Nos resulta agotador tener que explicar un millón de veces las mismas cosas, más cuando se trata de un tema tan serio como la criminalización que sufrimos toda la comunidad «loca« o con padecimientos mentales. Pero es que se hace necesario desgranar y dejar aquí todo lo que significa que llaméis «loco» a un hijo sano del patriarcado, a un violador o a un asesino. Además es que es sintomático que, mientras llamáis locos a nuestros asesinos y violadores, la realidad es que las locas somos nosotras. La violencia de género deja secuelas que no podéis si quiera imaginar.
La excusa de tratar a los maltratadores o a las malas personas como #locas es un problema en sí mismo, el principal es el estigma que se crea respecto a la comunidad loca. #MeMad
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Justifica su violencia
Que una persona cometa un delito, de cualquier índole, por culpa de un síntoma de su padecimiento mental, no solo es comprensible, también es un atenuante de condena. Es decir, estás preparando la defensa de un delincuente que, muy probablemente no tiene derecho de valerse de nuestro sufrimiento para tener una condena más amable.
Pero expliquemos por qué es un atenuante: Si una persona vive con, por poner el ejemplo más cliché, esquizofrenia y un día mata a su madre en plena crisis maniaca, no es culpa suya. Por supuesto que ha cometido un delito atroz, pero no era dueño de su mente en ese momento y no decidió cometer dicho asesinato. En este caso la condena no puede ser la misma, ni de lejos, que la de una persona completamente en disposición de su libre elección que decidió asesinar a su madre porque sí. Son dos situaciones completamente diferentes y deben ser tratadas de formas diferentes.
Añadimos además que, una persona que vive con un padecimiento mental y llega a cometer un delito, normalmente lo hace porque primero ha fallado toda la sociedad y todos los medios que debe tener esa persona para vivir con su condición sin dañar a nadie (incluyéndose a sí mismo). No podemos juzgar el delito de la misma forma, porque entonces debe ser la sociedad quien cumpla condena, pues es quien ha propiciado una situación insostenible de vulnerabilidad ante una comunidad entera.
Crea un estigma
Cuando extiendes la idea de que cualquier persona «loca» o con padecimientos mentales es peligrosa, propicias la vulnerabilidad anteriormente mencionada (que no tenga trabajo, lo que le lleva a no tener dinero, por lo que no puede pagar sus medicinas. Por poner un ejemplo práctico). Esto hace que cualquier persona con un padecimiento mental sea cuestionada, apartada y violentada sistemáticamente dentro de nuestra sociedad, otro caldo de cultivo para la violencia.
Una persona que comete un delito, muchas veces incluso se negará a ser etiquetado como «enfermo mental«, simplemente por el estigma que tiene dicha etiqueta. Nadie quiere ser tratado de «loco» porque todas sabemos la violencia que acarrea esa etiqueta: Encarcelaciones involuntarias en psiquiátricos, contenciones mecánicas (que van en contra de los derechos humanos), que te quiten la custodia de tus hijos, que se te esterilice de forma forzosa, que te cuestionen, que se te nieguen tus derechos fundamentales, que se te viole, que abusen física, sexual y psicológicamente de ti, etc. Todo nace del estigma de «estar loca«.
Ignora las influencias sociales
Cuando reduces la violencia a «estar loco«, estás ignorando a todo un entramado de sistemas socioculturales y económicos que generan y sustentan dicha violencia bajo siglos de adoctrinamiento capitalista, machista, racista, capacitista, cisheteronormado, diadista, etc. Estas ignorando conscientemente que hay unas circunstancias que han permitido que esta violencia ocurra, que la avalan y que la sustentan. Y lo ignoras porque eres parte de esa maquinaria social. Sin tu capacitismo cómplice de creer que todo asesino es un «enfermo mental«, simplemente habría cientos de miles de personas cuestionándose por qué se asesinan de media 50 mujeres cada año en nuestro país sin que hagamos nada como sociedad. La violencia tiene género, sí, y es debido a que como sociedad sostenemos un sistema misógino, capitalista y patriarcal que cree inferiores a las mujeres, lo que conduce en escalada hasta el asesinato.
Cuando ignoras esas influencias sociales, no señalas el verdadero culpable de todo lo que quieres eliminar, no señalas al sistema capitalista. Así que jamás vas a encontrar métodos realmente útiles para acabar con dicha violencia, porque no la sitúas bajo el prisma adecuado. Igual que cuando hablamos de discapacidad, hablamos de la necesidad de señalar que es la sociedad la que nos discapacita por considerarnos máquinas rotas. Debemos entender también que es la sociedad la que promueve roles de poder que llevan a ejercer violencia contra los colectivos más vulnerables en pos de mantener el poder del sistema que nos somete.
Crea la Otredad Capacitista
Cuando asumes que una persona que comete un asesinato es un «loco«, lo que haces es situarlo fuera de tu imaginario colectivo. Esa persona no es como tú, esa persona está «loca«. Así lo que haces es no mirarte en el espejo de ese sujeto, porque lo contrario es admitir que tú también podrías ser esa persona, porque nos han educado en el mismo sistema y compartes ciertas ideas con él. Porque los violadores no son «enfermos«. No. Hay violadores a tu alrededor que ni siquiera son conscientes de que han violado. Simplemente porque la situación que se dio no es como el imaginario colectivo piensa que debe ser una violación, y precisamente por eso cuando se dan casos que se salen del modelo de violación, se cuestiona aún más que de costumbre a la víctima. Porque de nuevo lo contrario es mirarte en el reflejo de esos violadores. Porque tú habrías actuado, si no igual, muy parecido. Crear la otredad capacitista es imprescindible en el imaginario colectivo porque sostiene a su vez todo el proceso de alienamiento de no querer ver que es la sociedad la que nos educa a ser violentos con los grupos vulnerables.
Que es la sociedad la que nos inculca un racismo, un antigitanismo, un machismo, un capacitismo, una transfobia, una LGTBIAfobia, etc. Es la sociedad la que nos enseña desde pequeños unos clichés y unas ideas que se sustentan en prejuicios y que nos llevan a ejercer violencias simbólicas contra estos grupos vulnerables. Si toda tu vida te han inculcado que los gitanos son ladrones, acabas interiorizando esa idea, y cuando te cruzas con una persona que tiene apariencia gitana, vas a agarrar el bolso más fuerte como si fuera un acto reflejo. Porque te han hecho creer que solamente por su origen es más propenso a robarte, cuando la realidad es que quienes te roban a diario son blancos y dirigen los bancos en los que confías.
Conclusiones
Un hijo sano del patriarcado mata, viola, abusa, acosa y maltrata porque todo un sistema sociocultural y económico se lo permite y se lo sustenta con justificaciones como llamarle «loco» o animal. Un hijo sano del capital, va a sustentar sin analizar los por qués de sus acciones y eso conlleva a que la bola de nieve cada vez se haga más grande. Es por ello que es imprescindible renegar de entender a los agresores como «enfermos mentales«, porque no es una realidad. Según un estudio, sólo 1% de las víctimas de crímenes violentos creían que el incidente se debió a que el atacante padecía de una enfermedad mental.
Es hora de coger al toro por los cuernos y hablar de cómo es el sistema capitalista el que promueve la violencia contra grupos vulnerables, que es además el motivo por el cual los delitos de odio hacia determinados grupos llevan consigo penas más duras, porque se pretende acabar con estas ideas a través del punitivismo (lo cual nos parece un error, pero eso ya lo hemos tratado en otros artículos). Debemos llamar a las cosas por su nombre, porque, si no, caemos en creer que esos delitos no ocurren por cosas evitables, sino que van ligados a padecimientos que son inevitables.