Cuanto más subimos en cualquier escalafón social, económico, académico o laboral se puede apreciar la falta de mujeres, personas LGTBIA, personas racializadas o personas discas, y la literatura no es algo que esté a salvo de esta discriminación. Todo el ocio y literatura, se ve influenciado por la sociedad en sí, y simplemente pensar que una personaje pueda ser LGTBIA, discapacitado, racializado o una mujer no canónica, se entiende como «correción política» y es fuertemente criticado como si fuera imposible la existencia de estos personajes. Pero es que con los, las y les autores pasa exactamente igual, no se concibe que una autora pueda ser brillante en un campo no feminizado, que haya autores discas, LGTBIA o racializados, etc.
Pensar que un personaje pueda ser LGTBIA, discapacitado, racializado o una mujer no canónica, se entiende como «correción política» y es fuertemente criticado como si fuera imposible la existencia de estos personajes.
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El Sesgo
Hasta hace poco, e incluso en el presente, se sigue tendiendo a categorizar la literatura entre la literatura «de verdad» escrita por hombres, sea del género que sea, en contraposición a la literatura femenina, la escrita por mujeres y «otra literatura», la escrita por autores LGTBIA, personas racializadas o discas. Esto se debe a que hasta hace relativamente poco, y a pesar de que las mujeres llevamos escribiendo desde el mismo momento que los hombres (sobretodo en las altas sociedades donde se podía costear la educación), se nos relegaba de forma innegable a ser reproductoras. Las mujeres debían saber leer poesía, novelas, asuntos de la vida diaria, pero no de forma crítica o formada sino para poder contentar a los hombres de su vida y reproducir el rol de «floreros» bonitos que sabían estar en reuniones. Nunca ha gustado que las mujeres pudiéramos ser más críticas o mejores en algo que los hombres.
Con los autores LGTBIA, apenas hay referentes y los que hay son hombres cis gays, blancos y sanos en su mayoría, aunque como ocurre en toda la historia sus orientaciones y su identidad de género se han visto tapadas hasta el extremo y más si hablamos de lesbianas, personas trans o bisexuales. Aunque dos mujeres vivieran toda la vida juntas y se declararan su amor, seguía sin ser suficiente para llamarlas lesbianas. En cuanto a las compas asexuales o intersexuales (dos de los colectivos más olvidados dentro del movimiento) ni siquiera se conocen ejemplos concretos.
Cuando hablamos de personas discapacitadas en muchas ocasiones se omite o minimiza esta condición como si esto no hubiera influido en su obra, como si no hubiera sufrido discriminación por ello o no fuera una condición inherente de los autores. Como bien señalaba la compañera Ariana Alonso Celorio en su capítulo «Feminismo Discapacitado, la Subversividad del cuerpo.» escrito en el libro «Feminismos. Miradas desde la diversidad»: A estas personas se les aplicaba el fenómeno de que, como no encajaban suficiente en la idea de discapacidad, se les eliminó esa parte de su historia, porque «tan discapacitada no sería». Un ejemplo claro es Miguel de Cervantes, manco a causa de una lesión de guerra, cuya vivencia se filtra en el Quijote y que sin embargo a menudo se ve ignorada en las críticas a esta obra.
Todos estos casos tienen en común un sesgo muy claro: lo considerado como normal, lo válido y correcto es lo escrito por hombres cisheterosexuales, blancos y no discapacitados; y lo demás es la otredad donde solamente es válido en referencia a sus propias vivencias como si no pudieran ser válidos como «autores de verdad», solamente como la anécdota o narradores de lo inusual.
El caso Frankenstein

Mary Shelley fue en un principio «la hija de», pero tras enamorarse de un hombre casado y fugarse con él abandonó la comodidad que le ofrecía ese hogar. Una mujer que es descrita en la actualidad como revolucionaria y feminista fue claramente marginada en los círculos de su sociedad por sus pensamientos y sus declaraciones sobretodo por los derechos de las mujeres en relación a la educación. Pero aquí debemos centrarnos en su novela más famosa «Frankenstein» o «El moderno Prometeo». Una obra de terror gótica que publicó bajo un seudónimo, gracias en parte a su marido. Esto se debió a que no creía que la fueran a publicar si hubiesen sabido que estaba escrita por una mujer, y más por una mujer joven.
Tras la publicación, la novela adquirió fama y tras un tiempo se reveló como autora de la misma; esto generó una gran controversia y constantemente se vio cuestionada como la verdadera autora o simplemente como quien había puesto algo a la novela pero que en realidad había sido escrita por su marido, aunque como se sabe este solamente la ayudó con la corrección. El por qué de tanto revuelo solamente se entiende con el machismo imperante de la época, una mujer no podía escribir algo tan oscuro y aterrador, no era algo propio de «señoras de bien» tener esos pensamientos y ser capaz de plasmarlos de forma tan sublime.
Las mujeres también hacen literatura
Durante mucho tiempo se pensó que las mujeres solamente podíamos escribir de nuestra experiencia, haciendo una clara distinción entre la literatura «de verdad» y la literatura escrita por mujeres que se debía a los romances y las historias basadas en sus vidas. Esto se fue demostrando como algo totalmente erróneo, pero como ya hemos comentado antes: La falta de educación de muchas mujeres y la diferencia entre la que se les proporcionaba a ellas y a los hombres; y el ostracismo de autoras y obras a las que la sociedad les sometía; hacía muy difícil que, por muy buenas que fueran sus obras, adquirieran notoriedad e importancia.

De todos los premios nobel de literatura otorgados desde la creación del galardón en el año 1895 tan solo lo han ganado 14 mujeres, aunque dentro de estos premios es la segunda disciplina en la que más mujeres lo han ganado, por encima de este solamente está el nobel de la paz. En los últimos tiempos cada vez son más mujeres las que alcanzan la fama dentro de la literatura, aunque todavía vemos como el machismo recalcitrante sigue extendiendo sus garras. Otro ejemplo de esto y más cercano en el tiempo es el de Eleanor Marie Robertson que escribe bajo varios seudónimos Nora Roberts y J.D. Robb, fue la primera mujer en estar en el Paseo de la Fama de Escritores Románticos de Estados Unidos.
Y de repente aparece N.K. Jemisin

Esta autora, que es posible que no resulte familiar a mucha gente, es la primera persona en la historia en conseguir ganar 3 premios Hugo consecutivos con la trilogía formada por «La quinta estación», «El portal de los obeliscos» y «El cielo de piedra». ¿Y si a todos nos suena Isaac Asimov por qué ella no? Porque es una mujer, además negra y que con sus novelas y discursos hace una declaración de intenciones en firme sobre el racismo, el machismo y el fascismo. Las mujeres comenzamos a aparecer en la literatura como grandes autoras y aun así tenemos que seguir escuchando que estamos donde estamos por cuota. En cuanto a publicaciones en España tan solo hay un 32,1% de mujeres y es que se nos sigue publicando menos y por tanto se nos sigue leyendo menos.
La excusa más sonada sobre el por qué se nos publica menos, es la falacia de que nuestras novelas son más mediocres, sin embargo la realidad es que se nos sigue ignorando dentro de este mundo: Los Premios Planeta solo han sido otorgados a 16 mujeres, de las 57 veces en la que se ha llevado a cabo este galardón. Al parecer, y a juzgar por las cifras, las mujeres o bien hacemos mucha menos literatura, la que hacemos es mucho peor, o bien el machismo sigue muy vivo en el mundo editorial.
Del cupo de mujeres a se buscan autoras con A.
En los últimos años lo que si hemos podido apreciar es que en editoriales pequeñas o de nueva creación, se han dando cuenta de que las mujeres también escribimos y lo hacemos muy bien. Y a la vez son conscientes de que tenemos miedo a la publicación, y con razón visto lo visto, por lo que la estrategia está cambiando. Durante mucho tiempo los propios lectores y la sociedad se fue revelando poco a poco de esa literatura donde las mujeres solamente escribíamos novela rosa o romántica, donde cualquier cosa que se saliera de ahí iba a tener su destino marcado por el género del autor. Y empezó la época de los «cupos»: si se tenían muy pocas mujeres publicadas, la sociedad lo señalaba como algo malo, lo que había pasado siempre ya no se toleraba y había que llenar estos cupos. Pero a todas luces se los consideraba como un favor a las autoras, como un regalo que le hacían las editoriales solamente por ser mujeres. Gracias a los movimientos sociales y, especialmente, al feminismo; esto ha empezado a cambiar de forma radical, cada vez son más las editoriales que buscan autoras de forma activa, no como cupo, si no por otorgarles de verdad oportunidades de publicación. Así nos encontramos con autoras jóvenes y magistrales como la famosa Bebi Fernández (con su novela «Memorias de una Salvaje» que es un grito feminista contra la Explotación sexual), u otras autoras quizá menos conocidas pero que también se hacen hueco: Selene Pascual e Iría G. Parente (con su colección de novelas fantásticas en las que hay personajes LGTBIA por todas partes y tienen un fuerte componente feminista) o Haizea M. Zubieta (con su novela «Infinitas«) entre otras miles de autoras fantásticas que cada vez podemos encontrarnos más fácilmente en las librerías.
Esto nos lleva de forma inequívoca a historias más diversas, a personajes más diversos y a lectores que por fin pueden empezar a identificarse de verdad con lo que les están contando y que se sale de lo que se escribía.
¿Y las personas LGTB qué?
Pues estamos todavía peor, salvo contadas excepciones de autores gays apenas existe representación tanto a nivel de autores como de representación de personajes.
No podemos olvidar aquí la polémica suscitada hace pocos días sobre el evento del Celsius 232. La organización ha invitado como autor a Orson Scott Card, autor de ‘El juego de Ender‘, el problema ha surgido de la ideología del autor abiertamente LGTBIAfóbico, misógino y racista que ha vertido tanto comentarios de índole discriminatoria como financiado un lobby para que las parejas del mismo género sean tipificadas en el código penal. Su libro más famoso, como cabía esperar, está plagado de la representación de estas ideologías, solo hay que ahondar un poco en sus diálogos y cómo está su mundo construido. Pese a todo esto la organización decidió traerlo, recordemos que además el Celsius es una feria abiertamente LGTBIA, por lo que se desató un gran malestar por parte de participantes y asistentes al evento que lo veían como un espacio seguro para todas estas personas. Se realizó un comunicado donde comparan de forma flagrante el invitarle con tener autores LGTB y mujeres; así mismo hablan de que invitarían sin dudar a J.K. Rowlin pese a ser abiertamente transfoba. Todo esto amparado en que ellos solamente se fijan en la calidad de los libros y no en la ideología de los autores y que no se le dará altavoz para expresarla. El eterno debate de separar la obra del autor no es algo nuevo, lo vivimos en el Metoo y en otros escándalos; donde se habla de que por muy malo que haya sido el autor de una obra, por muy despreciable que sea su ideología o por muchos delitos que hayan cometido, no se puede por ello crucificar su obra.
Pero no se basa en ignorar que un autor discrimine de forma sistemática a parte de la población, separar la obra del autor surgió precisamente de que si un autor escribe sobre una distopía en la que muere gran parte de la población no implica que su autor quiera que esto pase. Se puede llegar a extender esto a aquellos autores que lleven siglos muertos, porque en su época ciertas cosas que ahora entendemos como horribles podían ser la norma. Pero es que a día de hoy estamos hablando de que su ideología y sus actos tienen lugar y sus consecuencias nos afectan en este mismo siglo, en nuestro tiempo.
Autoras discapacitadas.
Como ya apuntamos respecto al sesgo, estas cuestiones también nos afectan a la comunidad discapacitada, y es que no se entiende que podamos escribir otra cosa alejada de lo que es el llamado «Porno de Automotivación» y, cuando nos salimos de ese formato, se nos borra como discapacitadas ignorando la influencia que esto pueda tener en nuestras obras.
Virginia Woolf

Esta autora conocida por praticamente cualquier feminista, es uno de los símbolos más claros del borrado disca que nombrábamos arriba, es una autora magnífica, y su obra está constantemente salpicada por su condición de neurodivergente. Es considerada como una de las figuras más relevantes del Vanguardismo literario del siglo XX y del feminismo internacional. Antes de terminar con su vida a causa de su trastorno bipolar, Virginia sentó las bases del feminismo moderno con obras como «Orlando o la obra de referencia «Una habitación propia».
Hellen Keller

Esta mujer sordo-ciega no solo fue una novelista espectacular, si no que también fue oradora y activista política, se convirtió en una activista y filántropa destacada; recaudando dinero para la Fundación Americana para Ciegos, fue miembro del Industrial Workers of the World (donde escribió desde 1916 a 1918) y fue una importante sufragista, además de luchar por los derechos de los trabajadores, el socialismo y otras causas relacionadas con la izquierda, además de ser una figura activa de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles tras cofundarla en 1920. En 1924, se apartó de la actividad política para enfocarse en la lucha por los derechos de las personas discapacitadas y realizó viajes por todo el mundo ofreciendo conferencias hasta 1957. Por sus logros, el presidente estadounidense Lyndon Johnson le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad en 1964. Desde 1980, por decreto de Jimmy Carter, el día de su nacimiento es conmemorado como el Día de Helen Keller. Su vida ha sido objeto de variadas representaciones artísticas, tanto en cine, teatro y televisión, destacándose particularmente The Miracle Worker. Hellen publicó hasta 14 obras que se siguen leyendo a día de hoy y más de 475 artículos y ensayos.
Nuria del Saz

Nuria es una periodista y escritora sevillana, conocida por ser uno de los rostros de los informativos de Canal Sur. Además de poeta y autora de varios libros de poemas, lo es también de la novela “A ciegas en Manhatan”. Esta mujer vive con diplopía, una condición por la cual percibe dos imágenes del mismo objeto, lo que comúnmente entendemos por «ver doble».
Todas estas mujeres, y muchísimas más, son discapacitadas además de unas autoras brillantes. Pero en muchos de los casos se ha borrado de la historia que lo eran, y cuando no, es porque han dedicado su vida y su talento a luchar por los derechos de todas las personas discapacitadas. Necesitamos que se sepa, empoderar la primera persona sí, pero también empoderar el poder escribir sobre cualquier tema sin ser borrada de tu propia obra.
Conclusiones
A pesar de los avances en la materia literaria hasta el día de hoy, seguimos luchando por ser reconocidas y escuchadas sin que nuestras obras sean juzgadas únicamente por ser mujeres, LGTBIA, racializadas o discapacitadas (o todo lo anterior); luchamos para que se nos lea y se nos tenga en cuenta, pero para ello lamentablemente aún hay qie hacer un esfuerzo en las librerías para no llevarnos sin querer solo a autores, es por eso que os animamos a que hagáis como nosotras y, aunque se hayan acabado las fiestas, sigáis regalando autoras de todo tipo para que podamos realmente llegar a cambiar las tornas en esta sociedad. En todo este artículo os encontráis muchísimos ejemplos de novelas maravillosas de casi cualquier índole que podéis regalar, pero si aún tenéis dudas, siempre podéis preguntar en las librerías.
Gracias. Yo soy un escritor bisexual, algo que no es una bandera de mi obra. La verdad, en mi obra soy sumamente libre y de igual forma trato cualquier identidad (no así discapacidad o, al menos, no lo tengo tan naturalizado). No pretendo tampoco forzarlo, pero es importante leer esto porque a uno se le va, lo da por hecho y, en otro sentido, como finalmente elegí casarme con una mujer en un relación reconocida cómo «heterosexual», digamos, porque ambos sabemos muy bien nuestra orientación sexual y hablamos de todo ello sin problema alguno y, la verdad, somos muy plenos y felices construyendo esta relación (con sus dificultades comunes), etc., en realidad, no me había detenido a pensar que, el hecho de no abanderarme en mi sexualidad, puede ser el mismo que me permita pasar de largo sin detenerme a pensarlo, puesto que formo parte de los «hombres bien» a quienes no se les beta. En fin, me sigo nutriendo mucho de esto porque desde el lado fácilmente aceptado es difícil comprender a quien no se le acepta. En otros aspectos de mi vida, sin embargo, la bisexualidad siempre me ha relegado. Me da gusto, por otro lado, que a varias de las autoras las conozco y he leído de forma habitual sin especial caracterización de su vida diversa, esto no porque sea mi interés desaparecer tal dimensión de su vida o unas propuesta para leerlas, pero sí es gustoso saber que aparezcan en sí mismas por sus ideas y capacidad literaria en mi mundo de consumo letroso y no bajo esos rubros estigmatizantes como algunos de los que señalas. Excelente artículo. Gracias.
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Perdón por acentos erróneos del autocorrector en «reconocida có*mo» y por las erratas en «un* relación» y «unas* propuesta». Gracias.
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