La Caza de Brujas

El tema de la caza de brujas ha supuesto una constante en la historia feminista, cuando las brujas han sido siempre figuras principalmente femeninas que eran malas y que querían llevar el mal o el pecado a pobres hombres inocentes. Es una de las figuras de las villanas más antigua que existe, haciendo ver a las mujeres empoderadas como malvadas relacionándonos siempre con las brujas.

En muchos casos además se considera a los aquelarres como una forma de protofemisnismo, congregaciones de mujeres que se unían entre sí con la intención de compartir conocimientos y protegerse unas a otras del patriarcado.

Así mismo el movimiento feminista se ha reapropiado de la etiqueta de bruja, transformándola en un orgullo para muchas de nosotras, pues «Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar.»

La #CazadeBrujas es uno de los actos más oscuros de nuestra historia, se asesinaron a cientos de miles de personas, la mayoría mujeres, por creencias religiosas.

Calibán y la Bruja

Silvia Federici delante de una pintada en la que se puede leer: «Eso que llaman amor es trabajo no pago».

Uno de los principales escritos feministas sobre esta temática es el libro de «Calibán y la bruja» de Silvia Federici en el cual se defiende la teoría de que «La caza de brujas está relacionada con el desarrollo de una nueva división sexual del trabajo que confinó a las mujeres al trabajo reproductivo» y en concreto con los inicios del capitalismo que requería acabar con el feudalismo y aumentar el mercado de trabajo, eliminando la agricultura de subsistencia y cualquier otra práctica de supervivencia autónoma ligada en ocasiones a tareas agrícolas en terrenos comunales. Federici sostiene que la irrupción del incipiente capitalismo fue uno de los periodos más sangrientos de la historia de Europa al coincidir la caza de brujas, el inicio del comercio de esclavos y la colonización del Nuevo Mundo. Los tres procesos estaban relacionados: se trataba de aumentar a cualquier coste la reserva de mano de obra.

«Efectivamente, en un sistema donde la vida está subordinada a la producción de ganancias, la acumulación de fuerza de trabajo sólo puede lograrse con el máximo de violencia para que, en palabras de María Mies, la violencia misma se transforme en la fuerza más productiva.»

Silvia Federici en «Calibán y la Bruja» (2004)

De la misma forma, en dicho trabajo, Federici relaciona la violencia de la caza de brujas con la necesaria renovación del orden social en un escenario de transición desde el feudalismo hacia el capitalismo. La caza de brujas sería, por tanto, una nueva forma de relegar a las mujeres a las antiguas labores para así mantener la producción de mano de obra sometida al orden capitalista. Por todo ello, es imposible asociar este modelo social con cualquier forma de liberación, ya que el mantenimiento propio del sistema capitalista se debe a la construcción del entramado de desigualdades dentro del proletariado mundial y su capacidad de globalizar la explotación.

Sin embargo, esta transición y este posterior sistema capitalista en el que aún hoy nos encontramos es enfrentado a su vez con múltiples movimientos sociales (decolonialismo, feminismo, lucha de clases, anticapacitismo, etc.) que introducen una difenrecia clara respecto al resto de periodos históricos de sometimiento de masas: la resistencia al capitalismo alcanza una dimensión global y por lo tanto eso va a traducirse en una violencia sistemática para mantener el régimen capitalista o en una resignificación del mismo.

En este nuevo modelo es necesario volver a lanzar a las mujeres el mensaje de que su trabajo se reduce al trabajo no asalariado, que se traduce en un capital invisible que hace posible la subsistencia del propio capitalismo. Sin las mujeres llevando a cabo el trabajo de cuidados de forma gratuita, la mano de obra no podría ser explotada por parte del Estado. Así se demoniza la figura de la mujer independiente, inteligente y empodereada, la figura ancestral de la bruja.

La Figura de La Bruja.

Aglaonike de Tesalia, condenada por brujería por ser conocedora de las fases de la luna y predecir eclipses.

La idea de la bruja se ha extendido siempre desde una perspectiva patriarcal en la cual eran representadas como mujeres emancipadas (viudas o solteras) de edades avanzadas y que poseían innumerables conocimientos científicos que el resto de la sociedad no comprendía, posicionando así a estas mujeres como un blanco fácil del ataque de aquellas figuras de poder que tenían miedo a que ellas les arrebataran ese poder. Así se creó una idea de la bruja, que serviría para acabar con aquellas mujeres que desafiaban las ideas patriarcales de la época. Gran parte de ellas eran de edad avanzada, mayores de cincuenta años, lo que se ajusta al estereotipo tradicional de la bruja. La mayoría de las mujeres acusadas de brujería eran solteras o viudas, y en general pertenecían a los niveles más bajos de la sociedad.

Hipatía de Alejandría, filósofa y cabeza de la escuela neoplatónica de Alejandría. Asesinada a pedradas y desmembrada, algunos historiadores dicen que por bruja.

La realidad es que las mujeres que han trascendido históricamente como brujas eran esencialmente científicas o pensadoras críticas a las ideas católicas y que, por lo tanto, ponían en entre dicho el sistema feudal de la época y el posterior sistema capitalista.

Caza de Brujas en Europa

El número total de víctimas de la caza de brujas no puede ser establecido de modo completamente fiable, debido a que una gran cantidad de actas de juicios se han perdido y muchos procesos no se registraron nunca de forma oficial. En un estudio publicado en febrero de 2019 por Michel Porret, de la Universidad de Ginebra, se afirma que sobre los 110.000 procesos conocidos entre 1580 y 1640, el momento álgido de la caza de brujas en Europa, los jueces laicos sentenciaron a muerte de 60.000 a 70.000 acusadas, sobre todo en los medios rurales. De ellos alrededor del 75% fueron mujeres.

Actualmente no existe consenso en torno al número de víctimas de la Caza de Brujas. En la mayor parte de las regiones de Europa, la proporción de mujeres sobrepasó el 75% y en algunas llegó incluso al 90%. Esto se explica en gran medida por el fuerte carácter patriarcal de los tratados sobre la brujería escritos en la época, considerando a las mujeres moralmente más débiles y presas más fáciles para el Diablo. Muchas de estas mujeres eran curanderas, aunque también cocineras y comadronas, así como encargadas de cuidar niños, y fueron objeto de la caza de brujas.

Una de las últimas mujeres acusadas de brujería fue Anna Schnidenwind, ajusticiada el 24 de abril de 1751 en Endingen am Kaiserstuhl (Alemania). Se cree que posiblemente la última muerte de una bruja en territorio del Sacro Imperio fue en 1756 en Landshut. En Suiza, la última bruja, Anna Göldin, fue ajusticiada en junio de 1782.

La última muerte documentada de una bruja en Centroeuropa fue en 1793 en el Gran Ducado de Posen. Pero, aún en 1836, una presunta bruja fue sometida a la prueba del agua por los pescadores de la península de Hel. Ya que la bruja no se hundía, la ahogaron a la fuerza.

Inquisición Española

A pesar de los horrores que se estaban llevando a cabo por todo el mundo en torno a la Caza de Brujas, en España la mayoría de delitos de brujería juzgados fueron castigados con penas menores. Destaca especialmente la templanza con que la Inquisición llevó a cabo estos juicios, ya que la proporción de ejecuciones en procesos juzgados por los tribunales inquisitoriales es bastante menor que la de los juzgados por tribunales civiles. Además, en España no llegaron a existir cazas masivas, con la posible excepción de los procesos de las brujas de Zugarramurdi (1610), en los que fue precisamente la Inquisición la que extinguió la psicosis que se había desencadenado por la intervención de los tribunales ordinarios. En este caso, dieciocho mujeres fueron reconciliadas porque confesaron sus culpas y apelaron a la misericordia del tribunal, pero las seis que se resistieron fueron quemadas vivas, y cinco en efigie porque ya habían muerto.

Caza de Brujas en el siglo XXI

También en regiones no cristianas o que han sido cristianizadas recientemente aparece una y otra vez la persecución de brujas, la brujería o de la magia. Al fin y al cabo el poder sigue temiendo todo aquello que no llega a comprender, y para apaciguar esos temores utiliza la mayor de las violencias, en especial contra grupos vulnerables que pueden desafiar dicho poder.

Causaron revuelo los casos de los niños brujos del Congo. En el norte de Sudáfrica, sobre todo en regiones donde persisten las religiones tradicionales animistas, se acusa cada año a cientos de hombres y mujeres de brujería, personas que son a menudo asesinadas por las masas enfurecidas. La situación es particularmente prevalente en Tanzania, donde cada año entre 500 y 1.000 personas, en su mayoría mujeres, son acusadas de brujería y luego asesinadas, quemadas o mutiladas. El caso también se da en Kenia. En algunos estados africanos existen incluso leyes específicas contra la brujería.

Conclusiones

Nos parece curioso que a pesar de todas las muertes que ha causado la caza de brujas en todo el mundo, sea un tema que se pasa completamente por alto cuando se enseña historia en las escuelas. Los libros de historia hablan de las guerras, de las hambrunas, de las epidemias y en general de todos esos procesos que suponen un antes y un después en nuestra historia. Pero no se habla jamás de la caza de brujas, a pesar de que los datos más positivos sitúan los asesinatos en Europa al rededor de 60.000 donde la mayoría eran mujeres. Teniendo en cuenta esto último, parece obvio decir que precisamente no se habla de estos sucesos por cuestiones puramente misóginas, ya que los asesinatos fueron principalmente de mujeres.

Sin embargo, como movimiento feminista reivindicamos las hazañas de nuestras antecesoras que se enfrentaron con todo lo que tenían, con sus conocimientos y su ciencia contra una moral cristiana y capitalista que quería acabar con su empoderamiento, al igual que aún hoy se nos sigue masacrando y violentando por el mismo motivo.

El sistema patriarcal y capitalista siempre temerá la fuerza de las mujeres, pues sin el potencial reproductivo y la división sexual del trabajo a la que nos han relegado a todas, no podría subsistir. Es por ello que el movimiento feminista siempre debe tener una fuerte conciencia de clase que sitúe precisamente el origen de nuestra opresión en una lucha de clases y en una capitalización de nuestros cuerpos. Ya sea en materia reproductiva o en materia sexual, haciendo evidente al mismo tiempo el Sistema Sexo-Género del que ya hemos hablado. Al mismo tiempo, resulta curioso que se instrumentalice esta masacre muchas veces para hablar de la condena pública a ciertos comportamientos opresivos, ya que el sufrimiento de todo un género no importa, lo único que importa es el ego herido de un abusador.

Bibliografía

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