Explotación Sexual: Sexualidad, BDSM y Pornografía.

Hoy venimos con un artículo que es esencial en cualquier asociación feminista: nuestra posición respecto a la explotación sexual en diferentes ámbitos. La erotización de nuestra propia opresión para convertirnos, en mayor o menor medida, en objetos consumibles.
Como es un tema muy extenso será dividido en dos artículos para que podamos dedicar el suficiente análisis a cada tema en concreto. En este primer artículo vamos a tratar los temas más cercanos a la población estándar. Hablaremos de la imposición sexual, el BDSM y la terrible pornografía.

Sexualidad:

No te vistes para ti, te vistes para una sociedad machista que quiere consumirte. No muestres tu cuerpo a no ser que éste sea para consumo del Patriarcado. No tengas sexo a no ser que sea con tu dueño, y entonces debes ser como impone la pornografía. Y si no tienes sexo eres una estrecha. De este modo, se crea un tabú alrededor de la sexualidad femenina. Es algo de lo que no se habla, ni se sabe, ni importa.

La mujer, como objeto de consumo y no sujeto de deseo, no tiene a ojos de la sociedad necesidad de deseo, aunque pueda tenerlo, e incluso se considera «poco femenino» o incluso carente de la misma el tenerlo. Esta es una de las razones sociales por las que se practican mutilaciones tan brutales como la ablación e incluso la existencia de placer para las mujeres tiende a pasar desapercibida para los hombres. Según un estudio, aproximadamente 3.3% de mujeres cis consiguen llegar al orgasmo a través de la penetración vaginal mientras que el coitocentrismo define la penetración vaginal como la verdadera forma de mantener relaciones sexuales. Esto implica que aunque la gran mayoría de mujeres cis no llegan al orgasmo a través de la penetración vaginal, es el modelo de sexo en nuestra sociedad actual. Se trata de la práctica que resulta placentera a ojos del Patriarcado. Esto nos lleva, además, a dos ideas que reflejan cómo el patriarcado es, además, lesbófobo y transfobo: la idea errónea de que las lesbianas lo son por no haber mantenido relaciones sexuales con hombres y la relación totalmente errada de que las mujeres no pueden tener pene.

Además, en el sexo se refuerzan los roles de género: la mujer es sumisa, el objeto atado a voluntad del sujeto (hombre). La sumisión se representa muchas veces en todos los aspectos de nuestra vida, pero en el sexo se ve de manera más característica. Un ejemplo de esto es que el 7,2% de las mujeres mayores de 15 años (1 de cada 14)  en todo el mundo ha sido víctima de algún tipo de agresión sexual a lo largo de su vida por alguien que no es su pareja. Y según los datos de México, 8 de cada 10 violaciones son perpetradas por las parejas de las mujeres. España prefiere no realizar ésta estadística, así que no existen datos oficiales sobre ello. Hablamos de muchísimas mujeres que son violentadas diariamente en las calles, en las escuelas, en los bares, en sus casas…, de cómo son objeto de vejaciones y acoso callejero a cualquier hora del día, vistan como vistan.
Las violaciones no son cometidas por hombres que se asemejan a animales, sino por hombres que se saben en una posición de poder y pueden utilizarla. Es un símbolo de lo que ellos, como humanos de primer orden, tienen a su disposición en esta sociedad. Otro indicativo de esto se podría apreciar en las posturas sexuales más populares dirigida a personas cis, en las que a menudo prima el placer sexual del hombre, por encima del placer de la mujer.

De esta misma forma, también se erotiza la violencia ejercida sobre la mujer.  Prácticas como el BDSM (Bondage, Dominación, Sumisión y Masoquismo) donde dóminas y hombres sumisos son minoría (10 y 12% respectivamente según la web de FetLife; aunque hay que reconocer que un elevado porcentaje es kinkster/fetishist y no hay forma de descifrar eso en términos de sumisión/dominación/switch) la norma es ver a la mujer dominada y humillada por el hombre . Una cifra muy baja se alimenta de cambiar estos roles sexuales, pero también carecería de utilidad, pues sería erotizar el empoderamiento de la mujer y supondría perpetuar que no se nos tome en serio. Además, los hombres que adoptan un rol sumiso son ridiculizados utilizando denominaciones femeninas como «perra», «puta» o «zorra». Porque lo humillante es ser mujer.

Matizar que obviamente las personas que lo practican, no son culpables de ello, pues durante toda nuestra vida se nos bombardea con este mensaje. Yo misma practico estas formas de intimidad y soy consciente de dónde viene y veo necesario un análisis al respecto de toda la comunidad, sin pecar en la culpabilización de quienes al final no tienen culpa. La problemática reside en vender el BDSM como empoderante, desde ciertos sectores liberales, porque no es empoderante repetir el mensaje del patriarcado.

La sexualidad perpetúa unos roles de poder que crean una vulnerabilidad sobre los cuerpos de las mujeres, y a su vez todo un mercado aprovechable por el patriarcado, que nace de las ideas preconcebidas sobre la sexualidad (virginidad, monogamia, fidelidad, placer sexual, etc.). El constructo del amor romántico alimenta los ideales de la mujer respetable y ata a un tipo de mujer a la labor reproductiva. Fuera de esta labor, el hombre sacia sus perversiones con otras mujeres que son consideradas menos respetables para la sociedad patriarcal (las prostitutas, las actrices porno o aquellas sumisas que prácticamente se compran en el mundo del BDSM).

Sugar Daddys

Tal vez no conozcáis este término. Yo no lo conocía hasta que me puse a informarme para este mismo artículo. Esta práctica, es usada por personas que práctican el BDSM, para conocer a otras personas que lo hacen también. Son a menudo hombres con dinero que aprovechan su influencia económica para sugerir un intercambio con las sumisas: ellas son sus «compañeras» y a cambio ellos son generosos, económicamente hablando. ¿No suena bastante a prostitución encubierta? Por mucho que lo vendan como una opción empoderadora para las mujeres (los anuncios dicen cosas tipo: “Para que vas a malgastar tu tiempo y energía en un curro precario cuando puedes tener a un ricachón a tus pies?”), la verdad es que si tienes que follar a un hombre por dinero (y por tanto en una posición de poder con respecto de tí), es la definición de prostitución. El creador de Seekingarrangement.com, Brandon Wade, se autoproclama feminista. Y dice que creó un modo para que las mujeres puedan graduarse de la universidad sin deber mucho dinero. Pero lo que este hombre y otros hacen es forrarse a costa de la precarización de las mujeres. Como han hecho siempre la prostitución y la pornografía. Lo pintan como una oportunidad maravillosa de conocer a hombres ricos que se hagan cargo de tus gastos, que se enamoren locamente de ti y con los que mantener relaciones diversas (supuestamente el sexo es solo una opción) a cambio de un beneficio mutuo. Pero al final el mayor beneficiado es el capitalismo y el patriarcado, porque sigue vendiendo el cuerpo de la mujer como un producto consumible a cambio de dinero. Convierte el sexo en un derecho y un servicio, en lugar de lo que es: un pasatiempo y un deseo.

La descripción de la sugar baby es sumamente frívola:

“Personas atractivas buscando por las cosas finas de la vida. Aprecian los viajes exóticos y los regalos. Los sugar babies obtienen un estilo de vida lujoso, y conocen personas adineradas a diario.”

Lo peor de todo es que este tipo de websites fomentan los roles de género más repugnantes.

“Todas las mujeres buscan un tipo con dinero en lugar de trabajar”

En esta página donde los propios usuarios de estos sitios critican este tipo de websites, que claramente consideran lugares de prostitución. Llaman a las prostitutas “váteres llenos de gérmenes que solo sirven como receptáculos de semen” y cosas parecidas. Afirman que la mayoría de las mujeres son feas y de “baja calidad”, sin que les parezca una contradicción que ellos sean unos puteros. Hacen de nuevo, responsables de las webs a las mujeres que desesperadas por sobrevivir acuden a este tipo de «trabajos». Otra vez el patriarcado responsabilizando a las mujeres de su propia opresión porque las malas somos nosotras, que nos vemos empujadas a vender nuestro cuerpo porque la sociedad considera inferior el trabajo que realiza una mujer.

Además de todo esto, el discurso que hacen es peligroso: hace poco una mujer que se dedicaba a la prostitución y quería expandir su negocio con las websites de sugar daddies dijo que había sido violada en una cita. Su violador le dijo que quería cobrar el servicio por el que había pagado. Esta mujer comentó que este tipo de websites, al hablar de “relaciones mutuas” y no de prostitución, hace que muchas chicas no se den cuenta de que se colocan en una situación en la que se espera que ofrezcan sexo y que puede ser bastante peligrosa si, al pensar que el sexo es opcional, se resisten.

Pornografía:

Todo el mundo ha consumido alguna vez pornografía, no nos engañemos, y todo el mundo conoce las secciones que tienen estas páginas webs. La primera problemática visible en estos medios es el constante refuerzo de los roles de poder respecto a todos los grupos de opresión. Cómo convierten un tema tan serio como el machismo, la LGTBfobia, el racismo, el capacitismo o el clasismo en un fetiche con el que masturbarse. Y ya no porque se fomente en los vídeos, creyendo inocentemente que la persona que sale en ellos lo hace libremente, sino porque esas personas son empujadas a este tipo de «trabajos» por el hecho de pertenecer a grupos oprimidos. A una mujer le cuesta más que la contraten en cualquier trabajo que a un hombre con sus mismas cualificaciones y experiencia (Techo de Cristal).

En la industria de la pornografía nos encontramos todo un sistema capitalista que se aprovecha de las desigualdades y que empujan a las personas a buscar trabajos precarios o a su propia explotación. Por supuesto, la explotación se da en todos los trabajos, pero mientras una camarera vive de su fuerza de trabajo, cualquier persona del ámbito sexual (sugar babies, actrices porno, prostitutas), viven de la venta de sus cuerpos.
Y no lo hacen voluntariamente cuando hay todo un sistema que te encamina a ello.
En las siguientes cifras de empleabilidad de Hombres y Mujeres del año 2016 se ve claramente que nosotras tendemos a ser quienes menos puestos de trabajo tenemos.

Satellite

Si se consideran los salarios anuales con jornada a tiempo completo, el salario de la mujer representaba en el año 2015 el 87,9% del salario del hombre. En la jornada a tiempo parcial el porcentaje era del 93,5%. Estas cifras dejan de manifiesto que mientras las mujeres ocupamos más trabajos temporales que los hombres, ellos siguen sin ser pagados de la misma manera. Además, según el artículo enlazado, las mujeres ocupamos los puestos peor pagados y esto también desequilibra la balanza, puesto que hay nada menos que el triple de hombres que de mujeres percibiendo los 4.000 euros mensuales de media que ingresan los directivos. Otra manera de ver el dato: el 4,26% de los trabajadores varones se sitúan en estos puestos de dirección. Entre las mujeres ocupadas, las directivas representan menos de la mitad del peso que tienen ellos: apenas el 1,97%.

Sin título

Todos estos datos suponen que hay una fuerte brecha salarial entre hombres y mujeres que empuja con más asiduidad a las mujeres a los trabajos más precarios y hostiles. Siendo uno de los más comunes, el Trabajo Sexual.
Cada año entre 600.000 y 800.000 personas cruzan las fronteras internacionales como víctimas de trata y el 80% son mujeres. Y si hablamos de trata con fines de explotación sexual, encontramos un aplastante 98% de mujeres y niñas. Una de las dificultades principales de la lucha contra la trata es que la mayoría de las víctimas no son identificadas y, por tanto, no tienen acceso a asistencia o protección. Esto tiene mucho que ver con la falta de perspectiva de género en el análisis de las historias de vida y con la polaridad a la que está se somete el debate sobre la prostitución y que pretende que las prostitutas encajen en la casilla de “prostitución voluntaria” o “trata con fines sexuales”

Expertos, legisladores y organizaciones sociales coinciden en que la lucha contra la violencia sexual es una de las grandes asignaturas pendientes en España, un país donde se denuncia de media una violación cada ocho horas, algo más de tres al día, y donde sin embargo, no hay más datos que una macroencuesta sobre violencia de género realizada en 2015 de la que si extrapolamos los resultados se deduce que más de un millón setecientas mil mujeres y niñas que viven en el país han sufrido una agresión sexual alguna vez en su vida. Son el 7,2% de la población femenina. Eso sin contar a aquellas mujeres que no tienen la opción de hablar. Probablemente estos datos no incluyan a las prostitutas, a las trans o a las que simplemente no han tenido el valor de decirlo. (Que esto son meras especulaciones según la norma del país en el que vivimos)
Dentro de este mismo artículo se deja de manifiesto un hecho que ya conocíamos pero que cada vez es más necesario: sólo en el 18% de los casos la agresión era de un desconocido mientras en ocho de cada diez había sido un conocido (47,1%) o un pariente (23,2%). Con esto queremos decir que si nuestros allegados son quienes más nos violan, ¿qué no será capaz de hacer un desconocido y con dinero de por medio?

La mayoría de actrices porno dijeron que querían dejarlo, pero no tenían otros medios para sobrevivir. A esto hay que añadir que también experimentan un trastorno por estrés postraumático equivalente a los veteranos de guerra que estuvieron en combate. Su mayor problema es demostrar que han sido violadas, porque su trabajo es precisamente tener sexo con personas con las que a veces no les apetece. Y cómo olvidar también todo el Caso Torbe, que aunque a día de hoy ya haya quedado en un segundo plano, nosotras no olvidamos. Cómo un director de pornografía violó a varias chicas en sus películas, las mismas que muchos aún usan para masturbarse.

Conclusión:

La explotación sexual obviamente tiene una raíz patriarcal y capitalista que se alimenta de la necesidad de un grupo tan vulnerable como el de las mujeres en situaciones límite. Lamentablemente muchísimas de las compañeras que sufren algo más que el machismo se ven todavía más empujadas a explotar su cuerpo para poder comer.

El trabajo, utiliza la fuerza de trabajo, la energía a la hora de desempeñar una acción para satisfacer necesidades de las personas a las que sirve. El sexo no es una necesidad, es un deseo. De esta manera y por las consecuencias de la explotación sexual sobre las mujeres no puede ser considerado una opción viable convertir su explotación en un trabajo. Además no trata a las mujeres como personas, las deshumaniza y cosifica. Se convierte a las mujeres en objetos para satisfacer los deseos de los hombres, en algo que puedan consumir, maltratar y agredir sin consecuencias sociales.

Lo que es necesario, viable e imprescindible es eliminar el patriarcado y dar a esas mujeres un trabajo que no implique la explotación de sus cuerpos. Un trabajo digno que les garantice poder sobrevivir en una sociedad igualitaria, acorde con sus características y sus deseos. Dado que si el sistema se abole, quienes quieran ejercer podrán seguir haciéndolo (esa minoría privilegiada que tiene la opción de vender su cuerpo a quién, cómo y cuándo quiere), y las mujeres y niñas pobres que son empujadas a ello podrán trabajar en cualquier otra cosa.

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