Infantilización de la Mujer Discapacitada.

La discapacidad, como muchos otros ejes, añaden vulnerabilidad a la situación de la mujer en la sociedad. No todas las mujeres vivimos el machismo por igual, pues muchas estamos atravesadas por más de un eje de opresión.

Lamentablemente, por la socialización que recibimos, muchos de los ejes que nos atraviesan son ignorados. En este caso, hoy venimos a hablaros de cómo la discapacidad convierte a la mujer en un sujeto completamente pasivo de la sociedad, como pasa de la acción a la inacción. Cómo se pasa de tener voz y voto en muchas esferas, a no tenerla en ningún lugar en absoluto. Su opinión no es válida, es presa de su propia patología, pasando a ser un sujeto «tratado con pinzas», hasta el punto de la infantilización.

El cuerpo de la mujer discapacitada pasa a ser propiedad de quien tiene su patria potestad, a no poder decidir en muchísimas cosas, como ya pasa con las mujeres sanas, pero con un índice de vulnerabilidad añadido. Nuestra credibilidad y nuestra validación como personas es medida en función de nuestra discapacidad y del grado de la misma. Este sistema infantilizador se ve en que a muchísimas mujeres discapacitadas se las esteriliza en contra de sus deseos (antes mucho más) o se les impide adoptar a pesar de cumplir todos los requisitos necesarios para hacerlo, y poder hacerse cargo del infante.

Obviamente no hablamos de discapacidades que impidan por completo cuidar de otra persona, hablamos de aquellas donde el estigma es tan grande que no se cree que seamos capaces de hacerlo a pesar de que nuestra discapacidad no es un impedimento real. No se cree que una persona con discapacidad sea apta para el cuidado de niñes y para su educación. ¿Teméis que salgan niñes que respeten? Porque bien que dejáis a padres maltratadores ver a sus hijes e incluso obtener la custodia compartida.

La no existencia de nuestra sexualidad.

Esta infantilización también influye, en parte, en que la mujer discapacitada pasa a no tener sexualidad, pasa a ser considerada un ser asexuado sin atracción por el sexo propiamente dicho. Pasa a no existir en una esfera relacional, y la propia mención de la existencia de esta esfera, se trata como un tema tabú que no se menciona, que no existe, que es demasiado complejo para ser entendido por la persona en cuestión. Nuestro cuerpo pasa a ser considerado anormal, a ser tratado como algo desagradable, como algo que no se mira, porque mirarlo sería darle un espacio de existencia, que el capacitismo quiere evitar. En este sentido, ya desde la misma categoría, se asume que formas parte de un grupo social de segunda, menos capaz que aquellas personas con cuerpos que cumplen la norma. La propia denominación utilizada por el Estado y la mayoría de la población denota en sí misma el estigma, que supone no cumplir con los criterios de normalidad corporal. Así pues, ya desde la misma denominación, se parte de una primera mirada desigual; que comporta en el imaginario social la idea de menor capacidad. Entendiendo capacidad desde criterios neoliberales, es decir, desde la idea de fuerza de trabajo y desde el falso mito de la individualidad e independencia, que entiende que las personas viven de forma autónoma sin necesidad de lazos ni ayudas de los demás. Esta idea es por supesto falsa, ya que en un mundo altamente especializado y tecnificado es más que nunca necesaria la relación social, y volviéndose cada vez más esencial por el actual momento de crisis económica.

Las personas en silla de ruedas o con algún tipo de discapacidad que les interfiera en (sobretodo) la movilidad, seguro que les han preguntado cómo follan. A mí me lo preguntan casi a diario, me preguntan cómo follo o cómo lleva mi pareja mis limitaciones físicas. Es de nuevo decir que, porque hay una dificultad añadida, no existimos. La problemática, a este nivel, reside en la invisibilización.

"Lo que no se nombra, no existe." - George Steiner

¿Cuántas charlas sexuales hablan del sexo para personas con limitaciones físicas? Además de la falta casi total de acceso a información sexual, por parte de las personas discapacitadas. Porque en los centros donde se interna a estas personas, en un afán porque «no retrasen» al resto de la sociedad, la educación sexual pasa a ser nula. No se les habla de sus genitales, ni de los preservativos. No se les habla de nada. No existe para elles esta dimensión social, hasta que son sus propias hormonas las que les empujan a ella. ¿Cómo podemos estar tranquiles mientras miles de personas tienen curiosidad sobre lo que acontece en sus pantalones, y todo lo que se les dice es que eso no es para elles? Claro que habrá quien quede en un estado infantil durante toda su vida, debido a la patología que les afecte (como ciertos grados graves del Síndrome de Down), pero eso no hace que no podamos enseñarles lo que les va a ocurrir de forma sencilla, para que no se asusten, como deberíamos enseñar a todes les niñes sobre su cuerpo y sobre el sexo.

Yo, mi sexualidad y mi discapacidad

Además de todo esto, la mujer discapacitada pasa a ser definida en los términos de su discapacidad, pasa a ser su patología y se ignora su identidad al completo. Ya no soy Ariana de cara a la sociedad, soy esa pobrecita discapacitada que necesita ayuda para x cosas.

Y eso es un estorbo.

Se nos define deacuerdo a nuestras limitaciones, a lo que podemos hacer o más comúnmente a lo que no podemos hacer, y a las adaptaciones que precisamos o el gasto que vamos a suponer para poder salvar obstáculos que no son más que pequeñas piedras para poder alcanzar un nivel de bienestar global y similar en características a cualquier persona no discapacitada. Y esta definición se produce en todos los niveles sociales y afecta en absolutamente todas las esferas de nuestras vidas, siendo completamente solucionable con una acción transversal en la lucha por los derechos de los diferentes grupos sociales en los que también tenemos transcendencia.

El feminismo, la lucha de clases, la lucha LGTB, y en general cualquier lucha social; peca de ignorar las problemáticas de las personas discapacitadas dentro de su propia comunidad, de una alienación en la que se nos niega voz y voto en nuestra propia emancipación. ¿Qué vamos a saber nosotres, si no somos sujetos activos de la sociedad?

La propagación de estereotipos, imaginarios, sociales, y sobre todo, de respuestas actitudinales, han perpetuado ciertos modos de concebir a las discapacitadas. Se da por hecho que permanecemos infantiles durante toda la vida. Independientemente de la edad, lo más común es que se nos vea como sujetos carentes de raciocinio, y desprovistos de autodeterminación, a los que constantemente hay que mantener vigilados en pos de no romper nuestra burbuja.

Esto pasa en la sociedad en su conjunto, y estas actitudes infantilizadoras se ven en el lenguaje, que regularmente es en diminutivo con adjetivos como “el cieguito”, “el enfermito” y utilizando palabras como si fuéramos niños muy pequeños. También podemos encontrar estas actitudes infantilizadoras, en la sobreprotección extrema, relacionada la mayoría de las ocasiones con el temor de que suframos algún daño o con la falsa de idea de que “No podemos hacerlo soles” y requerimos de mucha ayuda.

Ya os digo que las personas discas preferimos que nos dejéis hacer las cosas que SÍ podemos hacer, sentirnos útiles dentro de lo que nos han enseñado que es la normalidad. Dejarnos ser sujetos activos de la sociedad. Porque os lo creais o no ya lo somos, sólo que estamos tan sumamente ignoradas y vilipendiadas, que no sabéis o no quereis daros cuenta que estamos aquí.

Nota al pie: la imagen utilizada como imagen destacada de éste post ha sido obtenida del sitio web http://zena.cat/es/inicio/

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