La cultura de la violación.

Uno de los temas desgraciadamente de mayor actualidad es el caso de la Manada de los San Fermines, el caso de violación múltiple con la sentencia más bochornosa de… los últimos meses.

A raíz de éste caso y de muchos otros, muchas de nosotras hablamos de la percepción social en relación a los temas de abusos y agresiones sexuales y cómo ésta misma sociedad lanza el primer veredicto de culpabilidad siempre hacia la víctima. Esto se llama cultura de la violación. Y hemos crecido con ello, lo hemos reproducido, y la sociedad lo tiene implícito en sí misma.

A propósito de la misma, Kate Millet enuncia (entre otras muchas frases lapidarias acerca de éste tema) en Política Sexual la siguiente frase:

El dominio sexual es tal vez la ideología más profundamente arraigada en nuestra cultura, por cristalizar en ella el concepto más elemental de poder.

Así, a partir de los trabajos de Millet podemos dar una definición bastante aproximada de la cultura de la violación.

Kate Millet: Política sexual.

La prevalencia de los hombres en tanto a género privilegiado nos viene desde antes de lo que queramos creer, y afecta no solo socialmente, sino también en las artes, las ciencias y en la forma de percibir el mundo en general. Esta prevalencia en todos los ámbitos hace que, como no puede ser de otro modo, ejerzan su poder y sus privilegios también dentro del ámbito sexual.

Las corrientes machistas y masculinistas no dejan de recordarnos la paradigmática idiosincrasia de la sexualidad masculina: es como una bestia, que no puede ser controlada, de la que ellos son meros siervos y por tanto tienen que calmarla y nosotras, objetos de fantasía de esa bestia, hemos de estar sometidas a la satisfacción y aplaque de la misma.

Para Millet el patriarcado se reafirma a través del estatus, el temperamento, y el rol. La interrelación entre estos tres entes a través de la socialización genera diferencias entre los géneros, permitiendo la dominancia de los hombres sobre las mujeres, y de los adultos sobre los jóvenes, siendo permeable a distintos sistemas económicos y permitiendo al género dominante, además, recurrir a la fuerza sin obtener por ello una respuesta contundente y acorde a la violencia empleada.

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Kate Millet

¿Cuáles son aquellas situaciones violentas en las que no existe la penalización total del acto en sí? Toda aquella violencia destinada a doblegar y utilizar la sexualidad de una mujer siendo el placer o la opinión masculina el único requisito indispensable. Así, las políticas de natalidad, las violaciones, los abusos y la utilización principalmente de las mujeres como fábricas u hornos donde se crean nuevos seres humanos son componentes intrínsecos a ésta violencia que sufrimos como mujeres, aunque la sufran algunos hombres como daño colateral.

¿Entonces, que es la cultura de la violación?

Cultura de la violación son todos aquellos comportamientos destinados a menospreciar y culpabilizar a las mujeres sobre su sexualidad o su elección vital en torno a su planificación familiar, y disculpar aquellos comportamientos masculinos que atenten contra las mujeres infantilizandolos y restando importancia a dicho suceso.

Es muy importante comprender que no sólo violar es cultura de la violación, si no que también lo son todos aquellos comportamientos periféricos que pasan más desapercibidos dentro de la sociedad y que consideramos como normales. Comportamientos como los piropos (en inglés, catcalling), la crítica estéril hacia el comportamiento o la vestimenta de una mujer por el simple hecho de subir el contenido que ella quiera a una red social, la justificación de dichas críticas por la exposición o la duda @ conseguido) abusar de ella, intentando buscar algún resquicio de culpa en acontecimientos tanto pasados como futuros, todo ello es cultura de la violación, en la que las mujeres tenemos que estar hipervigilantes para con y entre nosotras por el simple hecho de ser objeto de la sociedad y no sujeto activo de la misma.

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Fuente: Huffington Post

La mujer como sujeto de su vida.

Decía Celia Amorós en su escrito «Feminismo y filosofía» que las mujeres sólo pueden ser concebidas homogéneamente y como una dualidad: somos genéricas y somos o putas o santas. Y esa misma cultura machista exige que nuestro espacio sea lo privado, lo que es poco reconocido, lo escondido. Cuando las mujeres reclamamos el espacio público al grito de lo personal es político, reclamamos la utilización de igual a igual de dichos espacios; sin ser objeto de crítica y de abuso constante, siendo nosotras el sujeto de nuestras vidas y, además, sujeto social que interactúa de igual manera con el entorno. Como tal, la única forma de poder hablar de la inexistencia de una cultura de la violación inherente a la cultura social sería aquella sociedad en la que nadie hablara de nosotras por el simple hecho de haber tomado decisiones sobre asuntos que afectan a nuestra autoestima, propiocepción y sexualidad. Una decisión a la no exposición condicionada por un miedo al qué dirán no es una decisión libre: es una cadena a la reacción de aquellos que deberían garantizar que, ni mas ni menos, tienes la misma denominación que ellos: sujeto social. Del mismo modo, notas de vida como las que éstas ultimas semanas han sacudido la red de la mano de Cristina Fallarás y su haghstag #cuéntalo no serían ni tan abundantes, ni tan dolorosas, ni por supuesto, tan cuestionadas.

Algunos datos reales sobre la violación

Contrariamente a lo que creemos, las violaciones no se corresponden tanto con el hombre que te asalta por la calle y te violenta como con aquella persona que está en tu circulo de conocidos, en tu zona de confort, y te coacciona y asalta. Concretamente, el 80% de los casos son personas del entorno de la víctima, y en el 99% de las veces el agresor será un hombre. También podemos decir que en el 90% de las ocasiones, la agredida será una mujer, y en el 10% restante, serán hombres de edad joven y niños. Esto es porque, como hemos explicado al principio del texto, la cultura de la violación enseña a los hombres que ellos son sujetos y que aquellos sobre los que puede ejercer algún poder, son objetos de deseo destinados única y exclusivamente a su satisfacción.

Precisamente por ésta percepción de que las necesidades del hombre están por encima de las de sus victimas, y tal y señala este estudio, aquellas personas que justifican y  apoyan los comportamientos de los agresores en los abusos y agresiones sexuales son precisamente aquellos que tienen más opciones a cometer dichas agresiones. En otras palabras: sólo aquellos que violarían o han violado justificará y apoyará a un violador. Y justificaciones tenemos a patadas: el mito de la testosterona, la negación la propia agresión en base a los deseos de los hombres involucrados en la misma, o alegrarse e incluso promover activamente que a los hombres no se les encarcele por agresión sino por abuso sexual e incluso se les absuelva de la misma.

Cultura de la violación al alcance de todos.

La pornografía, y aquí daré sólo unas pinceladas, es una de las muestras más crudas sobre la cultura de la violación existentes. Las mujeres no tienen deseo, o mejor dicho, sienten deseo cada vez que un hombre cisexual así lo requiere. No tienen sus propias querencias, ni necesidades ni pueden negarse. En palabras de Irantzu Varela:

El porno comercial es heterocentrado, coitocéntrico, […], y básicamente esos señores grandes meten sus pollas grandes en los agujeros grandes de mujeres chiquititas.

Cada vez los adolescentes acuden más pronto al porno, y adquieren ciertas pautas sobre lo que es el deseo sexual y, sobretodo, cómo ha de ser dicha relación sexual. En el porno más comercial la mujer no tiene la opción de decidir cómo será esa relación sexual, e incluso presentan como fantasiosas las relaciones que más se «asemejan» a una gresión y un abuso. Escribimos «asemejan» porque, en palabras de muchas actrices porno, realmente a lo que asistimos es a agresiones sexuales en toda regla. Y cada vez ese porno más comercial es más agresivo con las mujeres, sólo hay que ver la cantidad de videos existentes en categorías que, de entrada, no deberían existir: cualquiera que tenga la palabra abuse o rape.

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Andrea Dworkin, feminista radical y activista anti-prongrafía

La violación en el folclore popular

Por último, podemos hablar de cómo se trata la violación dentro de la cultura a lo largo de la historia y cómo en la mayoría de los casos, incluso siendo manifiesto, se justifica al agresor de las maneras más inverosímiles posibles. Hablamos, entre otras muchas cosas, de cómo se trata éste tema en Lolita, de Vladimir Nabokov.

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Lolita es una niña a la que violentan, a la que violan y de la que abusan sexualmente. Y en el libro se cuenta en primera persona por parte del agresor. No es algo que nos inventemos «las feministas», es que Nabokov lo cuenta en numerosas entrevistas y se queja del trato portadístico que se le da a su libro en Europa. Gracias a aquellos hombres, que reinterpretan el libro a su antojo para no contar la historia de un monstruo, la historia de Lolita es reinterpetada como una niña sabedora de sus encantos femeninos que manipula a un pobre hombre. De esta forma, conseguimos por partida triple justificar la pederastia del protagonista, el abuso y las agresiones que comete (porque «él no tiene la culpa de su biología») y ponemos el foco de atención sobre la víctima para culparla de todo aquello que le acontece, revictimizandola y juzgándola. La relectura que se ha realizado a través de las películas y las reinterpretaciones de los hombres deseosos de justificar al agresor de Lolita es, sin duda, la obra culmen de la cultura de la violación y de la socieda machista en la que vivimos.

Y aunque es máximo exponente en ésta cultura de la violación, no es la única obra tratada con ese desprecio. Me gustaría cerrar éste artículo con lo que popularmente se llama «la mujer en la nevera».

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Viñeta del Cómic «Linterna verde» a partir del cual se acuñó el concepto de «Mujer en la nevera»

La mujer en la nevera es un concepto manejado a partir del descuartizamiento por primera vez el número 54 de Green Lantern de la novia del protagonista, a la cual como mensaje dejaron en su nevera para que se la encontrara y provocar una reacción en él. En la mayoría de las historias protagonizadas por hombres, la acción proviene porque un agente externo altera o les quita su objeto más preciado: una novia, una mujer, una hija… y por lo tanto ellos necesitan restablecer su posición de poder y recuperarlo. ¿Alguien puede decirme en qué se basan todas las películas de Venganza, de Liam Neeson? ¿O todas las películas en las que él y sólo él tiene que hacer prevalecer su justicia por encima de cualquier otra reacción para recuperar lo que es suyo?.

La pena es que no exageramos ¿En cuántas películas, series, libros o cómics, se trata la violación, entre otros tipos de violencia contra la mujer, como la agresión que es para la victima y no como un medio para demostrar poder a otro hombre? Una vez más, demuestran que nosotras, y más concretamente nuestra sexualidad, sigue siendo pertenencia de un hombre, y por tanto nosotras sólo somos objetos para que él interactúe con nostras.

Conclusión

La cultura de la violación desgraciadamente es hegemónica y, por lo tanto, está en todas partes y se presenta muchas veces de manera inadvertida y normalizada, moldeando nuestra concepción de la sexualidad y el deseo sexual y sirviendo como discurso del miedo para relegar a las mujeres al espacio privado. Muchos son los frentes para combatirla, pero evitar culpabilizar a las víctimas de violaciones, dejar de justificar el comportamiento sexual tóxico de los hombres y señalar y analizar aquellos discursos y representaciones culturales que afianzan la cultura de la violación es una cuestión feminista básica. En sucesivos artículos desarrollaremos este tema de manera más específica.

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