Los últimos meses nos venimos encontrando con un debate abierto hace muchos años, que nos afecta a las personas discapacitadas de forma directa y alarmante: el Suicidio Asistido. Si bien dentro de esta asociación hay diferencia de opiniones (razón por la que esto es un artículo de opinión) en lo que todas coincidimos es que, en un sistema capitalista, esta opción es un peligro potencial.
Podemos comprender las mil motivaciones que se te ocurrirán para justificar la eutanasia, casos que suponen unos porcentajes ridículos de la población y para los que existen métodos de llevar a cabo una muerte digna. Pero la gente discapacitada somos 1 de cada 7 personas de este planeta, 1 billón de personas según la OMS, y no se puede generalizar nuestras necesidades basándose en casos extremos.
El discurso de la #MuerteDigna cae en un sesgo de olvidar que muchas personas discas somos bombardeadas con que nuestra vida no merece ser vivida por puro #capacitismo
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¿Cuándo marcamos el límite de algo terminal?
Muchas patologías son terminales desde el momento que se diagnostican y se sabe ya desde el principio que esa persona no puede sobrevivir a la enfermedad con los recursos médicos y científicos que tenemos a día de hoy. Entonces, ¿en qué momento podemos decir que esa persona ya no quiere vivir, suponiendo que a partir de cierto punto no pueda decidir?
Muchas de estas patologías son neurodegenerativas y muchas personas pierden la capacidad de razonar (por ejemplo en el caso del Alzheimer, ¿en qué punto se aplica la eutanasia?). Y estas problemáticas no se han contemplado aún, no se ha hablado de este umbral y de estos problemas de definición que tiene la ley. Podemos, cuanto menos, suponer un interés por parte del Estado capitalista.
¿Cómo hablamos de libre elección?
Entendemos que desde la posición de mujeres muchas de las cuestiones en torno a los cánones de belleza o la explotación sexual no existe la libre elección porque un sistema patriarcal nos ha empujado a decidir diferentes cosas sin darnos cuenta, por pura alienación. Que quizá en un sistema libre de opresión patriarcal decidiríamos lo mismo, pero ante la imposibilidad de saberlo, no podemos hablar de una elección propia, sino de que ésta es condicionada por nuestra situación.
Bien, ¿entonces cómo podemos hablar de libre elección de la eutanasia cuando se está llevando constantemente a las personas discapacitadas a pensar que lo peor que te puede pasar en esta vida es ser discapacitada?
Tenemos todo un sistema socioeconómico y cultural que se ha encargado de marcar la creencia de que la discapacidad es terrible y de que supone un sufrimiento constante, cuando, como muchas veces hemos dicho, la mayoría de nuestro sufrimiento es dado por el sistema capacitista y no por nuestras condiciones. Es por ello por lo que plateamos una cuestión imprescindible: ¿cómo podemos decir que se está eligiendo la Eutanasia libremente, si muchas personas prefieren morir que ser discapacitadas?
Aquí también es necesario hablar del rol de cuidados, porque éste influye de forma directa en esta decisión. Las mujeres cuidamos, pero no somos cuidadas por nuestras parejas (hombres) y, por lo tanto, esta vulnerabilidad añadida promueve que sea más sencillo que nosotras «elijamos» la Eutanasia para no ser una carga.
No podemos dar herramientas Filofascitas al Estado.

La primera iniciativa de la Eutanasia, se realizó bajo la dictadura nazi, en Aktion T4, donde bajo la responsabilidad médica se llevó a cabo una criba de las personas con enfermedades genéticas incurables y portadores de discapacidad mental, lo que los nazis definían como «vidas indignas de ser vividas». Se estima que fueron asesinadas entre 200.000 y 275.000 personas.
El líder del Reich Bouhler, y el Dr. Brandt tienen la responsabilidad de extender la autoridad a los médicos nombrados, para que según su propio juicio, a los pacientes que después de recibir un diagnóstico crítico se les consideren incurables; se les pueda otorgar una muerte misericordiosa.
Adolf Hitler
Estamos asistiendo a una repetición de aquello, el capitalismo trata de purgar de sí mismo a los seres humanos que no son funcionales para su modo de producción y no le importa tontear con medidas llevadas a cabo en la época más oscura del siglo XX. En un sistema económico en el que las personas son reducidas a máquinas, las personas discapacitadas son máquinas rotas. Todo esto se justifica bajo la premisa habitual del mito de la libre elección para que las clases bajas «escojan» hacer lo que al sistema capitalista le conviene. No dudemos de que se trata de una «libre elección” viciada, tomada por personas a las que se las ha machacado psicológicamente diciéndoles por muchos medios que son un estorbo para sus seres queridos (casualmente también de clase baja) y que sus vidas no son dignas de ser vividas. Antaño existía una acción estatal directa que posibilitaba a las autoridades decidir sobre nuestras vidas, y la necropolítica de hoy en día se camufla en esta falsa libertad.
Actualmente se está dando una instrumentalización asquerosa de casos tan claros y paradigmáticos como el de Ramón Sanpedro o el de María José Carrasco, para dirigir a la opinión pública hacia el discurso de las vidas que no son dignas de ser vividas. En especial se está haciendo énfasis en el marido de María José, no para señalar lo horrible que es que, con las ayudas que recibían, no podían tener una mínima calidad de vida. Porque eso sería señalar directamente el problema: los escasos medios dedicados a la discapacidad y la dependencia. No debería extrañarnos ese enfoque, para el Estado es más barato una persona discapacitada muerta que recibiendo una ayuda económica que la posibilite disponer de calidad de vida.
No somos quien ni tenemos los conocimientos suficientes para matizar qué leyes en especifico se deberían aprobar, pero sí sabemos que hay más formas (costosas) que garantizarían los derechos de las personas que no son darle al estado poderes para matar a la ciudadanía.
Un poco de Empatía.
Hagamos un ejercicio de empatía, nos pondremos en la piel de un caso habitual de persona discapacitada. Imagínate que vives con una discapacidad de alto grado, aquella que más miedo te dé, cuya causa no importa. La pensión que recibes del Estado apenas te llega para pagar tus necesidades más básicas, y mucho menos da para «lujos». No te da para pagarte una asistencia, la cual deberían darte de forma gratuita, pero el sistema está saturado y hay lista de espera; por lo tanto son tus familiares quienes deben cuidarte, al principio con un amor y dedicación plenos, pero que poco a poco vas notando como la carga (porque la sociedad dice que eres una carga) los va asfixiando sin permitirles seguir plenamente con sus vidas. Esa situación año tras año hace mella en su actitud, lo que antes eran caras de afecto pasan a ser de rabia por cuidarte, poco a poco son más habituales los abusos de poder que menoscaban tu dignidad. Esta situación se alarga (y empeora) con el tiempo, sin que se sepa cuando va a terminar porque sigues con vida y las ayudas económicas cada vez son más bajas. Imagínate que tras determinados años la eutanasia se legaliza, ves a tus seres queridos agotados de hacerlo todo para que tú vivas lo mejor que puedas, y coges todas las «indirectas» que te lanza la sociedad al respecto. ¿Como ibas a atreverte a no escoger voluntariamente la eutanasia si te han convencido que lo mejor es que no sigas viviendo?
No olvidemos que la eutanasia es una medida pensada para las clases bajas de poder económico, pues una persona discapacitada de poder adquisitivo alto podrá disponer de las suficientes comodidades y seguirá siendo funcional al capitalismo como para que la sociedad considere su vida digna de ser vivida. Es lógico cuestionarse con los hechos históricos, las influencias sociales que han llevado a los gobiernos capitalistas que están copados de fascistas, a permitir una ley nueva sobre la «Muerte Digna». Entendemos que a día de hoy, en el sistema actual, no podemos otorgar al estado la autoridad para asesinar a personas en relación a la llamada «Pena de Muerte» en las prisiones, pues según hemos visto, esto conlleva a que se asesine sobretodo a personas racializadas. Y sin embargo cuesta mucho ver el peligro de permitir que el estado redacte una ley basada en idearios nazis para permitir «muertes dignas» o lo que antes se llamó «muertes misericordiosas».
Conclusiones
En definitiva, nos parece aberrante que no estemos analizando las motivaciones que han llevado a toda la sociedad a pensar en la comunidad discapacitada como un lastre evolutivo y a decidir que es buena idea que nuestra existencia sea un motivo de suicidio, en lugar de ayudar a la comunidad de activistas discapacitadas a luchar por una sociedad más justa e igualitaria que no nos empuje a odiarnos a nosotras mismas y que nos enseñe que somos perfectamente válidas y, sobre todo, que no nos arroje a las personas discapacitadas al sufrimiento garantizándonos el techo, el sustento y la asistencia sanitaria de calidad que a día de hoy se nos sigue negando.