Parirás con dolor

Los últimos días ha saltado la liebre con un tema bastante importante y que durante años ha estado relegado a un segundo plano en la esfera revolucionaria, que es la cuestión fundamental del parto, el embarazo y la lactancia.

Debemos partir de que si bien el debate debería girar en torno a la violencia violencia obstétrica y lo que en ella sufren las mujeres embarazadas, este debate se ha convertido en una pelea encarnizada en términos banales que pertenecen únicamente a la persona que va a dar a luz, como es el hecho de que quiera o no quiera ponerse una Epidural. Debates que parten de una malintencionada interpretación de lo que era un tweet completamente inocente hablando de un podcast bastante interesante. Aunque se traten en él algunas cosas que criticaremos más adelante.

La #ViolenciaObstetrica es un problema todavía a día de hoy en la agenda feminista, ya que toda la sociedad ha sido construida para y por los hombres, minimizando las dolencias y necesidades de las mujeres.

Violencia Obstétrica

Este tipo de violencia machista es aquella ejercida hacia las mujeres durante el embarazo, el parto o la lactancia; que convierten una parte de nuestra vida en ocasiones en auténticos infiernos. Y es que este tipo de violencia es un habitual en centros médicos, hospitales y paritorios; por lo que muchas mujeres sienten real pánico a acudir al hospital cuando se trata de sus embarazos, lo que condiciona a que quieran partos en casa que pueden ser un riesgo para su salud.

Esta violencia parte de actitudes y mensajes de los profesionales que son inadecuados o que son irrespetuosos, hasta no informar sobre los procedimientos ni respetar los deseos de las madres ante la muerte del feto. Esta violencia ocasiona en las mujeres múltiples consecuencias tanto físicas como psicológicas e influye en cómo ven a los profesionales. Tal como indica el Informe Anual de Violencia Obstétrica de 2016, el 70,3% de los y las profesionales que entraron en la habitación y tuvieron contacto con las mujeres no se presentó ni dijo cuál era su título, deshumanizando por completo el trato con la parturienta. En el 66% de los casos ni siquiera se pidió permiso para tratar a las usuarias, lo que supone una clara violación de su intimidad. Y aunque esto resulte a simple vista una nimiedad, realmente es un claro signo de cómo se nos ve durante una parte de nuestra vida en la que estamos a merced de quienes nos rodean.

Más de la mitad de las mujeres encuestadas (50,7%) no fueron informadas de la intervención (por ejemplo, inducción, kristeller, episiotomía, etc.) que se les iba a realizar. En un 76,6% de los casos no fueron informadas de las distintas opciones de actuación, incluido el no hacer nada. En algo más de la mitad de los casos (50,1%) se actuó prescindiendo del consentimiento de las mujeres, lo que supone un delito en sí mismo, ya que para realizar cualquier tipo de intervención, es necesario que la persona o su tutor legal te autorice por escrito a ello, eximiendo además de aquellas posibles complicaciones que se den, las cuales también deben estar correctamente informadas. El 25,3% de estas mujeres manifestó haber sido tratada despectivamente por presentar el plan de parto, es decir, que su derecho a decidir cómo parir se vio completamente anulado de forma despectiva; no respetando además este documento en el 65,8% de los casos. A un 74,7% de las mujeres no se les permitió elegir la postura en el expulsivo.

Respecto a los bebés, los datos también resultan alarmantes, al 66,7% a las madres no se les explicó ni se les pidió consentimiento para cada actuación sobre sus bebés, a los cuales no tuvieron libre acceso en un 42,7% de los casos, lo que supone una grave problemática respecto a la adaptación del bebé al medio externo. En los casos en los que el neonato no sobrevive, un 75% de las madres no recibió información clara sobre la autopsia y el entierro y el 65,2% de ellas no tuvo libertad ni tiempo para decidir sobre el cuerpo de su bebé. Lo que supone que no se respeta los derechos básicos sobre estas madres, desde su integridad física, emocional y mental; hasta las decisiones sobre lo que quieren que se haga con sus hijos e hijas.

A la pregunta general de si han necesitado o creen que necesitan ayuda psicológica de algún tipo para superar las secuelas o malos recuerdos de su parto, más de un tercio (35,9%) de las respuestas fueron afirmativas.

Roles de Género: El Papel de la Madre Sufridora.

Muchas personas en su afán por ignorar el fuerte vínculo que existe entre esta violencia y el machismo, niegan en rotundo que esto ocurra por el hecho de ser mujeres, dando a entender que se ha tenido mala suerte con los profesionales. Sin embargo, cuando hablamos del Parto o el embarazo, debemos comprender que es un proceso especialmente feminizado y, aunque existan personas que paren sin ser mujeres, debemos entender que socialmente este proceso está cargado de misoginia por la interpretación social del mismo.

Lejos de relacionar el parto con un acto de comunión con nuestros cuerpos cisnormativos, con la madre naturaleza y concepciones acientíficas del parto que no tienen en cuenta la violencia que lo rodea, queremos analizar nuestra realidad material como mujeres. Es por ello por lo que vemos necesario analizar los roles de género de los que se empapa toda la sociedad.

Desde que somos pequeñas se nos dice que nuestro papel fundamental es el de cuidar, el de ser madres, es el dejarlo todo para que tu vida sea plena dándote a la crianza de nuestras hijas e hijos. Esto se intensifica claramente con el mensaje del sufrimiento cuando llegamos a la época menstruante, en el momento en el que sangramos por primera vez que marca el inicio de nuestra edad fértil. Se nos bombardea con mensajes de que ya somos «mujeres completas» o «mujeres adultas», lo que fomenta una idea subyacente en la educación patriarcal: nuestro único motivo de seguir vivas, es dar vida más adelante. De aquí se extrapola además la prohibición del aborto, no es una cuestión de que sea un ser vivo, si no que es nuestra responsabilidad criar a ese ser humano porque es nuestro papel como mujeres.

Otras implicaciones que salpican todo lo que empapa el papel de madres, es el hecho de que se normalice el dolor durante la menstruación, hasta el punto de que se nos tacha de exageradas o histéricas cuando acudimos por algún analgésico a nuestro médico de cabecera. Mientras cientos de miles de mujeres en el mundo conviven con patologías tan serias como es la endometriosis sin que sus médicos las tomen en serio hasta que el dolor se convierte en algún síntoma físico y medible. Somos ignoradas en nuestro sufrimiento, porque este sufrimiento parece formar parte de las implicaciones clásicas que las mujeres debemos vivir. Llegado a este punto parece evidente y entendible la motivación que lleva a ciertos sectores a renegar de la necesidad de la epidural como analgésico ante un proceso cuyo dolor se hace en muchos casos insoportable. Pero no es necesario sufrir dando a luz para vivir la experiencia del parto plenamente, no es necesario llorar de dolor por las contracciones y empujar sin más motivación que conseguir que se termine ese sufrimiento. Personalmente lo vemos contraproducente ya que convierte en un infierno un proceso que si es deseado debería ser feliz.

Además de las obvias implicaciones sociales que conllevan a este sufrimiento supeditado a la moral de la «buena madre», debemos agregar otras intencionalidades que pueden ser problemáticas.

La más clara es aquella que se relaciona directamente con la moralidad de las religiones monoteístas que asimila el dolor como un castigo a la mujer por la traición de Eva a Dios y a Adán, al hombre al fin y al cabo; ya que estas dos figuras representan en el Génesis a todo lo masculino y lo divino, representan todas las implicaciones y todo el poder del hombre sobre sus mujeres.

Conclusiones

En definitiva, nos parece un error tachar de algo necesario el dolor durante el parto, aunque la intencionalidad sea la de normalizar este dolor. La realidad es que repite una historia bíblica que deberíamos extinguir como movimiento, aunque debemos decir que la interpretación de lo que ha movido a tanta gente ha sido bastante malintencionanda, entendida como una pretensión de imponer la eliminación o la demonización de la ya mencionada epidural, lo que queda muy lejos de lo que se pretendía.

Bibliografía

Informe Anual de Violencia Obstétrica (2016)
Observatorio de la Violencia Obstétrica
Endometriosis

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