo que se quiere investigar. En nuestro caso, la persona a la que se le pasa la prueba tiene que indicar en qué figura se ve ella, cuál es la deseada, y más tarde nosotras marcamos cómo la vemos. En nuestro caso pasamos la “Escala de Valoración de la imagen corporal de Gardner, Stark, Jackson y Friedman (1999)”, que podéis observar en la imagen, a una muestra de 10 mujeres y 10 hombres. (Una observación: esta pequeña “investigación” fue para un trabajo de clase, esto no es una muestra representativa ni un estudio serio, es una forma de ver en la práctica cómo se distorsiona la imagen corporal).

Los resultados que obtuvimos nosotras fueron los siguientes:

Vamos a fijarnos en el resultado de las mujeres. Si bien es cierto que los hombres tienen una imagen corporal distorsionada, los resultados de las mujeres llaman la atención, porque, al principio nos fijamos entre la imagen percibida y la deseada, y no parecen haber grandes diferencias ni distorsiones. Sin embargo, cuando comprobamos su imagen real podemos observar que la diferencia entre cómo se perciben y cómo se ven realmente es enorme, siendo mucho más delgadas de lo que ellas piensan.
La influencia de la publicidad y los medios de comunicación:
Como hemos citado anteriormente, hay consenso a nivel sociocultural de que esta distorsión tiene un origen general en que la presión estética es mucho mayor para las mujeres, y esta presión estética se sustenta y es impuesta para su propio beneficio por dos sistemas que se retroalimentan entre ellos: el patriarcado y el capitalismo.
En cuanto al patriarcado, hemos hecho mención en la introducción a algunos antecedentes históricos, pero actualmente se sigue la misma dinámica sobre la dicotomía entre mujeres naturales, pero sin una sola imperfección y siempre perfectas. A diferencia de antes, ahora existe la publicidad y la televisión, en las cuales tenemos evidencia empírica de que a mujeres y hombres se les representa con roles de género bien definidos, de forma sexista y sin acuñarles el mismo valor. Muestra de ello son los “consejos” que daban las revistas dirigidas a las niñas y adolescentes de entre 12 y 16 años, aproximadamente. Consejos basados en la imagen y en cómo tenía que ser una «buena mujer» en chicas jóvenes que estaban entrando en el mundo patriarcal.
Obviando otro tipo de problemas relacionados con el patriarcado que tiene la revista, aquí podemos ver un ejemplo de la información que teníamos al alcance la mayoría de las mujeres desde pequeñas, los mensajes que se nos imponían y el tipo de información que hemos interiorizado. Además, esto hace que a las niñas y a las chicas preadolescentes se les enseñe a darle una importancia tremenda al cuerpo y a la belleza, a una edad que ni siquiera les corresponde. Por supuesto, la crítica es que esta situación no es buena a ninguna edad, pero la problemática que queremos destacar con esto es la posible (y real) erotización de las menores, convirtiéndose en un “target” para que hombres mucho más mayores que ellas las vean como objeto de consumo o como una posible pareja con la que generar dinámicas de poder muy abusivas.
Además, las chicas crecen tomando de modelos lo que observan en estas revistas, en publicidad o incluso en la ficción. Modelos que son irreales, resultado de un proceso artificial de distorsión y modificación para encajar más en el molde de este canon. Modelos a las que se les ha maquillado, corregido imperfecciones e incluso licuado el cuerpo con herramientas de edición. A veces, incluso la fotografía o el vídeo final donde aparece la modelo suele ser una fusión de varias tomas distintas, cogiendo lo que se ve “más atractivo” de cada una para fusionarlas en una quimera de los puntos de vista de tu propio cuerpo. De hecho, queremos dejar un ejemplo práctico con dos autorretratos de la autora en diferentes estilos aquí:

Como se puede apreciar, es una fotografía con la cara completamente lavada y al natural, pero en la segunda versión no hay ni una ojera, ni una mancha, se ha rellenado la cabeza con más pelo, incluso se han podido deformar los rasgos para acercar el rostro un poco más al canon. Otro ejemplo:

En esta fotografía, además, se puede ver que en la segunda foto se ha retocado la raíz de la peluca para que se vea menos artificial, creemos que merecía la pena enseñar ambas imágenes porque muchas veces vemos unos cortes de pelo asombrosos en la televisión y en los anuncios, cuando la mayoría de veces suelen ser pelucas debidamente estilizadas por profesionales, y muchas veces retocadas con edición para que no se note en ningún punto que el pelo es falso.
Por otro lado, para entender la concepción que tiene el capitalismo del cuerpo, y, sobre todo, del cuerpo de la mujer, tenemos que remontarnos a la Iglesia y al cuerpo como concepto de entidad pura, que debía ser salvada. Esta concepción se utilizó para controlar el cuerpo de las mujeres, para dictarles lo que debían y no debían hacer (como constructo de la virginidad, para que su cuerpo no fuera “profanado” por el “pecado”). Ahora, el capitalismo ha hecho del cuerpo un bien capital y un objeto de consumo, con el mismo fin de poder manipularlo, y, como hemos mencionado, atendiendo a la dimensión patriarcal explicada anteriormente, esto afecta de lleno a las mujeres. Además, el capitalismo “le da la vuelta a la tortilla” vendiendo una reinvención narcisista: la idea de invertir en tu cuerpo y pintarlo de un acto empoderante y de liberación. El cuerpo ya no es “carne” como en la visión que tenía la Iglesia, ni una fuerza de trabajo, según la lógica industrial, si no que se ha reinventado el concepto de «cuerpo» desde una visión materialista, con una prioridad absoluta en las mujeres y prácticamente una obligación y un dogma para ellas.
“La belleza ha sido entendida por la lógica capitalista como un importante valor, signo que, como sostiene Baudrillard, “ hace vender”. En este sentido, coincido con este autor en que las fuerzas del mercado han impulsado, a través de los medios, la entelequía de la liberalización del cuerpo para poder explotar racionalmente a los seres humanos con fines productivistas. Para poder sacarle rédito, la industria (sobre todo de la moda y la belleza) ha necesitado “liberar” y “emancipar”. En una palabra, “redefinir” el cuerpo como un ente en el que poder invertir “narcisísticamente” y lo ha hecho sobre todo a través de la publicidad y la ficción”.
Marta Martín en “La tiranía de las apariencias en la sociedad de las representaciones” (2002).
Conclusión
El capitalismo y el patriarcado, a través de los medios de comunicación, ha intentado que las mujeres interioricemos mensajes de que no somos perfectas y tenemos que conseguir serlo siempre, pero de forma que no parezca que invertimos demasiado esfuerzo en ello. A la vez, nos ha bombardeado con modelos irreales construidas a base de maquillaje, luces y edición, de forma que nunca podríamos llegar a ellas, haciendo de ello una obsesión que hace que cada vez percibamos más diferencia entre nuestra imagen real y la imagen que nos han enseñado que tenemos que aspirar a tener, asociando esa imagen idealizada a la autoestima y al éxito personal.
Así se consigue todo un engranaje social que sustenta y mantiene la infravaloración de las mujeres para que consumamos todo tipo de productos que nos venden bajo la promesa de alcanzar unos cánones que realmente no existen, que son creados a través de edición y poses exageradas que marcan aquello que el patriarcado capitalista desea, y esconde que las mujeres somos seres humanos con nuestras «imperfecciones» y con nuestra realidad. Todo esto genera gordofobia, racismo, y una serie de complejos con nuestros cuerpos, que hace que nunca nos terminemos de ver cómodas en ellos.
Referencias bibliográficas:
Baudrillard, J. (2009). La sociedad de consumo (1.a ed.). Recuperado de https://ganexa.edu.pa/wp-content/uploads/2014/11/ARTGBaudrillardJeanLaSociedadDeConsumoSusMitosSusEstructuras.pdf
Cruz, S. y Maganto, C. El test de siluetas: un estudio exploratorio de la distorsión e insatisfacción con la imagen corporal en adolescentes. Facultad de Psicología. Universidad del País Vasco.
Cuervo, C. C. (2018, 13 julio). Repositorio de la Universidad de Oviedo.: Cómo me veo: estudio diacrónico de la imagen corporal. Instrumentos de evaluación. Recuperado de http://digibuo.uniovi.es/dspace/handle/10651/47710
Hernández Ruiz, A., Martín Llaguno, M., & Beléndez Vázquez, M. (2012, noviembre). La representación de la mujer en publicidad: (des)igualdad cuantitativa y cualitativa en la creatividad española. Estudios sobre el mensaje periodístico, 18. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es
Maquillaje victoriano: Una belleza luminosa y cuidado de la piel. (2019, 15 junio). Recuperado de https://eravictoriana.com/maquillaje-victoriano/
Martín Llaguno, M. (2002, mayo). La tiranía de la apariencia en la sociedad de las representaciones. Revista latina de comunicación social, 50. Recuperado de https://rua.ua.es
Verchili, E. (2016). La influencia de la industria de la belleza en la constitución de la identidad de género de niñas y adolescentes españolas. 1st ed. [ebook] Barcelona: Elena Verchili, pp.3, 4. Available at: http://repositori.uji.es/xmlui/bitstream/handle/10234/78090/forum_2008_33.pdf ?sequence=1
Vaya cosas. Uno puede terminar su vida completa sin llegar a entender cómo está conectado su cuerpo y su mente. Aunque menos que hace 40 años, todo viene definido por la educación social. Hay poco margen para explorar los sentidos y contrastarlos con los sentimientos.
Me gustaMe gusta