Aún cuando con el título pudiésemos dar a entender que sería un artículo más de feminismo pop con frases tipo “todas somos hermanas, negras o blancas, ¿qué más da?” y relleno de purpurina hasta la trancas, esto no se trata del por qué todas las mujeres seríamos hermanas, sino de por qué excluir a una mujer trans es tránsfobo al igual que excluir a una mujer negra o latina es racista.
No hay un Feminismo transfobo.
Pregonar ideas transmisóginas (o transfobas en general) es antifeminista. No ocurre como tal con otras discriminaciones, opresiones o ideas; es decir, puedes ser una mujer blanca burguesa y ser feminista aun teniendo intereses de clase y que los problemas reales del feminismo te la traigan al pairo, lo mismo ocurre con ser racista. O, de nuevo como en el anterior ejemplo, ser racista dentro de tu feminismo no hace que seas antifeminista, para algo ha existido desde siempre el llamado “feminismo blanco”, el cual pregonaban las sufragistas y perduró hasta casi la tercera ola. Aquí comenzaron a llegar las críticas, el afrofeminismo, el decolonialismo o las ideas antiimperialistas que calaron hondo al menos en apariencia dentro del mismo. Pero no nos vamos a ir más por las ramas; vamos a explicar punto por punto por qué la transfobia no es más que otra aliada (y unas de las principales) para que el patriarcado siga en pie.
Corrientes feministas principales.
El feminismo liberal es un feminismo light, un feminismo purpurina. Es el feminismo que nos venden los medios y el que es considerado como válido por aquellos hombres que asume estar formadísinos en el tema. El feminismo de todas somos hermanas, el feminismo de las políticas de identidad, del “cállate varón” y del “yo aspiro a ser la jefa de mi empresa”. Este feminismo no ha tratado de analizar en profundidad las distintas opresiones y discriminaciones habidas. Te habla del patriarcado, sí, pero ¿de qué forma y en qué condiciones? Sin análisis de raíz poco vamos a solucionar. Aunque lo lógico es que todas las feministas entremos en tal movimiento por dicha corriente hegemónica pero la mayoría solemos acabar desligándonos de ella.
Es aquí donde entra nuestro gran amigo el feminismo radical. Aquí ya no hablamos de patriarcado sino de qué lo crea, de dónde ha salido, por qué estamos donde estamos y cómo vamos a acabar con ello. El feminismo radical fue el que le puso nombre al patriarcado; ya sabemos que lo que no se nombra no existe, y aunque muchos autores (desde filósofos, políticos hasta protofeministas y feministas posteriormente) habían tratado de explicar el por qué las mujeres no tenían la educación que les correspondía o trataban de debilitarlas más en base a esta, fue incapaz de explicar su origen con exactitud, deambulando entre varias etapas de la historia. Hay un dicho que dice “muerto el perro se acabó la rabia”. Bien pues, ponerle nombre al patriarcado no hizo más que generar nuevas dudas y cuestiones no hechas hasta entonces.
¿En qué consiste el radfem?
Este feminismo nace de la mano de los movimientos políticos y sociales de la época, como Mayo del 68 en Francia o el movimiento por los derechos civiles en EEUU. A pesar de ir a la vanguardia en muchos aspectos, estas revoluciones se estancaron en materia de género. Dejaron, cómo no de nuevo, detrás a las mujeres pero ellas no se callaron y comenzaron su propia revolución.

Kate Millett al escribir y publicar Política sexual en 1970 no esperaba que junto a la Dialéctica del Sexo de Shulamith Firestone, publicada también ese mismo año, diesen pie a una nueva visión feminista. El radfem coge dialéctica marxista y la traslada al feminismo, en vez de clases hay castas sexuales (hombres y mujeres), y en vez de luchar por acabar con el Capital hay que luchar por abolir el género y destruir con éste el patriarcado por completo.

Esta corriente feminista tiene una particularidad en comparación a la liberal, que le baila por completo el agua al Capitalismo: el feminismo radical coge sus bases y sus formas en distinta disciplinas académicas y los aportes de esta. Esto se aprecia cuando Millett habla de sociología o psicología entre otras materias en su obra, reconociendo explícitamente la existencia de las personas trans. Y, cómo no, estas ciencias no son cerradas y obtusas sino que desde los años 70, en solo 50 años hemos tenido numerosos avances y nuevos descubrimientos y confirmaciones. Es algo que hay que tener en cuenta: hay que contextualizar a las autoras y sus obras en su época y no tomar lo que dicen o dice su bibliografía al pie de la letra , porque ha habido nuevos avances y algunos análisis o teorías han quedado obsoletos ya.
Avances en las materias.

Aunque Firestone hablase de castas sexuales y Millett diferenciase sexo (biológico) de género (psicológico) posteriormente vinieron nuevos aportes, y es que el género no se diferencia en tanto del sexo como nos han hecho creer. Estudiando los sexos nos topamos con cómo está el género de por medio, por ejemplo en endocrinología se habla de hormonas masculinas (testosterona) o femeninas (estrógenos), pero ni las hormonas tienen género, ni existen solo esas dos, ni los hombres tienen solo testosterona y las mujeres solo estrógenos. Y añado un extra, ni siquiera en toda la vida se mantienen el mismo nivel de hormonas, todo esto ya lo explicaba Andrea Dworkin en Woman Hating (1974).
Lo mismo pasa cuando en neurociencias se han estudiado cerebros, habiendo diferencias notables entre los de hombres y mujeres –atendiendo a que este es un órgano plástico, no es que nazcamos con una diferencia marcada sino que esta se da cuando crecemos y debido a la socialización-. Estas diferencias no son suficientes para hablar de cerebros sexuados o dismorfismo sexual en dicho órgano ya que lo que se percibe cuando se estudian cerebros es un espectro, donde si bien es cierto que los masculinos (no los de sexo XY) se encuentran en un lado y los femeninos en otro. No existen dos únicas posibilidades de cerebro e incluso hay algunos que se encuentran en el lado central del espectro.
Todo esto nos sirve para entender que el sexo no se estudia solo en biología, sino que se estudia en otras ciencias diversas. Y atendiendo solo a lo que nos diga la biología, nos quedaremos cortos en análisis ya que no lo vemos de forma global y completa.
Binarismo de Género.
Si tenemos evidencias científicas -muchas más de las que hemos nombrado- de que el sexo no es ni de lejos binario, ni hay caracteres 100% masculinos o femeninos, ¿por qué tenemos la creencia de que es así?
La respuesta es sencilla, lo único binario que hay es el género (entendido desde la perspectiva occidental y neurotípica). Y es este binarismo el que afecta al sexo, a la pura biología y naturaleza, ya que afecta a las propias teorías. El sexo, lo que consideramos como tal, no es sino otra forma que ha tomado el género para legitimarse y sostenerse. Esto no solo lo trataron teóricas posteriores a Firestone o Millett, como Wittig o Rubin, sino que es lo actualmente aceptado por las evidencias científicas presentadas.
¿Cómo se naturaliza el género?
El patriarcado, por otro lado, no actúa sino a través del género, naturalizándolo. Nos hace creer que está todo en nuestro genes, en nuestro cuerpo sexuado, y al ser el sexo parte del género, se habla de un sistema sexo/género. Salirse de tal sistema, salirse de los roles asignados, de las dinámicas habidas… hace que seas castigada por el sistema que se nutre de la opresión y por las personas que lo forman y que, de forma consciente o inconsciente, hacen de verdugos.
Aquí se entiende por qué se castigan -con rechazo, burlas, invisibilización, etc- a los hombres femeninos, a las mujeres masculinas, a las personas intersexuales, a gays, lesbianas, bisexuales y, cómo no, a las personas trans entre otros tantos grupos vulnerables. Para el patriarcado, si naces con vagina debes ser mujer y comportarte como tal, y en el «como tal» se incluyen roles, esterotipos, seguir ciertas dinámicas o pertenecer a la única orientación sexual válida, es decir a la heterosexualidad.
Debido a la división sexual del trabajo, todo esto se ha naturalizado con el fin de mantener el sistema por en pie. Por esta razón se nos considera antinaturales a toda la comunidad LGBTA+, por eso existen todos esos argumentos antifeministas que diferencian una «mujer de verdad» de una «feminazi» en base a su belleza (entendiendo ya de paso que la belleza se considera un atributo exclusivamente femenino y que ni de lejos se les impone un canon a los hombres de la misma forma que a las mujeres).

¿Qué pasa si te sales de la norma?
En España a fecha de hoy, las personas intersexuales, cuyos genitales se salen de la cisnorma, son forzadas en la mayoría de casos a pasar por una terapia hormonal e incluso operaciones de reasignación genital desde jóvenes, viviéndolas incluso desde críos. Estas intervenciones son catalogadas como mutilaciones en muchos casos, ya que no son consentidas realmente y traen como consecuencia numerosos problemas que acarrearán las personas sometidas a estos procedimientos en su vida adulta.
También a día de hoy miles de niñas en el mundo sufren mutilaciones genitales por diversos motivos, entre los que se encuentran el considerar el clítoris un órgano masculino que debe ser estirpado por el bien de la niña y de su futuro.
La mutilación genital femenina viene asociada a modelos culturales de feminidad y recato, portadores de la idea de que las niñas son puras y hermosas una vez que se eliminan de su cuerpo aquellas partes que se consideran impuras o no femeninas, esto es, masculina
Nota de la OMS sobre la Mutilación Genital Femenina
Sociológicamente no podemos ignorar lo mucho en común que tienen ambos tipos de mutilaciones genitales: las dos son puramente culturales y por la asignación de un género a una clase de genitales, ya ni al sexo en sí. Ambas mutilaciones se dan para entrar dentro de este sistema, para ser válidas y reconocidas, por mucho que unas se den a miles de kilómetros de nuestros hogares y otras en el hospital de nuestra ciudad
A pesar de todo lo expuesto en este artículo, hay ciertos sectores de autodenominadas feministas (como aquellas ya conocidas por su ponencia en la Escuela Feminista de Rosario Acuña 2019 en Gijón) que dicen que la Mutilación Genital Femenina se sufre por nacer mujer, ignorando todo lo que dicen las diversas organizaciones como Médicos del Mundo o la propia OMS acerca del motivo cultural tras todo esto, de cómo un órgano como el clítoris es visto con un género tras él. Curiosamente estos mismos sectores feministas son los que hacen una diferenciación entre ser transexual -de verdad- o queer -trans de mentira-. ¿Y sabéis cómo catalogan a unas personas en uno de los dos grupos? En base a si han hecho la transición completa o no, en base a si han pasado o no por tratamientos y operaciones que ponen en riesgo su vida. Estamos hablando de que denominadas feministas te validen y reconozan en base a si entras o no dentro del sistema que nos daña a todas.
Conclusión
Cuando se llevan acabo actos que validan a mujeres por sus genitales o lo femeninas que son, estamos haciéndole juego al Patriarcado. Obligar a una mujer trans a entrar en el arquetipo naturalizado de «mujer» o a un hombre trans en el de «hombre» es lo mismo que hacen conservadores y antifeministas cuando te validan como «buena mujer» si eres femenina, pelo largo, tienes hijos o entras en el canon de belleza socialmente aceptado. No cabe la LGBTIfobi, y en concreto la transmisoginia, en el movimiento feminista.
Obligar a personas a entrar en el sistema sexo/género es obligarlas a entrar en el sistema patriarcal para legitimarlo. Es naturalizar el género, los roles, estereotipos y las dinámicas de este. Y no hay nada más antifeminista que legitimar el propio sistema patriarcal en el que vivimos.
Bibliografía
OMS sobre la ablación femenina
Woman Hating. Capítulo 9: Androgyny, Fucking, and Community. Andrea Dworkin
Política sexual, Kate Millet.
Sociología y género. La construcción social de género. Capitolina Díaz y Sandra Dema Moreno.