Opresión sí, opresión no… El caso es que podría depender de la forma de verlo de cada uno. No obstante, algo indiscutible es que la asexualidad es todavía patologizada a nivel institucional, a diferencia de lo que muchas personas pretenden ocultar descaradamente para seguir esparciendo un discurso de odio contra la gente asexual sin necesidad de sentir mal por ello después. La patologización no ocurre sólo en el ámbito clínico, sino también en el social, y ocultarlo o censurarlo no ayuda a que el problema cese, sino que lo perpetúa.
Antes de leer este artículo, recomendamos leer también, si no se ha hecho ya, el artículo anterior, que trataba la asexualidad como orientación sexual desde la evidencia científica.
Patologización en el ámbito clínico
No negamos que los profesionales de la salud pongan en práctica determinadas terapias a las personas asexuales con toda su buena voluntad y por puro desconocimiento. Sin embargo, sí dudamos de la ética que puedan tener las terapias aplicadas en los diagnósticos y los procesos para llegar estos sin tener ni siquiera en cuenta la asexualidad como una orientación sexual en primer lugar. Reiteramos: no creemos que la culpa sea de los profesionales de salud, sino de los criterios insuficientes y la falta de información.
¿Qué diagnósticos se usarán en las personas asexuales?
Diversas fuentes como Understanding Asexuality de Athony F. Bogaert, Asexualities: Feminist and Queer Perspectives de Karli June Cerakowski y Megan Milks o Salud Sexual y Reproductiva de Rosa María Zapata Boluda y María Isabel Gutiérrez Izquierdo, mencionan que el diagnóstico común es el de Trastorno de Deseo Sexual Hipoactivo, llamado en el DSM-V como Trastorno de Interés o Excitación Sexual Femenino en el caso de mujeres (cis) y como Trastorno de Deseo Sexual Hipoactivo en el Varón en el caso de los hombres (cis). La única forma de librarse de tal diagnóstico es autoidentificarse como asexual, y cuidado porque esto lleva trampa, ya que es el propio paciente el que ha de manifestarlo en primera instancia y el haber tenido interés en tener relaciones sexuales en el pasado puede ser motivo para diagnóstico, además de usar la palabra «asexual» entre comillas (poniendo en duda su validez) y no contemplar el espectro asexual. Además, la asexualidad sólo se menciona en dos líneas en la versión completa de mil páginas y no en la simplificada (Guía de Consulta de los Criterios Diagnósticos).
Los modos de tratar estos diagnósticos van desde la hormonación (a veces con fármacos poco probados, como la flibanserina) o el uso de placebos, a terapias como el tratamiento combinado de Hurlbert y la terapia sexual y marital de Zimmer, ambas de tipo cognitivo-conductual y amparadas por la APA. Estas terapias consisten en entrenar a la pareja y al paciente para que este no sienta ansiedad a la hora de tener relaciones sexuales. Esto podría sonar bien en principio, no obstante, se trata de exponer al paciente a la situación mediante varias fases estructuradas y educarlo hasta que sea capaz de tener relaciones. En cada fase se tendrá en cuenta el nivel de ansiedad del paciente y su excitación. Sin embargo, surge en servidora la duda de si la desaparición de ansiedad y el aumento de excitación no podrían deberse quizás a la costumbre por repetición y como respuesta a estímulos respectivamente.
Comprendemos que este tipo de tratamientos tienen fama de ser eficientes, pero permítannos dudar de ello. Quienes nos dedicamos al activismo y estamos en continuo contacto con personas asexuales nos llegan a menudo diversos testimonios sobre cómo estos tratamientos los han destrozado a nivel personal y social, logrando que únicamente consideren que lo que sea que les pasa, siendo un comportamiento considerado a nivel clínico y social como anómalo, no tiene solución o que no se han esforzado suficiente para arreglarlo. También comentan cómo el descubrir que son asexuales o que están en el espectro ha supuesto un enorme alivio.
Es por esto que se necesita visibilidad y su posterior normalización en la medicina. Ocultar que estas cosas ocurren no ayuda a que se evite. No se trata de victimización, sino de hacer sonar la alarma para que se realice una revisión y se estudie en profundidad, que se tenga en cuenta y que las personas asexuales o del espectro puedan identificarse y no caer en este tipo de terapias o en las de conversión, como ya se informó en Infocop.
Patologización y violencia en el ámbito social
Lo primero no ocurriría (al menos no tan a menudo) si no existieran factores externos al asexual que lo empujan a buscar ayuda psicológica. No son pocas las personas que te cuestionan incluso cuando ya te identificas como tal. Preguntas como si tienes el nivel correcto de hormonas o si tu alimentación es adecuada supone una rutina en la vida de un asexual. Cuando descubren que a nivel físico está todo correcto, empiezan a insistir en que debe buscar ayuda profesional para «curarle» porque no es normal que no muestre interés o atracción sexual y algo debe pasar. El hacerle sentir apartado del resto del mundo al exponer sus diferencias con respecto a algo que se considera natural y obligatorio en todo ser humano supone un método de coacción por el que podría decidir ir a terapia para evitar la marginalidad a la que se está exponiendo por no seguir el esquema de cómo ha de ser una persona saludable.
Invalidaciones sobre su orientación, burlas, y rechazo e incluso intentos de explicar su poco interés en el sexo por parte de personas alosexuales es lo común en el día a día. Desde que nace el asexual será expuesto a una cantidad considerable de estímulos que intentarán hacerle caer bajo los encantos del sexo. Estímulos que no comprenderá en ningún momento y probablemente le haga preguntarse si hay algo que falla en su mente. Esta falta de reacción supone un peligro tanto para la heteronorma como para el capitalismo, ya que no va a seguir en ningún momento el esquema que se espera y el único modo de controlarle va a ser mediante la patologización. Es una forma de deshumanizar y someter al que sin darnos cuenta contribuimos todos.
Con el descubrimiento del márketing en los años 80 y 90 se descubre que, a todos los niveles, es mucho más fácil captar la atención de la masa poblacional utilizando una combinación variable de técnicas que estimulan 6 partes básicas de nuestro cerebro: el yo, el contraste, lo tangible, lo visual, lo que empieza y acaba, y las emociones. Y dentro de ésta última categoría, la sexual es la más utilizada para estimular cualquier reacción que nos quieran causar. Ésta es una estrategia básica del capitalismo que, unida al patriarcado, la heteronorma y la cisnorma, hace que se perciba como fundamental el sexo, especialmente el coital, a nivel personal y social, lo que retroalimenta el uso de éste dentro de la propia sociedad para captar nuestra atención, creando un círculo vicioso que termina haciendo percibir a toda la sociedad el sexo más mainstream (el heteronormativo, androcentrista, cisnormativo y coital) como una necesidad inherente al propio ser humano.
Es ésta la razón de que hayamos interiorizado que las relaciones de pareja no pueden funcionar sin un sexo enteramente placentero. Sin él las vemos incompletas y sin chispa. Es también una forma de romantizar el sexo, valorando como la perfección el balance entre sexo y afecto. Ello afecta con mayor frecuencia en parejas mixtas (asexuales y alosexuales), puesto que el número de aces a los que les gusta practicar el sexo es bastante reducido. Esto conlleva diversos problemas y habitualmente desemboca en violaciones incluso entre personas del mismo género. Siempre se trata de lo mismo: de intentar «curarle». No son hechos aislados. Al final la pareja se vuelve disfuncional y la persona asexual será rechazada y culpabilizada por «haberse puesto en peligro» o «no haberlo visto venir». La persona asexual al final acabará concluyendo que está mejor sola que con cualquier persona ya que se le acusará de ser egoísta por no querer tener relaciones con su pareja. Y de querer tener sexo de manera voluntaria, se cuestionará su capacidad de decisión y se le acusará de hacer apología de la violación. Se le está negando, por tanto, el derecho de tener experiencias sexuales por placer y voluntad propios sin que haya coacciones de ningún tipo de por medio.
La violencia del discurso liberal: invisibilización y victimismo.
Tapar y censurar estos hechos con el pseudoargumento de que no sólo ocurre a personas asexuales, sino a las mujeres en general, no va a ayudar a mejorar la situación, además de banalizar profundamente el problema que tienen sobre todo las mujeres asexuales. Ello no quiere decir que no les pase por ser ace, sino que el ser mujer en una sociedad patriarcal va a hacer inevitablemente que las circunstancias sean aun peor. Es algo normalizado y hasta aplaudido en ocasiones.
Por otro lado, negar una violencia que ocurre a personas asexuales por ser asexuales después de lo que hemos estado apreciando últimamente con motivo del Orgullo LGTB no es sino absurdo. Hemos visto desde bulos, mentiras hasta amenazas y supuestas bromas comparando a la comunidad ace con los incels o Hitler y la atribución de unos privilegios que como colectivo borrado de la historia, la cultura, patologizado a nivel clínico e incluso cuestionado obviamente no tiene.
Si todo esto se tratara de una escuela, según los niveles de agresiones y bullying de Ophelia Project estaríamos ante un caso de agresión, bullying y violencia. Minimizarlo porque se trata todo a través de Internet es minimizar el poder del maltrato psicológico y el gaslighting.
A los activistas nos llegan habitualmente casos de personas con pensamientos sobre la muerte o intentos de suicidio debido tanto a la violencia clínica como la social. Los sentimientos de no pertenecer a ninguna parte, que no le van a querer por lo que es o que da asco son muy comunes. Al final la hipervigilancia se hace parte de ellos y acaban desarrollando, esta vez sí, múltiples trastornos mentales. Acusar de victimista alguien que te está explicando una situación que vive a diario sólo porque no la entiendas no te hace tener mejor análisis, sólo te hace, además de ignorante, una persona sin escrúpulos ante el sufrimiento que no te afecta de manera directa.
Con las vidas no se juega.
Notas aclaratorias:
—En RebFeminista no vamos a entrar en el debate de si la Comunidad Asexual entra o no en el colectivo LGTB porque comprendemos que éste se creó por unos motivos y un contexto sociocultural en los que los asexuales no participaron. Nosotras añadimos la A de manera personal para que las mujeres ace de la asociación se sientan amparadas por nosotras.
—Si nos hemos equivocado en algo, agradeceríamos que se nos aportara la bibliografía científica correspondiente para poder rectificar.