El tema del trabajo doméstico es una cuestión en constante análisis dentro del feminismo, desde la necesidad imperiosa de reconocer a las «amas de casa» como trabajadoras con derecho a una pensión y a paro, hasta la lucha de las Kellys porque su situación en los hoteles sea solventada de una forma adecuada. Lo que muchas veces se ignora en estos debates es que la mayoría de las mujeres afectadas por estas condiciones precarias son mujeres racializadas y/o migrantes que no tienen más remedio que aceptar trabajos explotadores en condiciones infrahumanas para vivir, debido a una ley de extranjería injusta y asesina.
Es por ello que en el Día del Trabajo Doméstico, nos es imposible festejar nada, sin reivindicar #RegularizaciónYa para todas nuestras compañeras y sin hablar de las problemáticas que nos afectan a todas las trabajadoras domésticas y que se intensifican al encontrarte en diferentes situaciones de vulnerabilidad: contratos ilegales, mentiras, sueldos miserables, horarios eternos, clandestinidad… Entre otras mil cosas más.
El Día del Trabajo Doméstico nos es imposible festejar nada sin reivindicar #RegularizaciónYa para todas nuestras compañeras y sin hablar de las problemáticas que nos afectan a todas las trabajadoras domésticas.
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¿Qué es el trabajo doméstico?
El trabajo doméstico es aquel que residiendo o no el lugar de trabajo, se basa en ejecutar tareas de aseo, cocina, lavado, planchado, cuidado de niños y personas vulnerables, jardinería, cuidado de animales y demás tareas propias del hogar. Este trabajo ha sido realizado históricamente por mujeres, que muchas veces lo hacen gratis bajo la presión social del rol de género que ostenta la mujer de ser quien ha de llevar «el peso del hogar», y por tanto ser la cuidadora y sanadora principal del denominado «núcleo familiar», que será tan grande o pequeño como estimen las demás personas a su alrededor. Esta idea proviene de la institución de la familia nuclear y monógama, que ata a las mujeres a un modo de crecimiento social ralentizado por tener que encargarse de las tareas domésticas que los compañeros masculinos no realizan.
¿Qué pasa con aquellas que han atravesado el techo de cristal y se encuentran en condiciones de semi-equidad con sus compañeros varones? Que utilizan ese poder de clase para explotar a otras mujeres en situaciones precarias que necesitan de sus trabajos precarios para subsistir o para poder llegar a regular su situación algún día. Se valen, como antes han hecho los hombres, de su posición de privilegio de clase para seguir manteniendo a otras mujeres en situaciones precarias que en muchísimos casos rozan la esclavitud.
Es por ello que cuando hablamos de feminismo es imposible separarlo de la conciencia de clase, ya que mientras esas mujeres han atravesado el techo de cristal, las demás (sobretodo las más vulnerables) nos quedamos recogiendo los trozos.
Prevalencia de Mujeres en los Trabajos Domésticos.
Los estudios que existen respecto al trabajo doméstico no asalariado en España, nos dicen que las mujeres dedicamos en torno a dos horas más que nuestros compañeros masculinos a las labores del hogar. Lo que no reflejan es cuántas horas dedicamos entre las horas en nuestro hogar y las de aquellas que realizamos en casas ajenas, residencias, hoteles, hospitales, etc. Tras la crisis humanitaria que ha supuesto el coronavirus en todo el mundo, ignorar el valor imprescindible de las mujeres más precarias es puro clasismo y racismo.
«En el Estado Español, así mismo, persiste una cultura del cuidado familista y patriarcal y en la que predomina el individualismo frente a formas comunitarias y colectivas de provisión de cuidados.»
Ana Higueras en «Empleadoras y Empleadas: Disyuntivas feministas en torno a la sostenibilidad de la vida».
Prevalencia de Mujeres Racializadas y Migrantes.
Las mujeres racializadas y/o migrantes son uno de los colectivos en situación de mayor vulnerabilidad, ya que las leyes de extranjería exigen a estas mujeres que tengan un trabajo legal (es decir, con contrato) antes de poder regularizar su situación. Esto conlleva a que, durante el periodo en el que estas mujeres ven imposible encontrar un trabajo de estas características (por racismo, por machismo y por simple problemática de clase), se ven obligadas a aceptar aquellos trabajos precarios, muchas veces con remuneraciones ridículas y en condiciones nefastas que se aceptan bajo la idea de buscar algo mejor, pero que al final acaban alargándose en el tiempo debido precisamente a que no sirven para regularizar la situación de estas mujeres. Debido a las sucesivas regularizaciones extraordinarias, del progresivo envejecimiento de la población, y del cada vez mayor número de mujeres españolas con una mejor formación académica y profesional aspirando a romper con ese techo de cristal, el proceso se fue acentuando hasta llegar a alcanzar que más del 90% de las mujeres que llegaban a nuestro país acababan en trabajo de índole doméstica.
“¿Cómo afrontáis el hecho de que las mujeres que
Audre Lorde, 1984:2, (Traducción de Ana Higueras)
limpian vuestras casas y cuidan a vuestros hijos mientras vosotras asistís a conferencias sobre teoría feminista sean, la mayor parte de ellas, mujeres pobres y mujeres de Color?»
Es indispensable hablar precisamente de que la minusvaloración del trabajo doméstico como uno de los pilares que sustentan la producción económica y social, como uno de los pilares de la vida capitalista, es al mismo tiempo el motivo por el que este tipo de trabajo es relegado a una esfera secundaria en la que nadie quiere verse incluida. Ninguna niña te dice de pequeña que quiere ser trabajadora doméstica en un hotel, residencia u hospital, porque no es un trabajo considerado como válido, pues ha sido despojado ideológicamente de su contenido de trabajo y de reproducción social. Es precisamente este el motivo por el cual estas labores son ocupadas principalmente por mujeres racializadas y/o migrantes, porque no les queda más remedio y es uno de los negocios que «las mujeres de bien» (esas que han atravesado el techo de cristal) no quieren ocupar.
«Las asistentas no liberan a las mujeres de clase media de hacer este trabajo; liberan a los hombres de hacer su parte. ¿Por qué van a pelearse las mujeres con sus compañeros si pueden pagar a otras mujeres y olvidarse?»
Beatriz Gimeno para Pikara Magazine
Trabajo Doméstico y Economía Sumergida
La gran mayoría de las trabajadoras del hogar, desempeñamos estos papeles en la clandestinidad o con contratos fraudulentos que no reflejan la realidad de las jornadas ni la realidad de las tareas a desempeñar, llegando a producir un desgaste enorme en la salud física y mental de las trabajadoras domésticas en todos los sentidos. Esto se acrecenta con la realidad de que la mayoría de estas mujeres no tiene un contrato que cotice en la seguridad social y que, por lo tanto, le confiera un derecho a baja por enfermedad o un paro durante los periodos en los que no trabaje. La situación de desconocimiento sobre la disponibilidad de sus empleadores también es una problemática, al no existir un contrato, estos pueden aprovecharse de la necesidad de la empleada, y hacer con sus horarios lo que quieran. Provocando una inestabilidad tremenda en su vida familiar y cotidiana e impidiendo que pueda buscar nada más.
Todos los análisis respecto a este tema, el de la economía sumergida, deben hacerse desde la perspectiva de clase más radical y clara: La culpa es y siempre ha sido de los empleadores. Ninguna persona quiere trabajar en condiciones infrahumanas, cobrando sueldos ridículos y sin ningún tipo de derecho laboral reconocido; pero la situación de muchísimas personas (en especial de las mujeres, que sostienen y siempre han sostenido las peores cifras de desempleo durante las crisis económicas) llevan a aceptar la economía sumergida como única opción de trabajo. Debemos luchar contra estas situaciones, con un fin último de la abolición de todo trabajo asalariado y no asalariado, basando nuestras relaciones económicas en la colaboración y el apoyo mutuo. Una economía feminista no pasa por romper el techo de cristal, mientras otras compañeras siguen relegadas a trabajos precarios, una economía feminista es aquella definida por las relaciones comunitarias, la economía sostenible y el medio natural en consonancia con los derechos de todas y en valor a reducir por todos los medios (éticos) la pérdida de la naturaleza y los bienes que esta produce.
Las Kellys: Hoteles y Explotación.
La lucha incansable de las Kellys ha sido una de las más sonada en las últimas década respecto al trabajo doméstico y las implicaciones del capital en la precarización de la situación de las compañeras. Su lucha, cargada de sufrimiento y de enfrentamiento, ha supuesto que se debata la necesidad de reconocer sus enfermedades como enfermedades laborales, que se hable de la explotación en el sector hotelero y de la misoginia imperante en el negocio del turismo en todos los sentidos.
Es por ello que es imprescindible hablar de la lucha de estas mujeres que pelean cada día por el reconocimiento de derechos básicos como el derecho a la Jubilación anticipada (estableciendo coeficientes reductores para tener pensiones decentes); reconocimiento de trabajo penoso, Reconocimiento de enfermedades profesionales directamente relacionadas con el aparato motor y músculo esquelético, NO a la externalización (exigiendo la modificación del art. 42 del Estatuto de los Trabajadores para garantizar la igualdad de contratación y la incorporación a la misma de la Ley Kelly para impedir la cesión ilegal de trabajadoras.) Podéis leer todas las reclamas de esta asociación en su manifiesto.
Conclusiones
El trabajo doméstico es uno de los sectores más precarizados y racializados de todos, junto con la recogida de la fresa o el mundo de la explotación sexual. Es por ello que es completamente imposible teorizar si quiera al resopecto sin contar con el ingrediente de raza y las leyes de extranjería que vulneran la vida de tantas mujeres de formas diversas. Necesitamos que se regule de una vez por todas la contratación de las trabajadoras domésticas de una forma segura, y que se realicen las investigaciones pertinentes para poder poner en conocimiento de las autoridades a aquellas personas que explotan de forma ilegal a sus trabajadoras.
Bibliografía
- Mujeres, trabajo doméstico y migración de Isabel Allende Robredo.
- Conciliación y Familia en el Instituto Nacional de Estadística.
- Mujeres en Cifras. Conciliación. Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades. en el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad
- Empleadoras y Empleadas: Disyuntivas feministas en torno a la sostenibilidad de la vida de Ana Higueras.
- “Si escribo sobre lactancia no es para convencer a nadie sino para complejizar el debate” entrevista de Brenda Navarro a la activista Beatriz Gimeno.
- ¿Es compatible ser feminista y tener empleada doméstica? de Beatriz Gimeno
- Mujeres, trabajo doméstico y relaciones de género: Reflexiones a propósito de la lucha de las trabajadoras bolivianas de Elizabeth Peredo Beltrán
- Asociación Las Kellys