¿Por qué me odia mi hijo?

Es sabido por prácticamente todas las mujeres que deciden divorciarse de sus maridos, que lo primero que ocurre es que se las responsabiliza de esa «pérdida» que siente el menor. Sin embargo, es algo de lo que no se habla, pues supondría de nuevo hablar de la conciliación y de la problemática de que las mujeres se encarguen principalmente de todo el peso psicológico de la casa y la familia.

Así nos encontramos con que las madres suelen ser las malas, las que echan broncas cuando los menores hacen cosas mal, las que les llevan al médico, las que van a hablar con les profesores, etc. Los padres, sin embargo, suelen ser con quienes los menores pasan tiempos de ocio en el mejor de los casos. Con ellos suelen hacer actividades al aire libre, excursiones, juegos, etc. Lo que da una imagen sesgada de cada miembro y así es cómo se representa en esa sensación de abandono o de pérdida del menor tras el divorcio.

Ante una situación de divorcio en la que un menor pierde parte del contacto con su padre, suele ocasionar que ese menor tenga rencor contra su madre, incluso aunque haya ejercido violencia contra ellos.

Roles de Género

Todo comienza con cómo aprenden los menores que debemos ser y quién se encarga del mantenimiento de la unidad familiar. Las niñas son agasajadas con juguetes de mamás: muñecos de bebés, cocinitas, barbies que les enseñan como deben ser, etc. Los niños, sin embargo, son obsequiados con juguetes más diversos, pero jamás con aquellos que impliquen siquiera insinuar que el sector de los cuidados existe. Así crecen los hombres creyendo que el cuidado no es su responsabilidad, que las cosas de casa no son suyas y que ya estamos nosotras para llevar eso.

«Es que eso lo lleva mi mujer»

La frase más escuchada en las consultas pediátricas cuando van los padres solos: no saben las alergias de sus propios hijos, ni los medicamentos que toma, ni su historial clínico, ni cuando les pusieron la última vacuna porque les han dicho toda su vida que esas cosas no son su responsabilidad. Así es como se construyen las estructuras familiares y cómo acabamos siendo nosotras las que llevamos el peso de todo lo que tiene que ver con la casa y la familia, lo que lleva a que tras el divorcio también se nos otorgue las custodias casi totales de los menores porque nosotras somos las que siempre nos hemos encargado de ellos. Y, las pocas veces que se ofrecen las custodias compartidas, esos padres modelo que tanto alardean de sus hijos en redes sociales, la mayoría de veces los dejan a cargo de la abuela, la tía o la novia que tengan en ese momento. La cuestión es no responsabilizarse de las partes más duras de la paternidad y no ser nunca «el malo» a ojos de sus hijos. No importa que en tu casa la historia sea diferente, porque la realidad es que esto es lo que ocurre en la mayoría de casas. Así nos encontramos con datos que parecen de hace un siglo, pero que son la realidad de todas las mujeres de nuestro país: Más del 60% de las mujeres españolas realizan siempre o casi siempre solas esas tareas domésticas; los hombres dedican sus labores a «pequeñas reparaciones» de la casa. Solamente 2 de cada 10 hombres en nuestro país, realizan las tareas domésticas en igualdad de condiciones con su pareja mujer.

Con respecto al tiempo empleado para el cuidado de los hijos, en los primeros tres años desde sus nacimientos, solo el 5,6% de los padres se ocupaba fundamentalmente de su atención contra el 87,7% de las madres. Otro aspecto donde la desigualdad en la distribución de tareas se hace evidente. Así nos encontramos con que los periodos de paternidad y maternidad son desiguales, ya que no los utilizan para las mismas cosas. Mientras que las madres utilizan la baja por maternidad para recuperarse del parto y cuidar de su bebé, el padre lo utiliza para cuestiones tan frívolas como un Cuadriatlón. Con noticias tan blanqueadas como esta, nos damos cuenta de que la mayoría de hombres no se dan cuenta de las necesidades de atención de unos bebés recién nacidos. Y a nosotras no nos cabe sino preguntarnos quién se ocupaba de esos bebés mientras su padre entrenaba, que por los datos que tenemos, probablemente fuera, o bien su mujer cuando volvía de trabajar, u otra mujer de la familia.

Victimismo Paterno

Una de las tácticas más utilizadas aún hoy por padres a los que no se les otorga la custodia completa o parcial de sus hijos es acudir al falso Síndrome de Alienación Parental, creado por el psicólogo pederasta Richard Gardner con el fin de que los padres pederastas pudieran conseguir las custodias de sus víctimas. Ha sido ampliamente criticado por la comunidad legal y de salud mental, quienes afirman que el SAP (por sus siglas en inglés) no debe ser admisible en las audiencias de custodia de los menores basándose tanto en la ciencia como en la ley. El SAP ha sido rechazado como entidad clínica por las dos instituciones más reconocidas en el mundo en términos de salud mental: la Organización Mundial de la Salud y la Asociación Americana de Psicología. Es por eso por lo que no aparece en las listas de trastornos patológicos de ningún manual, ni en el CIE-10 de la (OMS) ni en el DSM-5 publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría.

Además de todo esto, hay que tener en cuenta que el SAP no es diagnosticado de forma médica, sino legal. Fuera de un litigio por la custodia de los menores, nunca se diagnostica este supuesto síndrome, lo que ya debería ser un indicador de su inexistencia real. Además de que un síndrome mental nunca debe ser diagnosticado con valor en las acciones de otra persona (la mayoría de las veces, de la madre).

La Madre como Trabajadora

Cuando hay un divorcio, lo primero que nota el menor es un descenso de la atención que recibe, así que dirige su reclamo de atención hacia el progenitor con quien vive, que generalmente somos las madres. Es por ello que, al no poder dar la atención que reclama por tener que trabajar, muchas veces el menor se enfada inconscientemente y nos trata con desprecio por no recibir esa atención. A eso hay que sumarle los comentarios que pueda proferir su padre sobre nosotras en las jornadas de visita, que pueden ser buenos y ayudar a que la situación sea buena, o pueden ser despreciativos agravando de esta forma la mala imagen que el menor tiene de nosotras por la falta de atención.

Es obvio que a muchas mujeres les encantaría pasar más tiempo con sus vástagos, sin embargo, ante un divorcio, las madres tienen que salir a buscar más ingresos fuera de casa; lo que hace prácticamente imposible la conciliación familiar y agrava la sensación de abandono en el menor. Son niños y niñas, no entienden que si no trabajas no hay comida en la nevera. No entienden que tienes derecho a ser feliz lejos de su padre. No entienden que también necesitas disfrutar de tu ocio a veces. No entienden el mundo de los adultos, pero es nuestra obligación explicarles los motivos reales por los que están viviendo esa situación. No podemos hacer que nuestros hijos e hijas vivan ajenos a la realidad solamente porque crees que no lo van a entender (obviamente no se lo tienes que explicar como lo harías con un adulto, pero sí de forma sencilla para que comprenda por qué tiene que vivir ciertas situaciones).

Por supuesto, esta no es una cuestión de responsabilidad de las familias, sino que el mayor problema reside en el capitalismo patriarcal, que hace que la mujer sea la encargada del trabajo doméstico a la vez que debe trabajar, lo que se traduce en que son las máximas responsables de la conciliación mientras que ellos no hacen ese esfuerzo. Así los datos nos sitúan en la siguiente realidad: en Europa, un 32,1% de mujeres trabajan a tiempo parcial para conciliar, frente a un 8,9% de los hombres. La brecha salarial se sitúa en 16,2% (hasta el 23% en España) y las mujeres cobran un 40,2% de pensión. Las cifras de España no se alejan de las europeas: un 26,6% de las españolas empleadas de 25 a 54 años con un hijo trabajaba a tiempo parcial en 2016 frente al 5,1% de los hombres. Con estos datos en la mano parece obvio señalar que la culpa la sigue teniendo la división sexual del trabajo, y es que, si hasta que nos divorciamos trabajamos a tiempo parcial, cuando ya no se reciben dos sueldos, necesitamos buscarnos un segundo empleo o ampliar nuestra jornada. Y mientras nosotras trabajamos, necesitamos: o bien pagar a una persona que nos cuide a nuestros vástagos (en condiciones de nuevo nefastas, ya que no cobras lo suficiente para pagar lo que le corresponde a esa mujer), o que algún familiar se haga cargo; en la mayoría de casos, otras mujeres (madres, hermanas, amigas, etc).

Conclusiones

Teniendo en cuenta todo esto, parece obvio alegar por qué es el padre quién tiene que pagar una pensión alimenticia cuando no pasa el mismo tiempo que la madre con sus hijos e hijas, al igual que si no se encarga de los mismos gastos. Para solucionar todo esto, lo primero que sería necesario es invertir en una educación igualitaria que enseñe a los hombres que el trabajo doméstico y familiar es una cosa de todas y todos; pero también es necesario modificar las largas jornadas laborales por sueldos miserables que empujan a la explotación laboral a los grupos más vulnerables (generalmente copados de mujeres con hijos e hijas) y fijar una renta básica que garantice a las familias poder disfrutar de su vida en común.

Además, y para esos hombres que niegan la necesidad de las pensiones, si existieran medidas reales que ayudaran a las familias monoparentales a vivir dignamente, las pensiones alimentarias sería mucho más bajas (si cabe), por lo que vosotros también saldríais ganando y sin tener que dejar de fingir que adoráis a vuestros vástagos en redes sociales mientras pasáis con ellos un tiempo ridículo. El imaginario colectivo llega hasta tal punto bochornoso que mientras a una mala madre no se la perdona nunca la figura del padre ausente durante años esta romantizada en múltiples obras de ficción donde «recuperemos el tiempo perdido» es una frase recurrente, por supuesto culpando a la madre de la separación sin aclarar que esa pudo deberse a ser el un maltratador y por tanto nunca un buen padre. Se cierra el circulo, las mujeres como siempre en la parte que el hombre no quiere para si mismo.

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