El machismo está presente en todos los aspectos de la vida cotidiana, incluido el ocio, y el cosplay no es algo que esté libre de ese machismo. Mucha gente piensa que los ambientes de cultura alternativa tienen que ser un remanso de paz y tolerancia, pero la realidad es muy distinta. De hecho, ya hemos tratado el machismo en otros aspectos del ocio y del ocio alternativo (como en nuestro artículo sobre videojuegos.)
Antes de comenzar a tratar el tema de forma profunda, vamos a aclarar algunos puntos, sobre todo para la gente que no sabe qué es el cosplay:
El cosplay (de las palabras “costume” y “play”), consiste en vestirte como un personaje pero, además, lleva implícito un poco de “perfomance”, no es un disfraz, si no una caracterización completa (aspecto físico, traje y personalidad). Por tanto, en el cosplay tienes que preocuparte de la confección del traje, estilización de pelucas, maquillaje, elaboración de armas y accesorios (de ahora en adelante “props”) y un largo etcétera. Además de esto, si concursas tienes que encargarte de la actuación, música, coreografía, efectos… Es un hobby que demanda el desarrollo de muchas habilidades y la inversión de mucho tiempo y dinero.
La feminización del cosplay
La mayoría de las habilidades que requiere el cosplay, son destrezas que se consideran esencialmente femeninas (costura, maquillaje, actuación…) es por ello por lo que este pasatiempo está feminizado. Socialmente se va a percibir más como femenino que como masculino y, al requerir destrezas que se han considerado socialmente como femeninas, las mujeres suelen tener más accesibilidad a ellas (muchas familias no verían raro que una hija aprenda maquillaje o confección, pero en el caso de un chico sí, y en muchos casos genera rechazo). El número de chicos cosplayers es mucho menor y, de ese porcentaje, gran parte de ellos suele dedicarse a los anteriormente mencionados “props”, que socialmente se ve como algo más masculino (las habilidades para hacer armaduras son más cercanas al bricolaje, y es algo que según los esquemas sociales y patriarcales que adoptamos, encaja dentro de lo que entendemos como masculino).
En torno al tema de los diseños, las armaduras para personajes masculinos (dejando a un lado el tema de las habilidades requeridas para llevarlas a cabo) son diseños que tienden a reforzar la fantasía de poder, mientras que en el caso de las mujeres tienden a la hipersexualización (como el fallo de diseño más conocido: realzar los pechos en las armaduras de las mujeres, una armadura es para protegerte en combate, no para hacerte “más sexy” y moldearte al gusto del público masculino).
Si comparamos un traje de hombre con uno de mujer; nos encontramos con que el de la mujer intenta hacerla más atractiva físicamente a las demandas de los hombres (que siempre se han entendido como el principal consumidor de las series, películas, libros y videojuegos de los personajes en los que se inspiran esos cosplays); mientras que el traje de hombre, realza la fortaleza de éste, su fuerza y su virilidad, todo un modelo para los hombres que consumen ese ocio. En cualquier caso ya partimos de que los diseños de personajes suelen centrarse en satisfacer al público masculino, por lo que las mujeres cosplayers ya llevamos encima esa desigualdad de diseño respecto a nuestros compañeros.
Nos parece, llegadas a este punto, que hay que matizar si las mujeres que hacen crossplay (hacer cosplay de un personaje que no es de tu género) sufrirían machismo en un evento, porque es posible que sea una pregunta recurrente. A falta de tener datos recogidos sobre este tema, lo que se ha observado es que habitualmente estas mujeres siguen sufriendo del machismo y el acoso. Además de que se cae en la hipersexualización de ese personaje, que inicialmente era masculino, al feminizarlo.
Todos estos factores contribuyen tanto a que el cosplay se perciba como un mundo de mujeres como a que se perciba como un mundo de “mujeres-muñeca” a disposición de los hombres.
“Cosplay is not consent».
Cuando se trata del consentimiento, siempre hay un claro sesgo de género, también en el consentimiento dentro del mundo del cosplay. No se le tiene el mismo respeto a la artista que hace cosplay de un personaje pensado para el consumo masculino, que a un artista que hace cosplay de un personaje que encarna la fantasía de poder del público masculino.

“Cosplay is not consent” es un movimiento que nació en 2014 en la Nueva York Comic Con, que trata de tener tolerancia 0 con las conductas de acoso, intimidación, stalkeo, entre otras hacia las cosplayers. Y con esto ahondamos en la forma de machismo más común que se da en el cosplay: la cosificación.
«Me estaba tomando una selfie con alguien y, después de tomarme la foto, me besó y salió corriendo”.
Liz, cosplayer de Wonder Woman comenta este abuso sexual en el artículo «How the “Cosplay Is Not Consent” movement changed New York Comic Con«.
Cuando te pones un cosplay, la sociedad pasa de verte como persona a verte como una muñeca. Y esto es peligroso, puesto que puede ir desde hombres que te piden una cita porque eres «su waifu» («waifu» y «husbando» son términos japoneses que hacen referencia al personaje de una serie con el que te casarías), o su personaje favorito, hasta acoso en redes sociales, chantaje, bullying y ciberbullying. El caso es que, cuando te pones un cosplay, suele haber en los eventos un elevado número de personas, que suelen ser hombres, que se creen con derecho a tocarte sin permiso, besarte, cogerte, o incluso en redes sociales exigirte ciertas fotos o ciertos cosplays.
Tenemos otro ejemplo: la cosplayer Nozomi Shirayuki en una convención, un fan le pidió cuatro fotos en el lapso de dos horas. En la última, que era una selfie tomada por ella, el fan puso su mano en el culo de la chica. Ella puso resistencia, y el chico se fue.
Además, esta cosificación también responde a una deshumanización hacia la cosplayer, a una distorsión perceptiva de la realidad y una idealización de la persona por parte del acosador, que en vez de ver a una mujer con sus virtudes y defectos, ve a su personaje favorito, el cual es intocable y es maravilloso. Por otro lado, hay una creencia popular que este tipo de actitudes suelen ocurrir en cosplayers que llevan cosplays «ligeros de ropa», como si esto fuera una excusa para ser irrespetuoso con una persona. La realidad es que este tipo de conductas las sufrimos todas las cosplayers, pero nos gustaría comentar dos variables interesantes que pueden influir en la medida y en el tipo de acoso que recibas:
La primera es el tema ya comentado de los cosplays con poca ropa. No es nuevo que los diseños de personajes femeninos con poca ropa suelen estar sexualizados (y, siendo sinceras, muchos de los que no tienen poca ropa, también), y van a ser diseños que responden a las fantasías masculinas. De hecho, si nos metemos sobre todo en personajes de anime, nos vamos a encontrar cosplays de mujeres con poca ropa, sexualizadas y, en muchos casos, menores de edad. A esta variable hay que sumarle lo que hemos dicho anteriormente, y tenemos como resultado el pensamiento de un señor medio, machista, acosador, «mi waifu sexy con poca ropa». Pero, ¿es esto determinante a la hora de que te acosen como cosplayer? La respuesta es no. ¿Es un factor para que se dé con más frecuencia que otros tipos de acoso? No tiene porqué. Este tipo de acoso o abuso sexual, como cualquier otro, no está basado en la conducta de la víctima. Ninguna conducta que pueda llevar a cabo ninguna mujer, justifica el ignorar su espacio personal o abusar de ella. A esto hay que sumarle también la idea de que aquellas cosplayers profesionales que están allí trabajando, no son un objeto de consumo. Por mucho que tú pagues para, en parte, disfrutar del arte que realizan, ese pago no incluye que abuses de ellas. Aquí entramos también en la deshumanización de la que hablábamos antes, no se entiende a estas mujeres como personas, si no como productos por los que pagan
La popularidad del personaje y la percepción que tiene de él la sociedad masculina. Vamos a ilustrar esto con un ejemplo, que, además, ha sufrido una de nosotras: Haces un cosplay de Miku Hatsune (un personaje japonés perteneciente al sintetizador de voz Vocaloid), y es todo un icono. Miku es una cantante de 16 años, un personaje bajito, dulce, amable y muy «kawaii« (palabra japonesa para designar algo que es adorable y bonito). Además, tiene mil trajecitos y vestiditos. Es percibida por el público masculino como toda una «waifu». ¿Qué creéis que suele pasar si una cosplayer va de Miku? Que vas a tener hombres (muchas veces bastante mayores que tú) pidiéndote citas, que intenten que dejes a tus amigos y te vayas con ellos, que te abracen sin permiso, que te empiecen a tocar, y, lo peor, que realmente piensan que eres Miku en muchos casos extremos.
Ahora, vamos con la misma cosplayer pero otro personaje que no tiene nada que ver: Rey de Star Wars. Rey es un personaje femenino muy fuerte, protagonista además de una saga de películas de renombre que ha tenido una base de fans masculina, en gran parte. Además, no está sexualizada, ni depende de ninguno de sus compañeros masculinos. Es un personaje que ha recibido mucho odio por el sector de fans más machista y retrógrado. ¿Creéis que la misma cosplayer, yendo de Rey, se va a encontrar acoso? ¿Y creéis que va a ser el mismo tipo de acoso? La respuesta es que no va a encontrar el mismo tipo de acoso, pero sí que seguirá encontrándose acosada, solo que esta vez será un gran «hate« desde los fans de Star Wars que odian a Rey por misoginia (mensajes en redes con insultos a ti y a la saga, comentarios por el evento al que vayas sobre lo horrible que es Rey, etc…).
Aunque se empiece a salir del «Cosplay is not consent«, queremos poner como broche la excepción a la deshumanización: una forma de machismo en el cosplay en la que no te deshumanizan ni te unen al personaje, pero que no lo hacen porque, por ser mujer, te cuestionan que conozcas al personaje o que incluso «te lo merezcas». Sagas como Star Wars, Marvel o DC, esto ocurre bastante debido a que hasta hace poco su base de fans era esencialmente masculina (no olvidar cuando salió Escuadrón Suicida que todas las chicas que iban de Harley Quinn eran unas «posturetas» según estos hombes, pero este año, con Joker, no ha ocurrido lo mismo con los chicos).
Sexualización y mercantilización del cuerpo de la cosplayer
Es muy común que las cosplayers que están más dedicadas al cosplay tengan páginas donde compartan sus trabajos. También es común que vendan prints o pósters de sus sesiones de fotos, donde recreen escenas del personaje, pósters reales de la serie, etc… O que abran comissiones para encargos de cosplays o ediciones. Una de las formas de recaudar dinero para seguir haciendo cosplay son las plataformas como Patreon o Ko-fi (sobre todo la primera), donde tú pagas un dinero al mes y tienes acceso a contenido «exclusivo» del artista, que pueden ser fotos, making off de sesiones, tutoriales de piezas de cosplay, tutoriales de maquillaje, costura, ensayos de actuaciones, etc…
El caso, es que muchas veces el contenido «exclusivo» de Patreon pueden ser sesiones de cosplay pornográficas o, en general, hipersexualizadas, en poses y en versiones del cosplay que resulten deseables para el consumo del público masculino, y varias de las chicas que hacen esto son menores de edad, o lo empiezan a hacer cuando tienen la mayoría de edad recién cumplida y son «legales«. Otras veces, ni siquiera hay que llegar a Patreon, sino que en los perfiles de las cosplayers ya cuelgan estas fotos (que también hay que matizar que muchas veces estas versiones hipersexualizadas o pornográficas de los cosplays son de cosplays de personajes menores de edad). Esto hace que la cosplayer crezca en seguidores y que muchos paguen por más contenido de esta chica en estas versiones hipersexualizadas de cosplays, pero realmente son seguidores fantasma que no les importan tus cosplays, sino el material que les ofreces para el disfrute de sus fantasías, y se promociona con fórmulas tipo «únete a mi Patreon para poder acceder a mi contenido especial». De hecho, muchas chicas, cuando han crecido sus perfiles y han ganado dinero, dejan de subir este tipo de contenido porque ya no se sienten obligadas a hacerlo para mantener su perfil y, en consecuencia, tienen un bajón de seguidores. No vamos a poner ejemplos reales de chicas porque, obviamente, la culpa de esto la tiene la demanda de ese tipo de contenido y el abuso que se hace de esto, aprovechándose de que la mayoría de estas chicas dependen de vender esas fotos para poder seguir con el cosplay, aunque hay un ejemplo muy conocido que no tiene sentido no mencionar, que es el de Jessica Nigri, ya que es una cosplayer que vive de hacer versiones sexualizadas de personajes. Y, de hecho, el día que a Jessica Nigri le apetece hacerse un cosplay no sexualizado o con más ropa es recibida con abucheos e insultos por parte de sus fans masculinos, como ocurrió en el Festigame de Chile. Jessica se pronunció sobre esto en redes, y las respuestas de los fans llevaban alegaciones como el hecho de que se ha hecho famosa enseñando y tiene que seguir haciéndolo, que es deshonesto por su parte ir a un evento con un cosplay que no enseñe porque es lo que se espera de ella, y llegando incluso a fans diciendo que una mujer que se desnuda por dinero no tiene derecho a opinar del tema.
Incluso, durante el año pasado, se dio la situación de que una cosplayer (y también streamer) se «aprovechó» de esta situación para ganar dinero y reírse de este tipo de público masculino: Belle Delphine se hizo una sesión de fotos emulando parcialmente a D.va en bañador (personaje de Overwatch) en una bañera, y, posteriormente, el agua en la que se había bañado la embotelló en mini porciones vendiéndola como «Gamer Girl Bath Water» (Agua de baño de chica gamer). 30 dólares un bote tamaño muestra, y se agotaron existencias. El bote venía con la aclaración de «no es agua para beber, y solo debería de ser usada para tus actividades íntimas». Ahora, en su página web, la unidad se encuentra a un precio de 250 dólares.
Antes de concluir con el artículo nos gustaría hacer mención a qué ocurre cuando una cosplayer no encaja en la normatividad impuesta por el patriarcado. La respuesta es sencilla, el tipo de acoso que va a recibir son insultos y abucheos, sobre todo en el caso de racializadas y gordas. Si una cosplayer está gorda y hace cosplay de un personaje que está delgado, va a estar mal, pero al revés nunca se va a ver así (salvo que el personaje tenga mucho pecho o culo y la cosplayer no, ahí ya van a empezar otra vez los insultos, como podéis observar todo siempre dentro de la normatividad). Con las racializadas pasa lo mismo, que hagan personajes blancos está mal, pero que las blancas hagamos blackface está estupendo. Todo se resume en el canon normativo.
Conclusión
El machismo está muy presente en el cosplay, y, además, de muchas formas. Casi todas tienen un eje común que es la deshumanización de la cosplayer para ver sólo un personaje. Por otro lado, muchas cosplayers se están viendo obligadas a convertirse en carne de consumo, y cuando dejan de serlo son acosadas por los mismos hombres que antes consumían su contenido. Lo primero que tendríamos que hacer es fortalecer el movimiento Cosplay is not consent para intentar, poco a poco, que los eventos se conviertan en un espacio lo más seguro posible y, sobre todo, apoyar a las cosplayers en su contenido y su actividad, y que cuando suceda algún ataque siempre tengan apoyos, recursos y la ley de su parte.
Waifu y husbando no son terminos japoneses. Son términos occientales nacidos en la comunidad angloparlante, y se basan en cómo un japonés pronunciaría wife o husband (del inglés). Por ejemplo la palabra para waifu en japonés es, de hecho, 嫁 (yome/esposa). Y las palabras para husbando son 夫 (otto), 旦那 (danna) o 婿 (muko), que significan: esposo. No obstante, desconozco cuál de ellas es la más usada. Por lo que he visto, se usan las tres indistintamente. Yo tiraría más por “danna” o “muko” si tuviera que elegir.
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Hola!
Verás, no vas desencaminado, pero hay que matizar un par de cosas: En primer lugar, disculpa porque es posible que haya habido un malentendido. Cuando dice el artículo que waifu y husbando son términos japoneses se refiere a términos de la cultura pop japonesa, ya que, como tú bien has dicho, son términos que adoptaron los japoneses del inglés «wife» y «husband» pero romanizado, y se empezaron a utilizar para referirse a personajes de manga y de juegos de citas. Evidentemente, a su esposa o esposo no los llaman así. El término «yome» (嫁) es para referirse a una novia con la que ya estás prometida o una recién casada, pero a tu esposa no puedes llamarla con ese término, ese es solo para la mujer de otra persona. Para hablar de tu esposa se utiliza «tsuma» (妻) y luego, el término genérico para hablar de la esposa de otra persona es «okusan» (奥さん). De igual forma «otto» (夫) es tú marido, pero no puedes llamar así al marido de otra persona porque sería una falta de respeto tremenda, para ello se usa «goshujin» (ご主人). Ten mucho cuidado con estos términos, recordad que en los animes suelen hablar con una jerga distinta a la que se usa en Japón en el día a día, y esto suele ocasionar malentendidos y errores en los estudiantes (muchas veces en el keigo y en los honoríficos y distintivos).
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