Victim Blaming

Literalmente, «culpar a la víctima»: consiste en afirmar, de forma más o menos sutil, que la víctima es responsable al menos en parte si no totalmente, del delito que se cometió contra ella, mientras se le resta responsabilidad al delincuente (ya sea infantilizándole, bestializándole o incapacitándole).

Así pues, el delito se cometió porque la víctima lo provocó por su actitud, su vestimenta, «falta de precaución», etc.
Esta forma de redistribuir la culpa, favoreciendo al agresor, es una de las herramientas más empleadas por el Patriarcado para controlar y silenciar a las mujeres. Actos tan normalizados como preguntar a una mujer cómo iba vestida la noche en la que fue violada, juzgar su estilo de vida en la televisión pública horas después de su desaparición o señalar como punto relevante que iba borracha. Culpar a la víctima es una práctica que perdura siglo tras siglo en nuestras sociedades. Lapidar a la mujer por pecadora o quemarla por adulterio pese a que en ambos casos fue violada, sentarla en el estrado y cuestionar su actitud mientras cinco hombres abusan de ella o preguntar “¿por qué no denunciaste antes?” a una joven con moratones en la cara, son solamente unos pocos ejemplos de lo que ocurre desde el origen del patriarcado, donde el hombre no es responsable de su sexualidad, pues se supone que ésta es intensa e incontrolable.

Un claro ejemplo de este suceso es el caso de “La Manada”, en el que, durante meses, una víctima de «Abuso Sexual» (utilicemos los términos de la fiscalía para evitar sanciones) grupal no solo tuvo que sufrir la presión del juicio y las secuelas de la agresión, sino que además tuvo que soportar el peso de la culpa que ponía la sociedad sobre sus conductas antes y después de la peor noche de su vida. El escarnio público incluía reproches por haber bebido en San Fermín, por no gritar o defenderse lo suficiente e incluso por intentar llevar una vida normal después de la agresión, recordemos que se la puso un detective para seguirla y utilizar su vida «normal» como argumento de que no pudo haber agresión.

Otro caso bastante mediático fue el de Diana Quer; asesinada por José Enrique Abuí, El Chicle. Días después de su desaparición y antes de hallar su cuerpo sin vida, varios medios de comunicación decidieron mostrar su estilo de vida, como justificante de su desaparición. En primera instancia, muchos de ellos afirmaban que la chica había desaparecido voluntariamente, mientras mostraban fotografías de la joven con sus amigos o pasando una noche de fiesta, como si aquello fuera una prueba irrefutable de que lo que le pudiera ocurrir era su responsabilidad.

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