Cuando hablamos de consentimiento sexual siempre hay algo de debate. Por cómo se debe o no expresar el consentimiento, qué es realmente el aceptar tener relaciones sexuales y en qué situaciones el sí es realmente un sí.
Ya se ha hablado con anterioridad la problemática del gran y oído eslogan »Un no es un no» porque está mandando un mensaje incompleto: No solo un no es un no. Normalmente se habla de cuatro puntos principales que debe tener el consentimiento para serlo.
El consentimiento debe ser consciente: Por consciente se refiere a que una persona que no está lúcida al 100% no puede dar un verdadero sí. En esta lista entran las personas embriagadas, drogadas, durmiendo y en algunos casos de personas que vean su capacidad de decisión mermada. En el artículo sexo y diversidad se ahonda mucho más en este tema.
El consentimiento debe ser libre: Libre, sin ser coartado, sin insistencias, sin chantajes. Una aceptación completa que no se ha visto influida por agentes externos. Esto va de la mano con el siguiente punto.
El consentimiento debe ser entusiasta: Por entusiasta se refiere a deseado, algo que buscas y quieres. Obviamente esto entra en choque con el tema de la prostitución, pero este artículo en el que se habla del tema dejamos bien clara nuestra postura abolicionista; en esta definición de consentimiento no se admite la compra-venta de nuestros derechos humanos. Como hemos dicho antes, el consentimiento ha de ser libre y, teniendo en cuenta la vulnerabilidad económica de muchas mujeres, no hay libertad allá donde tienes que venderlo para comer y dormir bajo techo.
El consentimiento debe ser activo: Las personas partícipes deben mostrar dicho deseo. Que una de las dos personas no se mueve, se muestra incómoda, distante, se aparta, o demás comportamientos, es una señal roja. Es probable que no quiera mantener relaciones sexuales y no sea capaz de decirlo con palabras. Ante eso, empatía, respeto y escucha.
Ante la duda, es mejor mostrar interés hacia las ganas de la/s pareja/s. El respeto hacia la otra persona es una parte fundamental de los cuidados hacia el otro, y no hay nada mejor para la salud de una relación (amorosa o esporádica) que respetar nuestro cuerpo y el del compañere.